VALÈNCIA. Mediados los años cincuenta del siglo XX Francisco Torrent Guasp (1931-2005) marchó a estudiar Medicina a Salamanca. Joven de familia acomodada, natural de Gandía, era un hombre inquieto con especial habilidad para el dibujo. Fue en su cuarto año de estudios cuando, dentro de las prácticas de anatomía, tuvo que diseccionar un corazón humano. Aquello resultó para él poco menos que una iluminación. Como San Pablo, se cayó del caballo y descubrió la pasión de su vida. “Desde el primer momento me fascinó aquella cavidad con sus pormenores morfológicos”, aseguraba en sus memorias, aún inéditas. Medio siglo después, Torrent Guasp, Paco, como le llamaba todo el mundo, fallecía convertido en el gran explorador, en el geógrafo por excelencia del corazón. Sus descubrimientos habían revolucionado para siempre el conocimiento de la estructura y el funcionamiento del mismo.
Este jueves 15 de junio la ciudad de València acogerá un homenaje a este científico valenciano único en una cita en la que se reunirán reputados cardiólogos para recordarle. Premio Miguel Servet y medalla de oro de la Sociedad Española de Cardiología, Torrent Guasp fue candidato al Nobel de Medicina en 1978 y su memoria está siendo constantemente reivindicada en los últimos años para que su nombre no se pierda. El acto está organizado por la Reial Acadèmia de Medicina de la Comunitat Valenciana y por el Instituto Valenciano del Corazón, bajo el auspicio de la Universitat de València y con el patrocinio de la Conselleria de Sanidad y la de Educación, así como del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Valencia y el Instituto Valenciano de Oncología.
El homenaje será como a él le gustaría, pura ciencia, y constará de una serie de ponencias sobre distintos trabajos de investigación derivados de sus aportaciones científicas al conocimiento de la banda ventricular miocárdica, al conocimiento del corazón. A partir de las 12 horas en el Salón de Actos de la Reial Acadèmia de Medicina, y presidido por el doctor Antonio Llombart, participarán, entre otros, Jorge C. Trainini, Pedro Grimalt, Francesc Carreras y Vicente Mora, reunidos al calor de sus hallazgos.
Unos descubrimientos que fueron producto de su laboriosidad. Tras una breve experiencia en Estados Unidos a finales de los años cincuenta, Torrent Guasp regresó a España y durante dos décadas, ya en su consulta de Dénia, vivió obsesionado con comprender cómo funcionaba el corazón. Las teorías al respecto no le convencían. Decidió no hacer caso a quienes le decían que siguiera la ortodoxia. Creyó en su instinto. Con una paciencia encomiable, trabajó en solitario en pos de una respuesta satisfactoria. Hirviendo en la cocina de su casa con la ayuda de su mujer, Teresa Boluda, miles de corazones de todo clases de animales, conoció los detalles de su estructura hasta que halló la solución: el corazón es una banda muscular única plegada sobre sí misma en forma helicoidal. O, según su propia descripción, “un conjunto de fibras musculares, retorcido sobre sí mismo a modo de cuerda lateralmente aplastada”.
Su teoría sobre ‘la banda miocárdica ventricular’, vista hoy, es una de las grandes aportaciones del siglo XX en cuanto anatomía humana. Un hallazgo que debe mucho a su intuición y que ha sido descrito por figuras como Mladen Kocica como “un Big-Bang científico”. No solo porque resolvía algunos de los secretos de la anatomía cardiaca que habían permanecido ocultos durante siglos, sino porque además explicaba “ingeniosamente”, en palabras de Kocica, la armonía entre forma y función dentro del corazón, algo que nunca antes la Medicina había conseguido comprender.
