Hoy es 6 de octubre
Ya no somos una sociedad invertebrada, que es lo que antes decían, sino más bien inacabada. Después de tantos años como invertebrados continuamos en el tiempo de realidad incompleta y sometida cada vez más al capricho político. Cada día más rancio e inconsecuente. Esa sociedad que vende ropa interior a las puertas de su plaza principal como si en ello nos fuera la vida y la modernidad. Nadie lo explica. Simplemente se ejecuta. No existe rigor. Ni realidad. Ni aspiraciones comunes. Somos producto de un hecho carente de autocrítica.
Cualquier político de tres cuartos de pelo nos vende una idea y con sus mensajes tuiteros nos quiere demostrar una realidad paralela adornada en una supuesta verdad mediática amplificada por el propio poder a nuestra costa. Sea del signo que sea. Como si el tiempo no hubiera transcurrido y la evolución social fuera una entelequia, o una ilusión pasajera. Ante la ausencia de verdad nos queda el capricho. Sale un concejal que ha plantado cincuenta árboles en un año y parece que ha construido un gran paisaje urbano. Dice que ha sido “un esfuerzo personal”. Como si no fuera con el cargo. Antes compraban con paellas urbanas, Ahora con mensajes en redes sociales. Cualquier edil tiene a su cargo un par de fichajes que reparten eslóganes a cambio de un sueldo. Repiten dogmas. El mensaje ya es lo de menos. Lo importante es convencer. E insistir en su supuesta verdad.
Por ejemplo. Leo en estas mismas páginas que la nueva RTVV, o sea À Punt, ha encargado una nueva paella rusa que hizo famosa el gran Joan Monleón al que debemos un monumento. Pero han pasado treinta años. En aquellos años fue punto de mira porque aspirábamos a un cambio que con el tiempo se nos ha quedado en espacio abrupto. No creo que el encargo de esa paella sea para el museo de los cuentos históricos o las ocurrencias de un director general. Que igual. Más bien de producto de no saber qué hacer. Desconozco si À Punt tiene intención de recuperarla. Todo es posible. Ante la ausencia de iniciativas, mejor volver al pasado. Inventar o crear está de más. Si À Punt es reflejo de nuestra sociedad con un 3% de audiencia es que nuestra verdad está muy equivocada.
Pero ellos continúan en lo suyo. Quieren más. Son insaciables. Les falta más dinero para un medio de comunicación que ni levanta cabeza ni tiene perspectivas de presente. Y que se repite. Son más de lo mismo. Compañías amigas, productoras decididas que dicen van a cambiar nuestra realidad sensorial.y convertirnos en paradigma televisivo, en industria puntera.
¿Cómo salvar una TV autonómica que simplemente aspira a consolidar puestos y plantillas, comités de sabios y asesores a base de dietas? Pues yendo a lo suyo, pero no en pro de una avance social o cultural. Sólo de reparto político.
Me pregunto cuántas televisiones locales con el dinero de À Punt y sus medios técnicos serían capaces de organizar un medio de empuje y reflejo social o al menos de identidad y punch.
Tenemos una televisión que nació viciada por el poder. Lo de siempre. Piden más dinero, más puestos de trabajo, más plantilla. El agotamiento intelectual debe de ser caótico. Mientras tanto, la programación cambia de manos, horarios y espacios. Se repite hasta el aburrimiento. No le sirve ya ni a la clase política para salir en antena porque como nadie lo ve para qué perder el tiempo.
Lo contaba hace unos días Álvaro G. Devís en estas páginas. Sin Contrato Programa en vigor, con un Consejo Rector interino, ni convenio colectivo de qué sirve una televisión autonómica abocada al caos o simplemente al reparto de cargos.
Así que mejor volver al pasado, aunque hayan transcurrido treinta años cuando la sociedad sí ha cambiado de forma escandalosa. Nadie ve hoy la televisión con la misma perspectiva porque la realidad es absolutamente distinta para el que quiere ver. Pero ya no vemos ni la televisión, salvo a la carta. Los lenguajes son absolutamente diferentes, pero hay que contentar a los propios. No se cree esta televisión ni la propia televisión ni siquiera quien la financia, que somos todos. Todo forma absolutamente parte de un reparto territorial inmediato. De un capricho público sin mucho sentido y del que huir. Han hundido un medio de comunicación social y lo están dejando caer. No existe ni renovación generacional. Si mandamos los espacios culturales a la madrugada para qué nos hablan de cultura popular o de apoyo a la cultura.
Espero que vuelva la Paella Rusa. Joan Monleón fue un aventajado a su tiempo aunque mi sociedad de entonces fue cruel. El tiempo le ha dado la razón. No salimos de la coentor. Á Punt es el mejor ejemplo. Con las bragas a las puertas del Cap i Casal tenemos bastante. Es nuestra seña de modernidad y al final siempre acabamos de paella. Aunque sea rusa.