El diseñador más reconocido del mundo repasa para Plaza sus vivencias, su evolución como artista y persona, así como su visión de la sociedad
BARCELONA [Publicada originalmente en la revista Plaza en agosto de 2015] . Es el diseñador valenciano más reconocido del mundo, aunque él mismo cuestione semejante realidad. Lo cierto es que el diseño es sólo uno de sus mil sombreros como profesional, que abandonó Valencia en cuanto pudo y al que el "reconocimiento", desde el término hasta su significado, le genera verdadera alergia.
No menos cierto es que acaba de inaugurar la enésima retrospectiva de su obra, esta vez en su venerada Tokio, o que el gran estudio que ha capitaneado durante los últimos 25 años se encuentra en fase de liquidación. Una etapa turbulenta que le ha atropellado a la crepuscular edad de 65 años.
"Ha sido lo más duro que me ha tocado vivir, por lo que he estado deprimido y he podido superarlo con medicación", confiesa entre pausados cigarrillos y sentado en una de las mesas ahora vacías del estudio. La gran sala donde hasta treinta profesionales trabajaban hace apenas cuatro años permanece en penumbra tras una tormenta comercial capaz de reducir la estructura de Estudio Mariscal hasta su apellido, primer y único trabajador. Él y freelances por proyecto, lejos de la ‘fábrica fantástica’. "Un lugar sin tabiques, con muchos sofás, donde se trabajaba de forma abierta". De nuevo un vistazo a la sala de máquinas: silencio.
Ese combate se inició antes de que él mismo tuviera opción de evitarlo. En el colegio El Pilar de aquella Valencia de la larga posguerra todavía no se formaba de manera distinta a los niños con Trastorno de Déficit de Atención o dislexia, y Chavi (tal y como él lo escribe), que además tenía cierta falta en la vista, se levantó ante la frustración resolviendo todo con dibujos.
Quien conoce a Mariscal más de cinco minutos le llama Chavi y sabe que sólo la salud jubilará una mente disruptiva contra lo establecido. Ese combate se inició antes de que él mismo tuviera opción de evitarlo. En el colegio El Pilar de aquella Valencia de la larga posguerra todavía no se formaba de manera distinta a los niños con Trastorno de Déficit de Atención o dislexia, y Chavi (tal y como él lo escribe), que además tenía cierta falta en la vista, se levantó ante la frustración resolviendo todo con dibujos.
La peculiaridad familiar no le pasó inadvertida a este creador de iconos, hijo de Pilar Mariscal y Enrique Errando, destacado hombre de derechas en la Valencia franquista. Número 13 de Falange, miembro de la Divisón Azul y Cruz de Hierro por méritos propios, Errando fue conocido en la ciudad en su papel como director del Sanatorio 18 de Julio, por su clínica en la Plaza del Caudillo (hoy de l’Ajuntament), pero también por tener once hijos.
Éstos destacaron hace algunos años, reunidos por El País, la influyente disciplina militar del hogar y la marcada ausencia de sus progenitores al fallecer cuando casi todos eran aún unos niños. Mariscal conversa con Plaza rodeado de algunos de ellos. Tono, Pedrín y Santi llegaron a Palo Alto, el vivero creativo en el que se instala su estudio, a lo largo de los años 90. El lugar, por cierto, es un icono de la Barcelona creativa. Situado en el barrio de Poblenou, unas naves bajas de ladrillo rojo londinense y aspecto diáfano industrial berlinés cautivaron a Mariscal y a otros nombres de la cultura, como Fernando Salas, que habilitaron las naves e impulsaron una fundación para que, sencillamente, allí sucedieran cosas. Lejos de apagarse la llama, el Palo Alto Market es el último de sus éxitos, reuniendo cada primer fin de semana de mes a algunos de los mejores creativos de diferentes disciplinas en este entorno.
Mariscal: "Hablar de Estados, como hace ‘Arturo’ Mas, es hablar de conceptos del siglo XIX y es, además de una pérdida de energía, algo injusto, mal gestionado, mal planteado"
El antes y el después de Palo Alto es una fiel fotografía de la Barcelona "que el equipo de (Pasqual) Maragall convirtió en la potencia que es ahora", dice Mariscal. Del escenario independentista del que la bulliciosa ciudad es también capital, el dibujante marca distancias: "La situación plebiscitaria de las elecciones del 27 de septiembre parte de una mala gestión de un sentimiento muy íntimo que existe en Cataluña desde siempre. Estoy al lado de todo lo que suponga crear una política común con Europa, restar un peso que ya no tiene sentido a París, a Roma o a Madrid y encontrar otra manera de reorganizarnos con una política común, un ejército común... Hablar de Estados, como hace ‘Arturo’ Mas, es hablar de conceptos del siglo XIX y es, además de una pérdida de energía, algo injusto, mal gestionado, mal planteado y en lo que termina habiendo unas intenciones que me duelen mucho".
