VALÈNCIA. Cuenta la leyenda que, en una clase de primero de periodismo, en la universidad de turno, un profesor no reveló a sus alumnos que la objetividad no existe; nadie se echó las manos a la cabeza, ni se escucharon sollozos ni exclamaciones de pánico. Tampoco hubo una estampida: ya lo habían descubierto por sí mismos. Un escenario con alumnas y alumnos de periodismo que llegan a la facultad con los sueños de Woodward y Bernstein o The Newsroom ha de ser, a la fuerza, cada vez más complicado de ver. En 2018, y en según qué caminos de especialización académica, es más probable que los profesores deban explicar que tampoco es necesario celebrar la fantasía de la objetividad con un desfile con elefantes y la banda del instituto.
La nueva objetividad es la equidistancia. “La indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida: por eso odio a los indiferentes”. Lo dijo en su momento Antonio Gramsci. Claro que Gramsci fue uno de los fundadores del Partido Comunista italiano; a él, periodista también, lo de la equidistancia le venía regular en las cárceles de Benito Mussolini. El periodismo de la postverdad interpreta -muchas veces con alevosía- la equidistancia como la metadona de la objetividad, la marca blanca de la imparcialidad. Una cosa es que te quiera y la otra es que te ocupe pa vivir, que dice el corrido de Banda Los Sebastianes. Mezclar la equidistancia con el deseo imposible -pero necesario- de objetividad es una de las últimas grandes mentiras de la pseudofilosofía del siglo XXI.
Hoy, 8 de marzo, es un día para posicionarse. Y sí, es cierto, la equidistancia también es una posición. Vamos a respetarla. Hoy, la equidistancia se viste de ni machismo, ni feminismo; de not all men. De privilegio. Hoy la equidistancia es establishment, es no nos metamos en eso. Hoy la equidistancia es un montón de palabras en cursiva y ese anuncio de cerveza argentino: cuando el machismo y el feminismo se encuentran, nace el igualismo. Es horrible, sí: que nos hagan elegir entre feminismo, machismo o equidistancia (que para el caso es lo mismo). ¡Elegir! ¡A nosotros! Es horrible porque, como dice Noam Chomsky, hay muy poca gente que se vaya a mirar en el espejo y vaya a decir -cuidado, peligro de literalismo- “esa persona que veo es un monstruo salvaje”.
Hoy, 8 de marzo, las mujeres visibilizan el gran problema. En la música, y en València, también. Y es fundamental. Queremos (mayestáticamente) más mujeres en los festivales y, sobre todo, la abolición del veto invisible en las programaciones habituales, pero la batería de cinco referencias utilizadas en este artículo hasta esta línea corresponden a figuras masculinas; no se han modificado para evidenciar la necesidad de confrontar la realidad en todas sus dimensiones: tienes que saber quién eres, conocer el monstruo que habita en tu alma. Esta sí: es de Tori Amos.
L’escenari també és nostre
Bajo el lema ‘L’escenari també és nostre’ hay convocada una escisión musical que se unirá hoy a la manifestación general para hacer visible la lucha de las mujeres músicas. La premisa principal está clara: “queremos más mujeres en los escenarios”; pero llama poderosamente la atención que, en el texto a partir del cual se articula la protesta, las músicas valencianas pongan de manifiesto que están hartas de sufrir discriminación por parte de promotores, gestores y agentes culturales, pero también de “público y muchos compañeros”. Da una pista acerca de la magnitud de la protesta.
“La verdad es que no ha surgido de un único movimiento, ha sido más bien la suma de ciertos factores que vienen dándose desde hace unos años: el año pasado ya estuvimos hablando de qué hacer, pero no llegamos a tiempo; algunas hicimos huelga de conciertos el 8 de marzo, pero fue algo pequeño… Este año nos hemos ido viendo a menudo en algunos actos, unos organizados por Fusa Activa u otros colectivos”. Monty Peiró (Femme Fractal, Gran Quivira) es una de las canalizadoras de la convocatoria, junto a nombres como Vanessa Giner. “Esto ha surgido porque tenía que surgir, más tarde o más temprano. Por fin hemos creado un tejido, por fin tenemos la conciencia de pertenecer a un colectivo”, explica la integrante de Carraixet y presidenta del SIMUV (Sindicat de la Música Valenciana), que remata: “es importante saber que pertenecemos a algo, y más ante esta situación de falta de referentes”.
No es casualidad que por fin sean las dos palabras consecutivas más repetidas en su discurso. Denota la insostenibilidad de las cosas. “Esto lo ha provocado la discriminación que sufrimos por parte de las instituciones, de muchos compañeros y del público -del que no tiene un consumo responsable y va a esta clase de conciertos en los que prácticamente no hay mujeres-”, reflexiona Giner, que se refiere a festivales como SanSan: “una de las reivindicaciones es que un cartel sin mujeres es un cartel machista, y festivales como el SanSan -de 102 músicos sólo aparecen 2 mujeres encima del escenario-, son vergonzosos, discriminatorios y muy, muy machistas”.
