VALÈNCIA. Cuando el abuelo de María Herreros tenía tan solo 19 años estalló la Guerra Civil. Con sólo 19 años ya se encontraba haciendo el servicio militar y le faltaban unas pocas semanas para volver al pueblo y poder besar de nuevo a su novia Rosa, pero quiso cambiar su permiso para agosto del 1936 con motivo de pedirle matrimonio a su queridísima novia Rosita, a quien colmaba de cartas durante todo el servicio militar. En lugar de poder darse besos bajo las hojas de parra con ella ese verano, como debería haber hecho un adolescente como él, tuvo que marchar al frente y luchar por el bando republicano. Todo esto, y más, se cuenta en sus diarios y en sus cartas, que ahora cobran vida dentro de Memorias de un barbero en la guerra (Lumen), un cómic en el que la artista valenciana María Herreros remienda la memoria de su abuelo a través de su diario personal.
En este trabajo Herreros dibuja su legado familiar, sirviéndose de la memoria y de su cariño aunque con la crudeza del relato que le corresponde a una guerra: entre colores sobrios y escabrosas anécdotas. Entre estos relatos se cuelan los recuerdos de la autora de adolescente junto a su abuelo, lo que permite al lector humanizar el relato y conocer la crudeza de este cuento a través de las palabras de su nieta. Un libro para mirar a la Guerra cara a cara y para honrar a ese barbero que fue capaz de sobrevivir al conflicto y contarlo para la posteridad.
-El libro arranca con la explicación del momento en el que tu madre te cede las cartas de tu abuelo y te permite contar su legado, ¿cuánto tiempo te ha costado recopilar toda la información?
-Justo hoy me ha recordado un amigo que hace diez años le dije que quería hacer este libro. Cuando apareció el diario de mi abuelo en una caja vieja él ya no vivía y creo que mi madre me lo dio un poco como si nada, aunque siento que en el fondo ella podía intuir que para mí sería algo muy valioso. Lo cierto es que mi familia se mostraba un poco reacia a hablar de este tema…
-¿Por qué?
-Creo que, quieras o no, cuando formas parte del bando de represaliados se genera una especie de aura de silencio, que es un poco lo que he vivido por parte de mi familia. No quería hacer nada que les incomodara y esto se mezcla con que no me sentía psicológicamente preparada para hacer una historia tan dura.
-¿Qué te llevó a hacerlo?
-Me animó darme cuenta que en el diario de mi abuelo no había solo guerra, también contaba historias de amistad y una mirada muy limpia y bonita de una persona sencilla que no está relatando batallas épicas ni nada por el estilo. Habla del campo, de los animales y de las amistades que se forjan dentro del conflicto. Pensé que tenía una parte bonita y emocional que quería sacar adelante.
-Entre el diario y las cartas se cuela tu recuerdo emocional como nieta
-Esas páginas me salían solas, cuando hablé con Lola -su editora de Lumen- comentamos que mi madre me había dado una caja llena de cartas de mi abuelo y mi abuela, y fue el regalo perfecto para el libro. También se entremezcla con mi propia memoria, me salió natural incluirlo.
-También relatas escenas de crudeza, como el momento en el que comen ratas o en el que encuentran a un espía sacerdote entre ellos. Entiendo que al dibujarlas haces parte de ficción...
-Lo que aparece escrito es completamente literal, el diario está representado casi en su totalidad. El reto está un poco en dibujar la guerra, yo tenía claro que no quería retratarla como hasta ahora: más como un género de entretenimiento que como algo bélico. Yo me considero una persona muy antiviolencia, me produce mucho rechazo todo tipo de conflicto y de agresividad por lo que tenía bastante claro que no quería retratar batallas de una manera tan literal pero sí a mi manera.
-¿Cómo contaba la guerra tu abuelo?
-Lo que más me gusta del diario es que no explica la guerra como algo épico ni se muestra impresionado por las batallas ni por los ganadores, todo lo contrario. Lo hace con una mirada sensible de campesino. La guerra ya se ha retratado muchas veces como un entretenimiento y tenía claro que no quería hacer esa banalización, también tenía claro que no quería dibujar ni uniformes ni parafernalia militar. Sabía que cuando dibujara temas bélicos dibujaría escenas interesantes, víctimas y animales asustados. Es muy importante para mi no retratar la violencia cuando se trata de temas bélicos. Lo hago un poco a mí manera, aunque siempre estoy en el equilibrio entre no generar rechazo al espectador y transmitirle que se trata de algo muy duro.
-El abismo del olvido se cuenta a través de fosas que parecen infinitas y se ven manchas de sangre, pero no el cadáver. También hacen un símil con un mito griego para relatar esa crudeza.
-Creo que es un buen momento para contar historias íntimas y humanas sobre la Guerra. Para mi, tanto mi libro como el de Paco Roca son ejemplo de que por fin dejamos de hacer épica de la Guerra y empezamos a centrarnos en las historias íntimas. Al final lo que hay que transmitir es que la guerra es un horror que no se puede normalizar y que paraliza la vida de las personas.
-En la lectura se cuelan también las cartas que se escribe con Rosita, tu abuela, conectando con esa historia más íntima
-Es curioso porque en los diarios él es muy documentalista pero en las cartas se vuelve muy emotivo y tierno. Creo que es perfecta la conjunción de estos dos universos porque las cartas son un bálsamo para una situación tan dura como la que vivía él. Al final era un chaval de 19 años que estaba en una trinchera con un fusil y que ni tendría que estar allí.
-Una vez das por finalizado el libro… ¿Cómo es conocer a tu abuelo a través de este relato?
-Para mi conocerlo a través de sus cartas y su diario es muy surrealista, cuando éramos niños él nunca nos dejó saber que tuvo que pasar hambre ni nos dijo “menuda suerte tenéis”, siempre trató de protegernos de lo mal que lo había pasado. Lo cierto es que al final son relatos que todos hemos tenido en nuestra familia pero que nunca se hablan. Como artista hay que ser valiente y no censurarte, ponerlo todo tal cual aunque dé pena.