Mariscal, no obstante, es optimista con el actual escenario democrático en España. "Nunca he creído en una España [enfatiza la eñe] como un ente indivisible, y más después de haber peleado por poder votar, cosa que hago en todas y cada una de las elecciones. Precisamente, ése es el escenario deseable, el de una participación constante y el de una democracia desarrollada y ya". A escasos metros de Mariscal cuelga un retrato firmado por él mismo como apoyo a la candidatura de Ada Colau, cuya alcaldía en Barcelona celebra como la de Joan Ribó en Valencia: "No entendí, en el mejor de los sentidos, que fuera noticia que un alcalde fuera a llegar en bicicleta. El de Copenhague o el de Londres lo llevan haciendo desde hace años".
La relación gráfica de Mariscal con Valencia es extensísima, en instituciones y más allá de ellas. Desde que su interiorismo del recordado Bar Dúplex de Cánovas derivase en la creación del taburete Dúplex, pasando por el actual logo de la Universitat de València, los de las dos ediciones valencianas de la America’s Cup, sus exposiciones en el IVAM y la Galería Punto, a algo más controvertido, como su marca y aplicaciones para Bancaja. A este trabajo para la extinta caja de ahorros le sobrevive un rumor entre miembros de la extinta caja de ahorros valenciana: que su plurimputado expresidente José Luis Olivas pintó de rojo y amarillo los ojos de aquel logo. "No lo recuerdo aunque no pongo la mano en el fuego por nada que tenga que ver con mi memoria", se disculpa Mariscal, que se muestra sorprendido por un cambio que se aplicó en buena parte de la comunicación del grupo pero del que no hay el menor rastro en todo el porfolio y manual de marca de su estudio. ¿Un cambio no consentido y a posteriori?
Todas esas marcas preceden a la debacle del estudio que, casualmente o no, se inició simultáneamente a la inmersión de Chavi en el proyecto por el que muestra mayor satisfacción artística, la película de animación Chico & Rita, firmada junto a su amigo Fernando Trueba. Goya a la mejor película de animación, mejor película en su categoría para el cine europeo y nominada al Oscar. La producción, en la que llegaron a trabajar hasta quinientas personas, puso al estudio Palo Alto al máximo rendimiento y obnubiló —cuentan— a Mariscal.
Ni en este proyecto ni en otros habla nunca en términos de rentabilidad. "¿Podríamos habernos hecho ricos con el estudio? Pues sí, supongo que sí, pero no iba de eso. No íbamos de eso", y Chavi recuerda les escoletes d’estiu para los hijos de los trabajadores del estudio, que en Palo Alto "siempre había bocadillos y coca-colas" y admite que "de todo ello, antes de que llegara Google o Apple a darnos lecciones al respecto, sacábamos mucho partido creativo".
Libertad total de horarios, libertad de vacaciones "que hacíamos coincidir con el calendario escolar. Para mí también era algo personal, una contestación a mi padre que siempre me decía que al hacerme mayor vería las cosas de otra forma, pues estaba demostrando que no estaba en lo cierto". Con todo, Mariscal es infranqueable a la hora de asegurar que ‘el problema’ no estaba en el estudio, sino fuera: "El teléfono dejó de sonar". Dejó de hacerlo, especialmente, en España: "Sólo nos quedó Brasil, Londres, Corea y Japón. No daba para todos".
La curiosidad hizo a Mariscal, al que ni siquiera el eclipsante Cobi le restó una capacidad inagotable por fascinarse ante la vida (como fiel defensor de la necesidad de la muerte para la sociedad). A lo largo de una jornada de conversación hay fascinación y caras de asombro ante las nuevas generaciones, ante la limpieza en las calles de Tokio, ante la gente —"mi gente"— de La Habana, ante la idea de que los bebés lleven cinturón en los carritos y su consecuencia cívica, ante los inventos que le han cambiado su forma de trabajar (el fax, la fotocopiadora, Internet, el iPad...) e incluso mucha fascinación por haber logrado aceptar que es "dibujante". "La gente se sorprendería si supiera lo poco que hace que no me siento raro al reconocer que lo que hago son dibujos".
Emocional, divertido, visceral, universal, 65 años más tarde, Mariscal, Chavi para casi todos, no se esconde ante ningún revés de la vida
Emocional, divertido, visceral, universal, 65 años más tarde, Mariscal, Chavi para casi todos, no se esconde ante ningún revés de la vida. Tampoco oculta su falta de premeditación "para nada", que todo parte de aquel joven hippie "por el monte en Ibiza", que el LSD desencadenó parte de su creatividad, que pudo dibujar sin preocuparse del dinero "porque venía de una familia pudiente", que "no habrá otra oportunidad como Cobi", que los turistas en verano sacan lo peor de él, que en países como Corea de Sur (en 2013 organizó la mayor exposición en torno a su figura, The Art Player) su nombre va ligado al de España y que encara lo que le resta de ‘carrera’ sabiendo dónde está y quién es: "Mi patria es un lugar redondo que se llama Tierra y el reconocimiento es algo que te debes conceder tú mismo. Nadie como tú. Ése es el gran secreto y estoy tranquilo".
(Entrevista publicada en la revista Plaza de agosto de 2015).