Miguel Muñoz dibuja con tijeras la iconografía pop reciclada para la exposición “Del Papel al Pixel” inaugurada en las Cervezas del Mercado de Colón by BWK
Fan fatal de la iconografía pop, exportador de éxitos para djs, escaparatista de referencia y dibujante con tijeras. Así podría definirse el artista multidisciplinar Miguel Muñoz que consigue sorprender, una vez más, con su última exposición, “Del Papel al Pixel” que se inauguró ayer en Las Cervezas del Mercado de Colón by BWK. En ella muestra un carácter híbrido, entre el papel y lo digital, plasmando siempre su deseo de archivar en imágenes una experiencia individual y colectiva. El pixel es la base de la nueva estética. El pop es el origen. Esta muestra es el tránsito.
“El término avatar procede del sánscrito y guarda relación con el dios hindú de la protección y la bondad. Más tarde, este concepto fue adoptado por los videojuegos en los años 80, adaptándose a la acepción inglesa de su significado, que conlleva un sentido a la vez religioso y profano: manifestarse y reencarnarse. Las nuevas tecnologías de la comunicación han propiciado esta pasión por la máscara, la fascinación por la imagen digital, a la vez especular y transformadora. En este orden de cosas, no es de extrañar que la obra de Miguel Muñoz vaya mutando, volviéndose permeable a las texturas y las atmósferas del mundo digital”, explica el profesor de Cine en la Universitat de València, Fran Ayuso.
“Para mí el collage es como dibujar con tijeras. Cualquier cosa me sirve para realizar uno de mis trabajos”, explica Muñoz, que añade: “Al final es una forma maravillosa de reciclaje y aunque mi proceso de creación pueda parecer caótico y anárquico todo tiene un sentido, aunque a veces no es lo que buscaba o tenía en mi cabeza, pero casi siempre me suele gustar más que la idea original que pensaba desarrollar”.
El mayor estudioso de la obra de Muñoz, el profesor Ayuso, considera que “su gesto artístico es el del eterno retorno, recuperando iconos de la cultura popular que van adquiriendo una inusitada vitalidad, tratando de atrapar instantes significativos en un mundo cada vez más fragmentado” y por eso, recuerda la película El tiempo en sus manos (George Pal, 1960) porque, como en las obras de Muñoz “transitan por un tiempo sin límites, siempre en movimiento, tratando de captar aquello imperceptible, un movimiento al azar, transformando el espacio hasta introducir lo fantástico en lo cotidiano. Y ofreciéndonos la posibilidad de elegir el avatar con el que podamos unirnos a dicho movimiento inestable”.