VALÈNCIA. La obra de la que vamos a hablar a continuación no es una obra de teatro como tal, aunque se le parezca y se desarrolle en una sala de teatro. Es más bien una suerte de concierto teatralizado. Pero no del todo. Es un espectáculo sonoro, sí, ese es el concepto que mejor enmarca el asunto del que vamos a tratar. “Es un formato que no se puede clasificar de una manera ni de otra. A mí me gusta lo de espectáculo sonoro, pero realmente está muy desdibujado”. Una vez aclarados -o no- los términos base, continuamos. Estas palabras las firma el pianista y profesor del conservatorio de València Miquel Ausina, que en apenas unos días estrena 14 días en la Sala Carme Teatre, un proyecto que se sube a las tablas con el objetivo de acercar la música contemporánea a públicos que quizá no estén acostumbrados a ella, todo mediante una combinación única que la conecta con animación y teatro.
Desde 2016, el pianista trabaja en la divulgación del repertorio de ‘músicas de nueva creación’, un camino que le ha llevado a encontrar en las artes escénicas el lugar perfecto para conectarse con nuevos públicos y disciplinas, un proceso que le llevó a desarrollar en 2021 su primer espectáculo, Metamorfosis. Esta primera experiencia se eleva ahora con 14 días, cuyo estreno absoluto acoge la Sala Carme Teatre del 23 al 26 de marzo, un espectáculo sonoro que gira en torno a la música como refugio y las manos como elemento identitario. La pieza se dibuja como una distopía que arranca cuando un hombre entra en un lugar abandonado donde hay un piano. “Ese lugar es un refugio, pero también un espacio hostil”, relata Ausina en conversación con Culturplaza. La música se convierte así en una “salida” para superar un momento más que complejo, una experiencia en el que no estará solo.
Este refugio está también habitado por una mujer, interpretada por Ana Casanova, que permanecía allí oculta hasta la llegada del pianista, una mujer que “también usa sus manos para expresarse”, aunque de manera distinta, pues se comunica mediante lengua de signos. Esta conexión se ha formado de manera “natural”, explica Ausina, un camino que ha hecho que el espectáculo sea más inclusivo y para el que han colaborado con Josep Gimeno, con el objetivo de moldear el proyecto para llegar a más públicos. “En algunas escenas hemos trabajado con sonoridades muy graves, amplificadas en el patio de butacas para que las ondas que producen lleguen a los cuerpos de quienes no pueden oír. También, en la medida de lo posible, hemos diseñado el tratamiento de la luz para que toda la información visual se perciba fácilmente”.
Y es el aspecto visual otra de las claves de un espectáculo que despliega sus tentáculos para conectarse con no pocas disciplinas y creadores, entre ellas, la animación. La narración toma forma de la mano de las ilustraciones creadas por Carla Protozoo y unos dibujos animados fotograma a fotograma mediante la técnica de cut out, una animación que crea una segunda capa en la historia de Ausina y Casanova. Pero, ¿cómo encajan todas estas capas creativas? De nuevo, colaboración es la palabra clave para entender cómo se ha armado el espectáculo. Este camino no lo transitado Ausina solo, sino que ha contado con dos aliados: Eva Zapico y Xavo Giménez. Fue Zapico, responsable de la dramaturgia, quien se alió con Ausina en la primera fase de creación de 14 días, un camino marcado por la experiencia de Metamorfosis, en la que primero se definieron las músicas. En esta segunda pieza, se fue construyendo hilando los distintos elementos, un “toma y daca” al que más adelante se sumó Giménez, en la última fase de creación de una pieza en la que tiene especial importancia el espacio sonoro creado por Teo Cid, caracterizado por un ruidismo electrónico, muy acorde con los universos distópicos.
Es el elemento musical, claro, el “esqueleto” de una propuesta que quiere llevar las músicas “de nueva creación” a más públicos, un reto mayúsculo, explica el pianista, en una ciudad que cuenta con pocos espacios para estos sonidos, con contadas excepciones como el festival Ensems. “Escuchar una hora de Beethoven, con todo el respeto, es duro. Con la música contemporánea, la suerte que tenemos, es que hay mil formas de hacerla. Mi idea es trabajar siempre desde la variedad. En 14 días mido muy bien las veces que me siento al piano, tiene que haber un equilibrio”, relata Ausina. Con la mirada puesta en llegar al público “no especializado”, la selección de piezas era clave, un repertorio que pasa por autores como Luka Raven, que ahonda en el paisaje sonoro de una máquina de escribir; George Crumb, “un clásico dentro de los contemporáneos” o el valenciano Manuel Rodríguez, mediante los que se construye una narrativa en la que lo visual y lo sonoro van de la mano. “La gente se asombra de cómo conecta con estas músicas, tienen un punto de virtuosismo que es muy atractivo a nivel visual y un poco hipnótico”.
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