VALÈNCIA. “Mi colega y yo teníamos una filosofía. Si tengo galletas Oreo normales y tú dobles, te las quitaré porque las necesito. Así es como vivimos. Lo pasamos bien disparándonos”. Kriston, de 16 años, recluido en una cárcel de menores en Estados Unidos, le explica las razones por las que empezó a delinquir a Michael K. Williams, el actor que interpretó a Omar Little en The Wire. Aparecen juntos en Raised in the system, el documental que emitió VICE en HBO el pasado mes de abril coincidiendo con el inicio de su sexta temporada. Es el segundo proyecto documental del actor, tras Black Market with Michael K. Williams, una incursión sobre las causas del crimen y la delincuencia de la que ya hablamos en Culturplaza.
En los años 90, políticos como Bill e Hillary Clinton, o el republicano Newt Gingrich, apoyaron medidas que condenasen a los menores de edad con sentencias casi tan duras como las de los adultos. Por entonces el crimen juvenil se había disparado. “Ningún crimen violento es menor. Si disparas, eres adulto”, dijo Gingrich. “Ya no son simples bandas de chicos. Son superdepredadores, sin conciencia ni empatía”, afirmó Hillary Clinton. En esa época se crearon centros penitenciarios para jóvenes “como las de los adultos, pensando que era la mejor forma de solucionarlo. Y se olvidaron que eran niños”, explica Andrew Block, director de uno de esos centros.
“Estamos enviando a toda una generación de jóvenes a prisión. De hecho, salen del sistema peor que cuando entraron”. Michael K. Williams, Omar Little para los amigos, resumía de esta forma el contenido del documental. “El sistema de justicia juvenil es un campo de entrenamiento para más caos y más problemas, que no aborda el hecho de que son niños”, dijo el guionista David Simon en la presentación del documental.
Cubbon, jueza de menores, considera que encarcelar a jóvenes es el último recurso. “Cubbon sabe que la cárcel no solo no reduce el crimen sino que condena al fracaso a toda una generación de jóvenes”, dice Michael K. Williams de ella. “Durante años se pensó que la prisión rehabilitaría a las personas, ahora sabemos que no es así. ¿Sabe qué hacen al volver a casa? Lo que mejor sabían hacer, delinquir. Y encima ya no podían encontrar trabajo ni tenían una base educativa. Perdimos a una generación de jóvenes. ¿Y todo para qué? El crimen no dejó de aumentar”, se lamenta.
Felicia Pearson, la actriz que interpretó a Snoop en The Wire, ha pasado por uno de esos centros penitenciarios. Entró con 15 años. Con una madre adicta al crack, vivía en las calles. Conoció pronto las drogas, la violencia… hasta que cometió un homicidio. “Me sentía sola en el mundo. Nada me importaba. Absolutamente nada. No me importaba morir”, le cuenta a su compañero de serie. “Estaba cabreada con el mundo y conmigo misma”.
Criminales becados
Una cuarta parte de los niños afroamericanos tendrá a uno de sus padres en prisión. El riesgo de repetir el esquema se hace más evidente cuando tampoco tienes muchas opciones de salir del barrio o tener acceso a una educación. “Estos chicos no crecen pensando a qué universidad van a ir. Les da igual acabar el instituto. No sé qué hace falta para ser médico ni cómo convertirme en abogado, porque no hay ninguno que viva aquí. Sé cómo ser un criminal, cómo vender droga. Sé empuñar un arma, porque lo veo cada día. El epítome del éxito es salir del barrio, ¿pero cómo vas a dejar un rastro de migas para que otro lo siga?”, explica James Houston, agente de barrio de la Oficina de Seguridad Ciudadana de Richmond, un programa creado por el gobierno con el objetivo de reducir los asaltos y muertes por armas de fuego en dicha localidad.
El programa piloto en Richomnd comenzó en 2009, cuando la ciudad sufrió 45 homicidios relacionados con armas y más de 180 tiroteos no mortales. Tras un estudio pormenorizado sobre la situación, se llegó a la conclusión de que solamente 28 personas eran responsables del 70% de esa actividad criminal. “Aquello sí podíamos abarcarlo, y nos centramos en los puntos calientes, en ayudar a las personas que estaban en esos lugares”, explica Devone Buggan, fundador del programa. “Creamos la figura del agente de barrio, alguien que no solo ha estado en prisión en el pasado, sino que ha tenido cargos por armas”.
Estos agentes de barrio inscriben a jóvenes en becas de 18 meses que sirven para encauzarlos hacia una vida mejor. Se pasan el día en la calle acompañando a esos chicos, crean una relación de confianza con ellos y les muestran otros caminos. Los jóvenes, gracias a la beca, recibe una remuneración mientras reordenan su vida. La beca supone 9.000 dólares a lo largo de 19 meses, mientras que mantener en prisión a un joven en California cuesta 200.000 dólares al año por recluso, cuando la estancia media es de 3 a 5 años. El programa piloto de Richmond cuenta con un presupuesto anual de 980.000 dólares, y desde que está en funcionamiento, ha reducido los homicidios en un 70%.
“Ser pandillero sería entrar en una de las dos cajas: la celda o el ataúd ¿Por qué seguir haciendo lo mismo? Cuando salga, no me compraré un arma sino un traje”, dice uno de los chicos del programa. Todavía hay esperanza.