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GRAND PLACE / OPINIÓN

Mi hombre en La Habana 

29/11/2016 - 

Y en eso llegó Fidel. O, mejor dicho, se fue…, en el momento más inoportuno. La muerte siempre es inoportuna. Y la de Fidel Castro, el héroe de la Revolución Cubana, o el “brutal dictador” para el hoy presidente electo de los Estados Unidos Donald Trump, no es una excepción. Cuba en la memoria. En 2003 viajé a la isla ante los rumores de la inminente muerte de Fidel Castro. Quería conocer la Cuba de antes y la de después. Volví con el corazón roto… Para la generación que hemos crecido con los estertores románticos de la “nueva trova cubana” de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Cuba era el último baluarte de la revolución. 

Y encontré una Habana Vieja y ajada, como el resto de la isla, como los ojos de los cubanos que abrillantan sus “chevrolets" con amor, con añoranza, con esperanza. El discurso del Comandante se repetía monótonamente 24 horas al día en la televisión del hotel. Restos de la decadencia de un Batista que empujó a los cubanos a luchar a la montaña. Sólo la ignorancia, hija de nuestra comodidad capitalista, obviaría que más de 50 años de embargo han impedido incluso comprar pintura para adecentar las casas. 

Los cubanos se levantan muy temprano para ir a ningún sitio a trabajar. A las siete de la mañana, ya con el sol en lo alto, esperan sin desesperar en las cunetas de las carreteras. Esperan el paso de una camioneta, más ajada si cabe que La Habana misma, que los recoja para llevarlos a su destino, si es que éste existe. Recorrer la isla por la costa te embarga de una  sensación de culpa al ver al pueblo cubano deambulando por las cunetas, trabajadores que van o vienen, grupos de escolares en uniforme con la cartera a la espalda… 

Impolutos, educados, los niños de La Habana, de Cuba, andan orgullosos hacia la escuela. Qué lejos de las imágenes de niños mendigando por las calles de los países vecinos, a excepción de las “jineteras”, niñas púberes y adolescentes que se vendían por una cena en un paladar -casa de comidas-, tal vez por una falda bonita. En la memoria perdura la imagen de una mesa en uno de los pocos restaurantes de la zona de las embajadas, con dos anglosajones sesentones compartiendo cena y Coca Cola con dos niñas aún con los vestigios del uniforme escolar. 

La misma escena se repetiría en la playa de Varadero, donde tres yanquis oteaban desde sus hamacas, hartos de cerveza y de “mojito", con una nube de adolescentes en bikini a su alrededor. El turismo depredador no acabará aquí. Varadero es la joya de la corona, con esas casitas de pescadores junto a unas playas paridisíacas…, que no tardarán en desaparecer objeto de la especulación inmobiliaria en cuanto la isla se abra en canal. 

Y en eso llegó Fidel. La Unión Europea comenzaba a purgar sus culpas por seguir el legendario embargo norteamericano y por ceder a las presiones de un gobierno con José María Aznar a la cabeza, que impuso sus fantasmas anticomunistas a los intereses de Estado. El camino de  acercamiento con Cuba iniciado por los gobiernos de Felipe González estaba ahora plagado de minas, hasta el punto de que influyeron en la Posición Común entre Cuba y la Unión Europea de diciembre de 1996. 

Las buenas intenciones de la Unión, para favorecer un proceso de transición hacia una democracia pluralista en la isla, fueron dinamitadas por el gobierno de Aznar obligando a condicionar la ayuda de los Estados a un etéreo respeto a los derechos humanos y la democracia. España renunciaba así a su influencia en favor de una Unión Europea cada vez mas diversa y más dispersa. Y ésta interrumpió su cooperación económica en favor de los Estados  miembros.  

No tardó en reconocer el error y en 2008, con el gobierno de Zapatero reivindicando su papel de mediador,  la Comisión Europea restablecía una política de cooperación al desarrollo a través de varios instrumentos que inyectaron millones de euros en la isla, mientras las empresas españolas reclamaban su protagonismo, y con razón. Hace unos meses, la Comisaria de Acción Exterior, Federica Mogherini, firmaba el texto inicial de la negociación bilateral con Cuba para un diálogo político. 

En el momento más oportuno…, si no fuera por el brutal comunicado de Donald Trump a la muerte de Fidel Castro, negándole al pueblo cubano el pan y la sal. Este manifiesto ha penetrado en la isla como las olas que invaden el Malecón, que arrasan lo que encuentran a su paso e inundan de desesperanza los atisbos de libertad que comenzaban a vislumbrarse en la isla. Una muerte inoportuna…

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