La resistencia de algunos diputados socialistas a abstenerse para facilitar la investidura de Rajoy es encomiable, pero deberían haberla llevado a sus últimas consecuencias, como Pedro Sánchez
Los diputados socialistas que desafiaron al Comité Federal y votaron no a Rajoy este sábado podrán decir cuando les sancione el partido aquello de "más vale morir de pie que vivir de rodillas", y si acaban expulsándolos del Grupo Socialista, proclamar parafraseando a Méndez Núñez que más vale honra sin grupo que grupo sin honra. Pero si la paráfrasis la hacemos con el escaño, que es lo que de verdad tiene valor, a estos diputados les ha faltado el pundonor de llevar su heroica y plausible resistencia hasta sus últimas consecuencias, que no son otras que la renuncia al asiento y al sueldo.
Cuando la guerra de Irak, hubo un diputado por Huesca injustamente olvidado, Luis Acín, que renunció a su escaño y abandonó el PP tras haber tenido que votar en el Congreso a favor del Aznar de Las Azores y su -nuestra- participación en el conflicto. Se fue de manera discreta, sin mucho eco en los medios de comunicación, y se marchó de pie y con honra sin que nadie en su partido se sintiera concernido. Acín, como Pedro Sánchez y cía, sintonizaba con la inmensa mayoría de los votantes de su partido, contrarios según las encuestas a la participación de España en la guerra. Hasta las monjas salieron a la calle para decir "No a la guerra".
La cuestión de la disciplina de voto en los grupos parlamentarios es un debate sin solución en nuestro sistema parlamentario. La respuesta espontánea es: "dejemos que cada uno vote en conciencia", pero eso debería ir acompañado de listas abiertas, porque es evidente que la mayoría de los españoles vota a un partido o al líder de ese partido, como mucho al candidato que encabeza la lista de su provincia, pero no conoce al resto.
A quienes defienden el no a Rajoy de esos diputados socialistas cabe preguntarles si a partir de ahora cada uno en el PSOE va a votar lo que quiera o era una situación excepcional ante la que estaba justificado -para ellos- saltarse la disciplina de partido. ¿También será excepcional la disyuntiva si el Comité Federal decide apoyar los Presupuestos de Rajoy? ¿Quién decide cuándo la situación es excepcional para validar la libertad de conciencia? Cada uno, claro.
¿Y habrían defendido estos diputados la libertad de conciencia el pasado 31 de agosto en el caso de que 11 diputados del PSOE andaluz se hubiesen abstenido y hubiesen dado la presidencia a Mariano Rajoy en contra de las directrices del Comité Federal? No, claro, la libertad de conciencia es para cuando yo no estoy de acuerdo.
El debate en el seno de los partidos es bueno, pero saltarse las normas internas puede ser el inicio de una ruptura definitiva o de comportamientos abyectos como el tamayazo que dio la presidencia a Esperanza Aguirre. Tamayo, por cierto, dijo que actuaba -en ese caso por omisón- en conciencia.
Cierto es que el caso de los siete diputados del PSC es particular y el de las dos diputadas independientes, Margarita Robles y Zaida Cantera, merecería un análisis aparte, ya que no pertenecen al PSOE. Pero los otros seis deberían haber sido coherentes y haberse marchado a su casa o con Pedro Sánchez -él sí, coherente- a intentar la reconquista con la fuerza que da el respaldo de la mayoría de la militancia.
Algunos grupos de Les Corts se han escandalizado esta semana por la "celeridad" con que el Gobierno de Ximo Puig ha renovado los tres asientos que le tocaba nombrar en en Consell Jurídic Consultiu (CJC). Se puede estar de acuerdo en que las formas -sin esperar a que Les Corts eligiesen a otros tres candidatos- no han sido cuidadas y el momento -después de un varapalo del CJC al proyecto de Ley Trans impulsado por Mónica Oltra y horas antes de tener que dictaminar sobre la Ley de Acompañamiento- es más que sospechoso.
Pero es ridículo acusar al Consell de correr demasiado cuando lo cierto es que llega tarde, puesto que los seis miembros salientes del CJC cesaron en sus puestos el 2 de septiembre. Y es el colmo criticarlo, además, desde un parlamento en el que, en los casi dos meses transcurridos, sus grupos no han encontrado un momento no ya para nombrarlos, ni siquiera para presentar candidatos.
Y tiempo les sobra, pues Les Corts se permiten perderlo en aprobar cosas como una declaración que propone mantener todo el año el horario de verano, ocurrencia propia de quienes creen que en invierno tenemos menos horas de luz porque nos cambian la hora y que nos recogemos antes no porque haga más frío sino porque anochece más pronto, como si no aprovechásemos las noches estivales.
Nuestros parlamentarios no parecen haber caído en que la hora que se cambia es la de verano, y que en invierno volvemos al huso 'normal', que ni siquiera es el que nos toca por posición geográfica. Es una hora más.
De prosperar la iniciativa, supondría que en invierno daríamos un salto de dos horas al cruzar la frontera con Portugal y que cuando en Oviedo fuesen las 10 de la mañana en Berlín fuese una hora menos, como en Canarias. Además, dado que en Galicia llevan años pidiendo adoptar el horario de Portugal para que en junio no sea de día a las 11 de la noche, atender todas estas reivindicaciones nos convertiría en uno de los pocos países con tres husos horarios. Igual que Australia.
Ahora cuando pase el puente, a ver si nuestros diputados aterrizan y se ponen con la renovación del CJC, que se les ha pasado la hora.