VALÈNCIA. Decía Emile Durkheim, padre de la Sociología, cuando desarrolló el concepto de la anomia en la división del trabajo social y el suicidio, que en el momento que los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular a los individuos, se generan fenómenos sociales como el suicidio. Esta definición hecha por Durkheim adquiere ahora, con el confinamiento, más validez que nunca, pues las cifras de suicidios en el mes de mayo no dejan lugar al equivoco.
El número de personas que se han quitado la vida en València capital descendió de 29 en mayo del año pasado a 11 este año, lo que supone un caída de un 62%. En el primer mes y medio de confinamiento, es decir, la segunda quincena de marzo y el mes de abril, la media de descenso fue un poco menor que en mayo, pues se situó en un 50%. Unas cifras más que llamativas, pues no pocos aventuraban que el encierro iba a provocar más autolesiones y muertes.
Santiago Rincón, forense experto en psiquiatría y cuya tesis doctoral versó precisamente sobre 550 casos de suicidio, señala que "en principio son pocos casos, pero el descenso es significativo". Preguntado en a qué achaca esta caída, el doctor Rincón explica que "la explicación más sencilla es que las relaciones personales de la sociedad durante la etapa de confinamiento han unido más, como los lazos de las moléculas, a los miembros de las familias".
También dice que una explicación puede ser que "las personas que han estado encerradas en casa han estado menos aisladas, y hay que pensar que las relaciones interpersonales se han incrementado en el ámbito familiar, todo parece indicar que en muchas familias se han recuperado aficiones y juegos familiares como las cartas, la oca o el parchís, y eso ha generado una unión interpersonal mayor, a pesar del aislamiento".
Como ejemplo, pone el de una compañera suya de trabajo cuyas hijas, de ocho y once años, "se han hecho amigas durante el confinamiento". Asevera el experto que el pasar tanto tiempo juntos ha unido a las familias, las ha unido tanto que, en líneas generales, todos los padres que tienen hijos pequeños "aseguran sorprendidos que se han portado muy bien", y ello es debido a que "ahora tienen mucha más atención por parte de sus padres que antes. Ahora hablan entre ellos".
Sobre las medidas de prevención de cara al futuro, el médico explica que "todo lo que es prevención del suicidio está en auge, aunque habrá que esperar a final de año para saber cómo son los datos globales porque no podemos saber el desarrollo futuro de las personas que tienen problemas, y que por haber tenido una red familiar no han dado el paso".
En cuanto al estudio futuro de los datos, Rincón asegura que "el fenómeno del suicidio ha estado siempre mal estudiado porque faltan datos. En muchos casos no hay información veraz para atribuir el suicidio a un factor concreto. Muchas veces porque quien se suicida no dice por qué lo hace ni deja una nota y, otras, porque las personas que se relacionan con él no aportan esa información".
Dice que es muy complicado, por ejemplo, para una madre cuyo hijo adolescente se ha quitado la vida, explicar los verdaderos motivos que le han llevado a tomar esa decisión, el sentimiento de culpabilidad de los familiares de los suicidas es un hándicap muy real a la hora de contar con datos fiables para realizar un estudio pormenorizado.
Pero lo más importante, a la luz de los datos con los que se cuenta durante el confinamiento es la prevención y esta "viene determinada por las relaciones personales de familia, amigos y compañeros de trabajo. Desde hace más de un siglo se sabe que potenciar estas relaciones, hacerlas más sinceras, es la mejor prevención. Y conocer los recursos que existen en salud mental. Las relaciones personales lo cambian todo, hemos estado todos juntos en casa, a pesar de los problemas que se avecinan", apostilla Rincón.
El suicidio siempre se ha considerado como un tema tabú por parte de la prensa, y la sociedad en general. El motivo no es baladí. Todo comenzó a raíz de un estudio realizado en Estados Unidos por el sociólogo David Phillips en 1974 que afirmó que existía lo que se conoce como 'efecto Werther’ o 'efecto Copycat’. Philips elaboró un estudio entre 1947 y 1968 que demostró que el número de suicidios se incrementaba en todo Estados Unidos al mes siguiente de que el New York Times publicara en portada alguna noticia relacionada con un suicidio.
El 'efecto Werther' toma su nombre de la novela Las penas del joven Werther de Goethe, un libro publicado en 1774, en el que el protagonista sufre tanto por amor que termina por suicidarse. Esta novela fue muy popular entre los jóvenes de la época y muchos de ellos llegaron incluso a suicidarse de formas que parecían imitar la del protagonista. De hecho, las autoridades de Italia, Alemania y Dinamarca llegaron a prohibir la novela.
Escribir sobre este tema no es nada fácil, pues cada dos horas y media se suicida una persona en España, diez al día. Los número son escalofriantes pues los muertos por suicidio duplican a los de accidentes de tráfico, superan en once veces a los homicidios y en ochenta a los de violencia de género. Sin embargo, escribir en general sobre este campo, y no sobre un suicidio concreto que pueda generar el 'efecto Werther', es incluso bueno según los expertos, pues se puede explicar a la población cuáles son las motivaciones y ayudar en la prevención.