VALÈNCIA. Corrían los años 90, internet aún no había llegado a las casas particulares y los jóvenes valencianos otakus se reunían en la librería especializada Imágenes para poner en común los relatos de su fanatismo (extremo) por el universo del cómic nipón. En los pasillos de esta mítica tienda lo compartían todo: desde reseñas de ejemplares llegados directamente desde Japón hasta opiniones sobre videojuegos, animes y bandas sonoras de las series que les acompañaban en su día a día. Todo esto hizo que naciera MangaZone, una revista especializada en el universo asiático que se creó gracias a un equipo conformado por unos 15 colaboradores. Entre ellos se encontraban Luis Alís y Javier Bolado, quienes contribuían a la revista con sus artículos, reseñas y otras piezas en una tirada bimensual, y que ahora desvelan a Culturplaza las claves de su trabajo.
Todo comenzó a través de la historia de una obsesión: los frikis (y futuros colaboradores de MangaZone) que visitaban Imágenes no dudaban en llevar a la tienda sus pertenencias más preciadas, y por lo poco que llegaba a València desde Japón en ese momento todo era novedad: Mangas, figuritas y demás elementos de edición coleccionista se mostraban en los pasillos del lugar como reliquias, y las reacciones a estas novedades generaban conversaciones de lo más interesantes. De esto nació la idea de crear el fanzine que luego se convertiría en MangaZone, para darle el espacio a esos relatos del arte japonés en València.
La idea germen nació de Alejandro Maicas, quien junto Alís convenció a una decena de “fans locos como ellos” de formar parte de ese proyecto para hablar sobre el mundo del cómic japonés: “Básicamente fuimos aprendiendo unos de otros de forma simultánea, nos íbamos prestando cosas y al leer lo que escribían los compañeros aprendíamos sobre todo tipo de temas”, explica Alís, "cada uno hablaba de lo que quería y todos aprendíamos de los otros". Los colaboradores que comenzaron en MangaZone permanecen actualmente en el mundillo del séptimo arte: Alís es traductor de manga, anime y videojuegos japoneses y uno de los encargados de la organización del Salón del Cómic de València; Óscar Valiente es ahora el director general de Norma Editorial y Bolado es escritor, ilustrador de literatura fantástica y a día de hoy es editor jefe en Editorial Babylon. "De alguna manera todos hemos continuado con nuestra pasión por el séptimo arte", explica Alís emocionado, "pero la obsesión de esos años es incomparable".
Bolado, comenzó en la revista con apenas 18 años, y en esta estableció su primer contacto con el mundo editorial. En ese momento todos los colaboradores trabajaban por “cuatro duros” y peleaban por sacar buenos temas constantemente. Bolado considera que la clave para el buen funcionamiento de la revista fue su creación en la era pre-digital: “Ahora con internet está todo muy masificado, lo que hacíamos nosotros era acercar nuestra pasión a una publicación más accesible, trabajando en traer todo lo que sucedía en Japón a València”. Junto a Alís bromea sobre que -económicamente hablando- salían a perder en la revista, pues todo lo que se gastaban en la importación de las tomos especializabos superaba el beneficio económico, que siempre se invertía inmediatamente en mejorar el material para crear y maquetar.
La labor de Bolado al entrar en la revista (en el año 1997) era la de dibujar algunas portadas y tiras cómicas, pero poco más tarde fue publicando sus propios artículos y reseñas: “Al final todos hacíamos lo que nos nacía, no estábamos limitados. Yo mismo escribía sobre curiosidades del mundo de la animación y a la vez hacía a la vez viñetas y reseñas”. Comenta que dentro de la redacción elaboraban todo de una forma muy “artesanal”, lo que a la vez les ayudó a salirse de los moldes y conocer el mundillo desde cero: “Ahora mismo el mundo editorial no tiene nada que ver con esto pero nos ayudó a profesionalizarnos, fue como si estuviéramos en una startup [ríe], al final luego todos hemos ido siguiendo nuestro camino, pero el día a día en la redacción siendo tan jóvenes nos enseñó muchas cosas”.
“Estamos hablando de una época en la que no había internet, la forma que teníamos de informarnos era a través de las revistas norteamericanas y japonesas importadas que traducíamos como podíamos”, explica Alís sobre su labor en la revista. Cuando se unió a MangaZone tenía apenas 16 años y llevaba tan solo un año estudiando japonés por su cuenta, “éramos personas normales que no teníamos ni las herramientas ni los medios para editar una revista", rememora, "la primera publicación se hizo pegando unos papeles en una impresora haciendo una especie de fotolitos, que salieron de muy baja calidad”. Más tarde llegarían los ordenadores “medianamente potentes” y el escáner, con el que comenzaron a editar tiradas en color y con mejor calidad.
La revista se dividía en secciones como la de noticias: Infórmate, cobarde, el Pasen y lean, que mostraba “novedades saloneras para el niño y la niña”, crónicas de su visita a los Salones del Cómic de ciudades como Madrid y Barcelona, reseñas de cómics y de series, entrevistas y artículos de opinión. Esto se engrosaba con el conocimiento de colaboradores como Alís, quien en su momento era de los pocos que sabía traducir japonés. Su labor era la de leer los cómic que venían importados y contar su relato, además de poder traducir artículos especializados de las revistas originarias de Japón: “Las fuentes de información estaban limitadas en este momento, en cambio yo podía coger una revista japonesa y tras muchas horas podía enterarme del staff creativo de la serie, el nombre de un director y la sinopsis de algo que no había llegado a España”, aclara sobre su trabajo.
De esta manera, desde MangaZone, también hicieron presión para convencer a las editoriales de cómics españolas en valorar la idea de licenciar el manga japonés. Para los colaboradoers como Alís suponía "algo totalmente necesario" que iba más allá de la importación de equis tomos, labor que era clave para acercar el cómic nipón a todo el mundo. Finalmente, tanto Bolado como Alís coinciden en que todo lo hacían por amor al arte: desde las primeras reuniones en un bar cerca de Imágenes hasta su primer contacto con una oficina, en ambos lugares mantenían el estilo pero mejoraban su trabajo. Los dos colaboradores coinciden en que de MangaZone se llevan la experiencia de aprender sobre el mundo que les apasionaba y que les ha llevado a su trabajo actual, lo que les hace comprender que de la obsesión de un adolescente se puede vivir para siempre.