Sensualidad e introspección en el espectáculo 'Colores'
Dalias Army llega a la Sala Off interpretando un espectáculo que purga la mente del espectador
VALÈNCIA. Si cuando usted oye hablar de danza la primera imagen que cruza su mente es un grupo de delicadas bailarinas perfectamente estilizadas ejecutando El lago de los cines a ritmo de tutú, no se preocupe, no está solo. A pesar de que el universo coreográfico actual vive en un continuo estado de revolución, sus innovadoras propuestas no parecen calar del todo en el gran público, que sigue anclado a las piezas más clásicas. Pero esto podría cambiar en los próximos días gracias a Mar Jiménez (València, 1979), quien hace unos meses tomó las riendas del festival Dansa València dispuesta a dejar a un lado los clichés. Para ello, en su primera edición al frente de este evento, que se celebrará del 11 al 15 de abril, ha apostado apasionadamente por dos ejes: abrirse a nuevos públicos y dar visibilidad a las mujeres creadoras, auténtica columna vertebral de la mayoría de obras presentadas.
“Queremos llegar a una audiencia intergeneracional y universal”, señala Jiménez. La diversidad que se busca en los espectadores queda reflejada en la programación, que entremezcla a grandes figuras de la escena valenciana y nacional con jóvenes talentos y declara sin titubeos su querencia por los enfoques feministas y las temáticas sociales.
-¿Por qué habéis decidido apostar de una forma tan decidida por la perspectiva de género?
-Creo que desde las artes escénicas debemos acompañar a una realidad social que está en pleno proceso de cambio. Para que esa transformación colectiva se produzca es imprescindible que las instituciones públicas asuman lo que la sociedad está demandando. Hemos encontrado a distintas coreógrafas que estaban reflexionando no solamente sobre la mujer, sino también desde la mujer y con propuestas y miradas muy diversas. Por ejemplo, en We Women, Sol Picó parte de cuatro mujeres de culturas diferentes y sus bailes autóctonos para reflexiona sobre la mujer contemporánea y La maldición de los hombres Malboro, de Isabel Vázquez, retrata actitudes machistas nocivas a través de seis bailarines.
Lamentablemente, tanto el tiempo como el presupuesto son menores de lo que querríamos y eso impide dar cabida a muchas propuestas muy dignas que hemos recibido. Pero esta afluencia también indica que el enfoque de género es muy actual y que adoptarlo no es tanto una reivindicación como un reconocimiento de lo que se está haciendo. Darle esa visibilidad a la mirada femenina en el festival es una posición feminista que considero necesaria.
-En la danza se produce un fenómeno que también vemos en muchos otros ámbitos: mientras que la tropa, el personal de base, son mayoritariamente mujeres (en este caso, bailarinas), los altos mandos (coreógrafos, programadores, directores de compañías…) suelen ser hombres. ¿Cómo se puede acabar con este desequilibrio?
-Precisamente haciendo lo que estamos llevando a cabo en este festival: poniendo el foco en las mujeres creadoras. De hecho, esta edición cuenta con 19 compañías, de las cuales 11 están dirigidas por mujeres y 9 abordan una temática específicamente de género. El varón a menudo está mucho más visibilizado como coreógrafo, es verdad que hay muchas bailarinas, pero también hay muchas coreógrafas, simplemente hay que darles la oportunidad y el espacio.
-A nivel generacional, el festival compagina la obra de figuras consagradas con la de jóvenes promesas…
-Creemos que tanto los talentos emergentes como los artistas más consolidados deben tener su espacio en Dansa València. Tenemos a gente ha recibido el Premio Nacional o el Max, pero también a compañías como Malarte que comenzaron hace poco y lo están haciendo muy bien. Todas las personas tienen cabida en la danza, todo el mundo tiene algo que contar y eso es lo que queremos transmitir desde el festival.
-En general, la danza cuenta con un público muy fiel, pero minoritario, quizás incluso endogámico. ¿Cómo se puede introducir a nuevas audiencias en este tipo de espectáculo?
-Nosotros buscamos que haya un público intergeneracional y universal. Para ello, hemos introducido dos piezas con un corte más comunitario y social. Una es Las muchas, de María Antonia Oliver, que reúne a mujeres mayores de 70 años y sin experiencia previa en el mundo de la danza para hablar de la identidad corporal. El otro proyecto es el de Titoyaya con Bandejats, creado junto a la ONG Valencia Acoge. Se trata de una obra sobre la migración que entremezcla al propio personal de la compañía, a personas migrantes y a estudiantes del Conservatorio Superior de Valencia. De alguna manera, esta clase de propuestas implican a la sociedad en la danza, pues trabajas con colectivos que no tenían vinculación con esta disciplina y los acercas a ella.
De igual modo, resulta esencial la apuesta por los espectáculos de calle, algo que siempre contribuye a crear nuevo público. Este año tenemos seis propuestas de este tipo, por ejemplo, Good girl, una pieza fresca y gamberra de Hermanas Gestring, o No todavía…ahora, una obra de la compañía Malarte que aborda la figura de la escritora Virgina Woolf. Creo que situar la danza en el espacio de la cotidianeidad urbana permite generar un intercambio con el espectador distinto al que se produce habitualmente. Por un lado, se estimula al público a observar el entorno con el que convive a diario de un modo diferente, pero, además, se invita a descubrir una nueva forma de expresión que no es tan conocida por la ciudadanía.
