La rapsoda valenciana ha ganado ya varias encuentros de 'spoken word' a partir de poesía. Ahora representa a València en el torneo estatal que este año se celebra dentro del festival Vociferio
VALÈNCIA. Este viernes se celebra la inauguración de Vociferio 2018 en el Museu de Belles Arts de Castelló. Para dar el pistoletazo de salida a este festival de la palabra –a través de muy distintas disciplinas–, la capital de la Plana acogerá la final del 8º Campeonato de España de Poetry Slam. Esta modalidad de poesía en directo, a contrarreloj y con votaciones en vivo contará con los ganadores de distintos campeonatos regionales del año: Marçal Font, Dani Orviz, Dyso, Pablo Cortina, Margalida Followthelida y Mississippi.
La última de la lista es la sensación valenciana del fenómeno, que ya peleó el pasado año por el título nacional y que en València no ha dejado de encadenar premios desde que hace apenas año y medio diera el paso adelante para subirse al escenario y hacer de la poesía un arma arrojadiza. Hablamos con ella para entender mejor el movimiento y sus ramificaciones, que van desde virales con millones de visitas a best sellers adolescentes colapsando los accesos a las ferias del libro.
-¿Cuál es tu primer recuerdo con la poesía?
-Gloria Fuertes. Seguro. Leía muchos cuentos suyos, historias, tanto en prosa como en verso. Esos juegos lingüísticos que hacía me parecían divertidos y todavía los recuerdo.
-¿Cómo has vivido su revival?
-Encantada. Su trabajo me sigue pareciendo igual de estimulante. Unos compañeros poetas de València revisitaron su libro Isla ignorada; su primer poemario. Una delicia. Creo que sigue siendo una creadora muy ingeniosa y una poeta muy actual.
-¿Y desde Gloria Fuertes hasta la Universidad, hubo poesía?
-No. En el instituto me atiborraron de clásicos que no me gustaron mucho. Creo que la aborrecí y no tuve inquietud por buscar nada más. O nada me llamaba la atención. Empecé a escribir poesía ya en la Universidad [Magisterio] gracias a un profesor que tenía una asignatura de creación literaria. Y volví a jugar con las palabras, escribiendo, escribiendo... empecé a indagar otra vez.
-Escribías y leías, pero todavía quedaba lejos la idea de subirte a un escenario o grabarte para un canal de YouTube.
-Muy lejos. Escribía y leía, sobre todo, a hombres. Pessoa y Salinas. De la lectura pasé poco a poco a la oralidad, aunque al principio pensaba que eso no iba conmigo. Pero es cierto que soy muy activa, muy de movimiento y que en Barcelona conocía el Poetry Slam. Una cosa me llevó a la otra y allí vi que la poesía se adecuaba más al ritmo de las canciones, a las dobles intenciones, a las ironías y a la puesta en escena. A partir de ese contacto empecé a crear yo, hice un curso intensivo de cuatro días y al volver a València me apunté al Slam. No hice jams ni sesiones de micro abiertos. Directamente al Slam.
-¿Cuándo?
-Noviembre de 2016. Enseguida gané. Gané meses, porque es una competición por puntos, como una liga. Luego empecé a perder alguno, pero me clasifiqué para la final de 2017 a nivel estatal que se celebró en Ciudad Real y donde aprendí muchísimo gracias a los adversarios.
-Tu crecimiento ha sido rápido, pero también el del fenómeno del Slam. ¿Es tan exponencial como parece?
-Lo es. Está creciendo tanto que hemos llegado a ver participantes de Got Talent (Telecinco) haciendo este tipo de propuestas o mezcladas con artes performativas. Antes de que esto sucediera, poetas como Marwan y otros jóvenes estaban generando ya movimientos masivos. Luego, además, está todo el movimiento creciente de la poesía en Instagram que se ha hecho súper grande. Y, de repente, el poema viral de Alejandra Martinez que llegó a miles de personas. Y luego el mío...
-¿Cómo encajaste el efecto viral en el que se convirtió tu poema a Disney?
-Bueno, precisamente había visto lo que había sucedido con Alejandra. Ella también hablaba de temas a partir de letras de canciones de pop y reggaetón. El mío también se amplificó por el mensaje feminista, tocando la fibra de Disney y la infancia que le llega a todo el mundo. El feedback fue increíble y recibes muchas cosas buenas y algunas malas. Las malas son las que hacen ruido y con las que te quedas a corto plazo. Insultos sin más, cuestionando mi aspecto físico, que no me había documentado bien, que no pillaban mis ironías, la gracia... Yo siempre parto de una crítica social, así que siempre tengo retorno de todo tipo. Pero pasado un tiempo me quedo con las cosas buenas. Me llamó mucha gente para entrevistarme, se interesaron por mi trabajo y pude actuar en otros sitios.
-El fenómeno de la poesía masiva tiene muchas realidades a partir de internet. Las grabaciones de los Poetry Slam, los canales de YouTube, Instagram... ¿Qué diferencias hay entre todas esas posibilidades?