Visibilizar para abandonar la dimensión grupi
“Preguntamos en Facebook y, de repente, la cosa fue creciendo”, cuenta Peiró, y añade lo de “casi sin hacer curro” por inercia, porque lo cierto es que el curro ya venía hecho: la voluntad de hacer comunidad, que se ha manifestado en eventos como los conciertos de Femme Fractal y algunos otros a los que muchas mujeres se suman para visibilizarse, han sido fundamentales. Todo apunta a la misma dirección, la que señala Vanessa Giner: “la idea es ser cada vez más visibles y que, por fin, consigamos ocupar un sitio en el imaginario colectivo como mujeres creadoras e intérpretes, y no sólo como grupis”.
“En Femme Fractal hemos estado invitando a muchas mujeres a tocar con nosotras, creando lazos: no hemos sido las únicas, esto mismo ha sucedido con otros grupos”. Monty Peiró habla, entre otros, del concierto de Femme Fractal en 16 Toneladas el pasado mes de noviembre, en el que juntaron a una decena de mujeres sobre el escenario. El grupo que la ex Sheenas comparte con Marta Burgos e Isabel Latorre es un agitador social y cultural imprescindible. El pasado lunes publicaron en su página de Facebook un texto en el que explicaban que, como medida disuasoria y punitiva, a cada propuesta de concierto relacionada con el 8 de marzo habían respondido reclamando el doble de su caché. “Como podéis ver, no tenemos ningún concierto”, concluían: “queremos que salga más rentable programarnos en septiembre, abril o mayo que en marzo”.
De la música de conservatorio al stoner rock: todas juntas
“Creo que casi todas las mujeres que tocamos nos hemos sensibilizado con el ideario feminista y hemos buscado activamente compartir experiencias y música con otras compañeras”. No es tan complicado: ante una evidente situación de desigualdad, quieren conseguir lo que otros gremios siquiera jamás han intentado. Incluido el de la música. “Queremos estar unidas”, responde la cantante y multiinstrumentalista. “Al hecho de ser mujeres se le suma la particularidad de nuestro oficio, donde hay una serie de discriminaciones específicas que queremos combatir unidas”. A juzgar por la diversidad de mujeres y estilos que han conseguido aglomerar, no van por mal camino.
La convocatoria une, bajo el mismo lema, a algo más de un centenar de mujeres “desde el conservatorio y la música antigua, hasta el heavy metal, pasando por cantautoras, rockeras, punks”. Y Vanessa Giner regala el diagnóstico que provoca ese escenario: “todas tenemos una cosa en común: nos une el hecho de haber sufrido discriminación por ser mujeres que nos dedicamos a la música y, sobre todo, nos une la conciencia feminista”. Intérpretes de música tradicional, profesoras de conservatorio, cantantes líricas, sopranos e integrantes de la Orquesta de València junto a cantantes, bajistas, guitarristas y violinistas de bandas como Femme Fractal, Carraixet, Rosy Finch, X-Fanekaes, Mafalda (autoras del reciente documental ‘Las que faltaban’) o Reina Roja; además, entre todas ellas, las directoras de Música i Cultura Popular Valenciana del IVC y el Conservatorio Superior de València.
El principio de algo en 2018
El detonante de la movilización dentro de la movilización tiene que ver con que las niñas tengan más referentes de mujeres sobre el escenario y con trabajar todo el año, y no sólo como elemento de ornamentación exótica y dispensador de medallitas el 8 de marzo. No parecen peticiones demasiado radicales; es más, todo parece bastante más razonable de lo que pueden sugerir esas piruetas del lenguaje de quien trata de ser ingenioso pero no encuentra más salidas que la del nazi. “Vamos a ir juntas, tenemos una pancarta con un mensaje muy claro que nos ha hecho la diseñadora Anna Roig y queremos ser visibles como colectivo dentro de la manifestación”, explica Peiró.
Parece complicado asistir al inicio de nada en 2018, pero tanto Peiró como Giner coinciden en que es el principio de algo, que se está creando una red, un tejido, que puede derivar en el algo más que el fruto de la coyuntura. “Esto va a ser el principio de muchas más cosas, estoy segura de que, poco a poco, va a ser mucho más fuerte y vamos a poder crear muchas más acciones que ir puliendo con el tiempo”, avisa la instrumentista y cantante de Carraixet. “Hemos llegado hasta donde hemos podido llegar”, cierra la cantante de Femme Fractal.