VALÈNCIA (EP/C.G.). Entre troncos y flores, el Jardí Botànic de València da paso a una exposición en la que no quieren irse Por la ramas. Más allá del chiste fácil, este es el título de la nueva exposición del pintor castellonense Manuel Sáez, una colección de 24 coloristas retratos que suponen su reaparición después de nueve años en silencio. El color intenso, la retícula ortogonal y una mirada entrenada para remarcar algunos de los elementos más especiales del Jardín, conforman un hilo conductor con el que ir cosiendo cada una de las piezas. De esta forma, Sáez viaja a las entrañas de los espacios y elementos del jardín, para tratar de "plantar cara" a este emblemático enclave de la ciudad, del que el autor se ha confesado "totalmente enamorado" y al que vuelve a exponer 21 años después.
Además, para la ocasión el Botánico ha adaptado un antiguo invernadero, la Estufa Fría, que ya había acogido otras exposiciones pero que todavía no contaba con la infraestructura adecuada para tener muestras de obra original durante un largo periodo de tiempo. Ayer se presentó la muestra en una rueda de prensa en la que estuvieron presentes el artista y Jaime Güemes, conservador del Jardín Botánico, quien explicaron que la propuesta surgió en un encuentro casual que derivó en la idea de hacer un retrato del Jardín. Sáez ha definido el recorrido como una selección de "formas de todas las partes del jardín", desde los espacios y la naturaleza hasta el componente humano. "El sentido de la pieza está en la mirada de cada persona: puedes ver lo que quieras", ha ilustrado.
La organización de los 24 retratos en la sala está cargada de sentido, puesto que Sáez ha asegurado que "el orden que se establezca crea una exposición totalmente diferente". En este caso, el pintor ha querido que la muestra "vaya creciendo de forma física y metafórica", en una especie de génesis. Por las ramas refleja el característico trabajo del castellonense en pequeño formato y en dibujos completamente a mano en lápiz, tempera y acuarela, una técnica "muy unida al mundo del grafiti" que le ha llevado dos años de trabajo. Los poco más de 50 centímetros de altura de cada retrato no han impedido a Sáez recalcar que piensa "a lo grande" y que "en cada cuadro solo hay un cuadro". "Mientras, hay gente que pinta tres en uno", aseveró.
Pero si algo ha destacado el autor de su propuesta es el uso intenso del color en cada pieza, con llamativos amarillos, rosas y azules que van más allá del protagonismo del verde en el Jardí Botànic. "Estaba en un momento de mi vida en el que necesitaba sensaciones fuertes: sustancia”. Con este ingrediente, el artista trata de que sus creaciones no pasen desapercibidas en "un mundo en el que nos bombardean a diario con multitud de imágenes". Aun así, se ha definido como un pintor "analógico" que se ha dado cuenta de la importancia del color cuando lo ha introducido en su página web y redes sociales. Manuel Sáez ha señalado que, en definitiva, sus retratos "piden caña y piden guerra". "Los pones en una pared blanca, en un lienzo, y se la comen".
En cualquier caso, el pintor ha subrayado que él trata de traducir y no copiar ni interpretar el entorno que le rodea como hace la fotografía, para lo que plasma emociones en pintura. Sí ha reconocido que, por su trabajo a mano, "a la gente le pueda resultar marciano pasar 17 meses haciendo rallas"; pero ha rebatido: "La mano es un sismógrafo que detecta la emoción". Bajo la idea de que "si se explica la poesía se hace banal", Sáez ha explicado que sus cuadros "no son versiones, son estados de ánimo", por lo que ha trabajado en todos los retratos al mismo tiempo. "Si me vuelco solo en uno me lo cargo", ha asegurado, para insistir en que "la libertad está en la limitación" y que, por ello, se 'autoencarga' los pasos a seguir. La libertad limitada del artista queda reflejada en obras con títulos sugerentes como 'Dile a las chicas que he vuelto' o 'Centauro' y con los nombres de mujer 'Lola' y 'Eva', que dan un giro de tuerca a elementos tan cotidianos como una azada, una hoz y a una semilla, de la que extrae su "componente erótico", junto a otros elementos de los laboratorios, las salas y los fondos del Botánico.
Esta exposición supone el regreso del artista a este espacio 21 años después, desde que estrenara en 1996 su mirada a la República Dominicana en la serie 'Trópicos', además de la vuelta de Sáez al circuito expositivo tras nueve años sin que sus obras vieran la luz. Güemes ha asegurado que "a partir de ahora, las exposiciones serán distintas" en el Botànico, porque cree que esta serie "marca un antes y un después" en la Estufa Fría, en la que apuesta por "subir el nivel" de los proyectos. Del trabajo del artista, el comisario ha destacado que "cada cuadro desvela aspectos totalmente ocultos del Jardín" y que "ha sabido dar protagonismo a elementos sencillos y explorar el Botànic sin entrometerse". "Pero sí ha extraído su esencia", ha zanjado. A esta serie de 24 piezas le seguirá una segunda parte de 'Por las ramas' a partir de octubre, con una mirada diferente al espacio a partir de instrumentos y herramientas más modernos.