-Sí noto una distancia mayor en Instagram. A menudo todo se resuelve con una imagen estanca. Tiene mucho de postureo y está contaminado por esa necesidad de mostrar constantemente un nivel de vida alto, con la perversión de mostrar una especie de vida aspiracional a la que tus followers no van a llegar. El youtuber puede tener esto o no, pero tiene también la perversión frente al directo de que un buen montaje puede maquillar esa realidad. Te puedes hacer cuantas pruebas quieras y editar y editar.
-En todos estos casos, el mensaje es súper directo. Utilizáis un lenguaje que, al contrario que buena parte de la poesía editada en papel, se permite pocas capas y tiene mucho que ver con el lenguaje y la comunicación de lo inmediato. ¿Esto te inquieta?
-Bueno, digamos que lo que me pregunto es si la gente que está consumiendo masivamente todo esto acabará llegando a textos más sosegados. Esa es la gran duda, si se queda en lo que se ve a simple vista o esto se convierte a algo que va más allá. Creo que hay de todo y que mucha gente se queda con los poemas de internet porque ya le causan una serie de emociones. También creo que hay otras personas que investigan a partir de ello y que puede ser una puerta a algo más.
-En tu caso, no has dejado de ganar todo tipo de encuentros. ¿Tienes miedo de que esa dinámica cambie y de no encontrarte cómoda si pierdes ese ánimo competitivo?
-Lo único que creo que pueda cambiar es que se cansen de mí porque ya me hayan visto demasiadas veces. Mis temas y mi estilo no han dejado de variar y las poesías críticas van de la política al consumismo, a cuestiones feministas... Es cierto que ha sido bastante exitoso el inicio, pero yo siento que esto es solo el comienzo. Además, sobre todo he hecho territorio Slam. Ahora he empezado en otras opciones como la del recital. Hice uno de 40 minutos en un instituto y me encantó. Sin crono, sin votaciones... a los nanos les encantaba. Sé que les puedo hablar en su idioma, me entienden y les toco la fibra.
-Eres maestra de primaria y un fenómeno viral. ¿Ha llegado a suceder que tus alumnos te reconozcan?
-El poema de Disney llegó justo cuando terminaba una sustitución. Acababa de salir y algunos alumnos me encontraron en YouTube y me empezaron a comentar. Eran antiguos alumnos. En el trabajo no ha sido un problema porque, creo, como mucho se alegran de trabajar con alguien que hace algo así.
-¿Cómo ha cambiado tu poesía para el directo en este año y medio?
-Hay una fase que se mantiene: los nervios antes de salir a escena. Creo que es sano, que le sigo teniendo el mismo respeto. Ahora me muevo con más naturalidad y confío más en mí. Cuando empecé creía que no sabría memorizar un texto, pero cuando pasaron las primeras veces y vi que no me quedaba en blanco...
-¿Sigues leyendo poesía editada convencionalmente?
-Sí, pero son dos mundos que separo totalmente. Por un lado todo lo que tiene relación con la oralidad y lo escénico y por otro la palabra escrita. El Slam sigue siendo lo nuevo para mí y me gusta poder disfrutar de la poesía en estas dos vertientes.
-Ahora vas a editar un libro que son adaptaciones de tus Slam.
-Sí, porque es cierto que hay un público que demanda ese traslado. Va a ser una especie de grandes éxitos con algunos inéditos y todos van a llevar un código QR para que se pueda ver el vídeo.
-¿Hasta qué punto crees que este fenómeno está relacionado con la necesidad de mensajes muy concretos y directos y con el consumo de estos a través de pantallas?
-Totalmente. Hay toda una masa de población que consume para ya y fácil. El GPS nos ha acostumbrado a no memorizar ninguna ruta y todo funciona más o menos así. Los nativos digitales lo necesitan fácil y al instante. No creo que esto sea necesariamente malo. Lo único malo es que el cambio esté siendo tan rápido y que no podamos calcular que sucede si los mensajes son frívolos o no.
-Por último, está otra cara de la reconexión de la poesía con públicos jóvenes y masivos: el fenómeno editorial de autores muy jóvenes que basan su comunicación en Instagram. ¿Es un mundo muy alejado del Poetry Slam?
-Creo que sí, pero no necesariamente peor. El público joven conecta con las inqueitudes de los jóvenes. Además, sucede rápido y fácil a través de Instagram. Les tienen en pedestales y es cierto que en las ferias del libro se arman colas interminables. Yo veo en todo esto algo positivo si de ahí van a salir personas con ideas más interesantes para afrontar la vida. Lo veremos en un tiempo, no mucho. Lo que no sabemos es si ese tipo de poesía de verdad les va a servir para algo más que para la emoción instantánea que viven en ese momento. Aun así, confío mucho en la juventud. Nunca se me ocurre pensar que son tontos. Ese es un lugar común. Es más, creo que solo ellos pueden encontrar nuevas formas de expresión y de arte desde el atrevimiento y a través de sus propios canales.