VALÈNCIA. El PSPV respira tranquilo. Igual que su líder, Diana Morant. Pedro Sánchez anunció este lunes la decisión de seguir al frente del Gobierno después de su 'permiso retribuido' de cinco días para reflexionar sobre si continuaba o no ante la "estrategia de acoso y derribo" de la ultraderecha contra él y su mujer.
Una dimisión inmediata habría causado una crisis institucional, pero también de partido. Algo que a su vez habría afectado de manera directa a líderes como Morant, la nueva secretaria general de los socialistas valencianos. Aunque fue elegida sin oposición en el reciente congreso extraordinario del PSPV, un adiós del presidente del Gobierno la habría dejado sin su principal apoyo en Ferraz y, además, con su cargo de ministra pendiente de los siguientes pasos de la sucesión.
Nada de eso tendrá finalmente lugar. Sin embargo, invita a una reflexión sobre el escenario en el que se mueve Morant. La ministra se encuentra en una situación delicada y de fragilidad debido a su dependencia directa de Sánchez. Su futuro está subordinado, principalmente, al de él tras ser la ungida por Ferraz y al ocupar un alto cargo en el Gobierno central.
El cónclave en el que se alzó como nueva líder está cerrado, pero el pegamento de la federación valenciana socialista es Sánchez. Así que cualquier decisión del presidente del Gobierno le afecta directamente a ella.
Entre sus retos está, precisamente, el de crear un liderazgo propio sólido con cuestiones pendientes como combinar su potencialidad como ministra con una presencia consistente en la Comunitat como cabeza del PSPV. De hecho, su ausencia el pasado domingo en la manifestación de apoyo a Sánchez en la sede del partido en València llamó la atención internamente y alimenta cierta incertidumbre respecto a cómo va a gestionar ese doble papel.
En este contexto, Morant se enfrenta el próximo jueves a la primera reunión con el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Ahora sí, con normalidad. La estrategia del jefe del Consell será la de ceñirse al guion al que lleva recurriendo desde hace tiempo: el de tratar de llegar a acuerdos con la oposición en cuestiones básicas de la agenda valenciana (financiación autonómica, agua, infraestructuras, inversiones, fondos europeos, etc). También es posible que se aborde la renovación de los órganos estatutarios, bloqueada desde hace años en Les Corts por la falta de acuerdo de los partidos y que el PP ha decidido en algunos casos guardarse la opción de desatascar a golpe legislativo con la ayuda de Vox.
Mazón seguirá, de esta manera, con el intento de visibilizar la agenda valenciana en confrontación con el Gobierno central. La trascendencia más allá de las fronteras valencianas será escasa en un escenario político en el que no parece que Madrid vaya a dejar de ser la protagonista durante muchos meses. A las maniobras de Pedro Sánchez se le unen las elecciones catalanas y europeas y el hecho de que no hay Presupuestos Generales del Estado.
Pero si la labor de Mazón de tratar de que tengan eco sus reclamaciones al Gobierno central es complicada –en el aire queda aquel frente común de presidentes autonómicos que quería impulsar–, todavía lo es más la posición de Morant. Al fin y al cabo, no sólo se trata de la líder del PSPV, sino de una ministra del Ejecutivo que, presumiblemente, va a tener dificultades para atender todas y cada una de las reivindicaciones de la Comunitat. Sus equilibrios, por tanto, son complicados. De un lado, mostrar una férrea defensa de Sánchez; y de otro, lograr que las cuestiones que más afectan económicamente al territorio tengan tanto repercusión como hueco en la gestión nacional. Los resultados, desde luego, se verán.