-De hecho, para gran parte del público más generalista, la danza se identifica con el ballet clásico, con ir a ver El Cascanueces…
-Sí, eso pasa mucho. Pero creo que la danza en general se crea desde el momento actual, que está supeditado a una cultura y a una realidad social. Dansa València es un festival contemporáneo, del ahora, y creo que es sencillo conectar con cuestiones sociales que están sucediendo en este instante. A pesar de ello, es cierto que la danza contemporánea presenta a menudo propuestas que requieren dar un paso más allá para poder conectar con ellas. Pero de eso se trata también, de que las miradas de las coreógrafas nos contaminen y podamos enriquecer nuestra visión a través de sus trabajos.
-Otra de las novedades del festival es la recuperación de La danseta, el espacio dedicado a público infantil.
-Sí, La danseta formó parte del festival hace unos años y funcionó. Es evidente que necesitamos llegar a ese público familiar y que se pueda compartir la danza desde edades tempranas. Hemos querido que los más pequeños, que son el futuro, también sean parte del público, que tengan su propia programación. Contamos con dos espectáculos infantiles y me gustaría que el número aumentara en los próximos años. Una de estas piezas es Pequeño big blue, dirigido por Panicmap y enfocado a niños de 18 meses a 4 años. El otro es Amelia, de Marea Danza, sobre la célebre aviadora Amelia Earhart y que está recomendado para mayores de cinco años.
-En esta edición, a los teatros públicos se les suman salas privadas como Carme Teatre o Espai Inestable. ¿Por qué habéis decidido contar con ellos? ¿Qué papel van a jugar?
-Para empezar, se trata de salas que hacen una programación muy buena durante todo el año. No se trataba simplemente de que prestaran su espacio físico y punto, sino que se ha trabajado con ellas de una forma transversal. Por ejemplo, Espai Inestable, el Institut Valencià de Cultura y la compañía Dunatacà (un colectivo emergente de mujeres jóvenes muy potentes) han colaborado para poner en marcha la coproducción Lo inevitable.
En cuanto a Carme Teatre, llevan mucho tiempo trabajando a nivel comunitario, centrándose en su barrio, y eso nos parece fundamental a la hora de abordar las artes escénicas. Con ellos estuvimos estudiando qué propuesta se adaptaba mejor a sus características, a su ADN como sala, y finalmente nos decantamos por Las muchas.
-En su ensayo El entusiasmo, Remedios Zafra alerta sobre cómo la precariedad ha invadido los trabajos creativos y el mundo cultural. ¿Cómo de precario crees que es el sector de la danza?
-En mi opinión, actualmente la danza está en un momento de recuperación. Vamos hacia adelante, ha habido un incremento en las ayudas a producciones y a giras. En este sentido, las asociaciones del sector están haciendo una labor fundamental. En cualquier caso, es cierto que es un sector precario que todavía necesita muchos más apoyos. Las entidades públicas tienen que estar atentas a las nuevas propuestas y a las necesidades de los profesionales para poder caminar juntos.
A menudo parece que como tenemos vocación, estamos dispuestos a sacar adelante nuestros proyectos con las condiciones que sea, de la forma que sea. Creo que esto tiene que cambiar, hay que acabar con lo de trabajar ‘por amor al arte’, debemos darle a la danza el valor de una profesión como otra cualquiera.
-Actualmente, vivir de la danza es complicado…
-Sí, muy complicado. Incluso compañías consolidadas lo han pasado fatal durante los años de la crisis y han atravesado muchas dificultades. Espero que por fin logremos superar esa fase y sea posible dedicarse de lleno a la creación.
-¿Cómo definirías el panorama de la danza a nivel valenciano?
-Creo que se están haciendo cosas muy interesantes a nivel creativo, hay colectivos emergentes que están trabajando sobre temáticas relevantes y, además, tenemos una tradición de danza contemporánea muy consolidada…Sin embargo, hacen falta más medios y más apoyo institucional. En otros países, las condiciones con las que cuentan los artistas durante todo su proceso de creación son completamente diferentes, ¡algunos pueden estar un año reflexionando y preparando su proyecto! Ojalá en algún momento podamos tener aquí ese tipo de recursos que permiten a un artista sentarse a pensar y a investigar con tiempo.
En lo que respecta al festival, desde el principio teníamos claro que la presencia de las compañías valencianas debía ser fundamental en nuestra programación, pues es una forma de acompañarlas y darles visibilidad. De igual modo, el sector también nos acompaña a nosotros con dos eventos muy interesantes y necesarios. Uno es Missió inversa, un showcase de las compañías adheridas a la Associació Valenciana d’Empreses de Dansa en el que se harán representaciones breves de sus piezas, allí estarán presentes programadores valencianos, nacionales e internacionales y constituye una buena oportunidad para abrir el mercado de estas compañías. Por otra parte, la asociación de profesionales de danza organiza una sesión de encuentros con el sector en el que se abordarán las perspectivas de futuro y las posibles transiciones laborales de quienes trabajan en este ámbito.
-Cada año se producen muchísimas piezas nuevas, pero la mayoría después no encuentran suficiente distribución y acaban por no tener continuidad. ¿Cómo se puede paliar esta situación?
-Es uno de nuestros problemas más graves. Realizas una gran inversión de tiempo dinero y esfuerzo en cada obra, pero luego es muy complicado moverla. Las piezas se quedan estancas y se convierten en algo efímero. Ahí es donde tienen que intervenir las políticas culturales para facilitar esa difusión y mejorar los puntos de distribución. También hay que hacer mucho trabajo con el público para conseguir que conecten con las piezas. Además, en las programaciones culturales muchas veces se opta por otras disciplinas y no se le da suficiente espacio a la danza.
Dalias Army llega a la Sala Off interpretando un espectáculo que purga la mente del espectador
La bailarina Ángela Verdugo protagoniza el 11 de abril de la Sala Matilde Salvador este montaje coescrito junto al dramaturgo Xavier Puchades