Una vez descrita la banda miocárdica ventricular, conocida internacionalmente como VHMB por sus siglas en inglés, había que interpretar cómo funcionaba. A ello dedicó Torrent-Guasp las siguientes décadas. Y su en búsqueda encontró nuevas respuestas. El prestigioso cardiólogo Pedro Zarco hace unos años, en la Revista Española de Cardiología, describía como el científico valenciano había comprobado que el corazón, “en lugar de ser un pistón deslizante sobre unas paredes fijas, como cualquier cilindro, se retuerce en émbolo descendente y las paredes hacen un giro espiral, con lo cual la eficacia mecánica es máxima”. “Con una gran tenacidad y un trabajo prolongadísimo, el más extenso del siglo XX de la anatomía cardiaca, el doctor Torrent Guasp imaginó primero y describió después el intrincado ovillo que forma el corazón”, añadía Zarco.
Olfato, constancia, dedicación, el mérito de su labor es inmenso teniendo en cuenta que no contaba con un equipo de investigación ni con apoyo institucional. Tal y como relata el catedrático Manel Ballester, “era demasiado adelantado para su tiempo. Rompió todos los moldes. Era un genio, una de las personas más brillantes que ha tenido nuestro país”. Y eso, en España, en la España de Franco, era casi una maldición. En los últimos años, sin embargo, logró que diversas comunidades científicas organizaran workshops y congresos específicos alrededor de sus descubrimientos, como el National Institute of Health de Maryland, entre muchos otros. De su labor dan fe los cientos de artículos, diagramas e ilustraciones que publicó durante medio siglo en revistas tan prestigiosas como Circulation, European Journal of Cardiothoracic Surgery, l‘American Association of Thoracic Surgeons o las revistas española, europea y latina de Cardiología que se hicieron eco puntualmente de sus investigaciones.
La cruel paradoja de esta historia es que su muerte se produjo de un infarto. En 2005 fue invitado a impartir una conferencia durante el congreso Madrid Arrythmia and Miocardium. En ella realizó una disección de un corazón ante el auditorio, resumiendo sus hallazgos. La conferencia fue un éxito, con prácticamente todos los cardiólogos presentes aplaudiéndole puestos en pie. Por primera vez se sentía realmente reconocido en su país y así se lo confesó a su mujer. Al día siguiente, una hora después de dar una charla en ese mismo congreso, se sintió indispuesto. Al salir del cuarto de baño de su habitación en el hotel, pidió que le quitaran la corbata y le dijo a su hijo que le desabrochara la camisa. Su corazón se paró y murió en presencia de su familia y rodeado de los mejores cardiólogos de todo el mundo, que nada pudieron hacer por salvarle la vida.
Humilde, sencillo, el recuerdo de su persona y la dimensión de su figura, un auténtico hombre del Renacimiento, un Galileo de la Medicina, hizo que su reconocimiento creciera exponencialmente. En EEUU se ha acuñado el término Pacopexia para sus teorías. Su legado permanece vivo y evoluciona en manos de expertos que siguen visitando su casa y desarrollando sus estudios científicos para llevar más lejos su gran contribución a la Medicina. En la Universidad de Kyoto se ha aplicado clínicamente y con éxito una operación de delicada cirugía cardiaca inspirada en sus trabajos y destinada a pacientes que sufren de fallos graves del corazón. La Universidad de California y la de Hull han desarrollado un innovador modelo matemático del corazón humano basado en sus descubrimientos que permitirá predecir las reacciones del corazón después de algunos procesos terapéuticos o en algunas condiciones experimentales. Su revolucionario concepto de ‘la banda miocárdica ventricular’ ha reescrito libros de texto clásicos como la famosa Anatomía de Gray, o las de Keith L. Moore o Carmine Clemente.
Tres años después de su muerte el documental El hombre que desplegó mil corazones contribuyó decisivamente a difundir en muchos otros países su figura. Ahora un relevante colectivo de la comunidad científica y empresarial, junto con la familia Torrent-Guasp, trabajan en la constitución de una fundación y un instituto cardiológico internacional para el reconocimiento de su contribución a la historia de la Medicina, custodiar y difundir su legado científico y potenciar y premiar el desarrollo futuro de sus descubrimientos.