Las empresas que abastecen a los restaurantes denuncian deudas de hasta 50.000 euros por retrasos en los pagos de más de 90 días. El sector está cansado y reclama “respeto” para una actividad clave en la hostelería
VALÈNCIA. ¿Alguien imagina comer en un restaurante y, en el momento de pagar, pedir que le aplacen la cuenta hasta dentro de unas semanas? “Verás, es que ahora me viene fatal, porque acaba de llegarme el recibo del alquiler”. ¿Cómo reaccionaría el tendero si, cuando recoges la carne, le pides costearla el lunes? “Resulta que me ingresan la nómina ese día”. A cualquiera le parecen disparatadas estas situaciones que, sin embargo, ciertos sectores profesionales han terminado por normalizar, como sucede con los proveedores de la hostelería. Hasta que la deuda supera los 50.000 euros en pagos a más de 90 días y, entonces, hablamos de una morosidad que amenaza la estabilidad de sus negocios.
Este es el motivo de que algunos nombres esenciales que abastecen a la gastronomía valenciana, posibilitándola desde segunda fila, hayan optado por hacer frente común. La semana pasada tuvo lugar la primera reunión de las muchas que se pretenden llevar a cabo, e incluso se ha planteado la creación de una asociación para perseguir la morosidad en la hostelería. En esta primera cita estuvieron presentes David García, quien provee todo tipo de productos restauradores desde DG3 Gastrónoma; Nacho Lurbe, especializado en los uniformes y más conocido como Nacho Unipro; Edu Torres, detrás de los arroces de Molino Roca; y Raúl Barrios, dediado a la venta de productos gourmet. También la firmante.
Todo ellos coinciden en el discurso. Quieren poner de manifiesto “el malestar del sector con ciertas prácticas de algunos hosteleros respecto a los pagos de sus facturas” y han decidido reunirse para “compartir información sobre los riesgos de trabajar con ellos”. La profesión está “muy cansada” y exige “respeto” por su labor, que es indispensable para sostener el gran número de proyectos impulsados en València durante los últimos tiempos.
Sobre la mesa se ponen de manifiesto casos flagrantes, e incluso reincidentes, algunos de los cuales no se pueden desvelar por la protección de datos. Otros son bien conocidos en la ciudad. Hay pufos históricos, como el del Grupo Alma, que dejó a deber cerca de 900.000 euros a distintos proveedores, según los propios testimonios. O Mar d’Avellanes, cuya deuda llegó a rondar los 150.000 euros. Tanto Nacho como Edu señalan a un especialista en salazones, al que definen como uno de los “peores clientes posibles”, que les llegó a estafar con pagarés de más de un año. David agita entre las manos más de cinco páginas con listados de clientes morosos, que acumulan retrasos de más de 90 días en los pagos.
Atendiendo a la legislación, para que un préstamo se considere moroso debe permanecer en impago al menos durante 60 días (Art. 4.3 Ley 3/2004, por la que se establecen medidas de lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales). La hostelería es uno de los sectores con mayor tasa de morosidad con respecto a entidades bancarias y empresas privadas. Y eso que, según los datos oficiales del DIRCE (Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística) se ha experimentado una mejora de casi 13 puntos, del 23,2% en 2013 (años en el que se alcanzó el pico de deuda) al 10,7% en 2017.
“La gente más mediática es la peor”, coinciden los proveedores sentados a la mesa. “Te asombraría saber la cantidad de hosteleros que presumen de lo bien que les va, mientras dejan de cumplir con los proveedores”, remarca Raúl. “Da mucha rabia ver una foto en los medios de alguien que lleva tu chaquetilla y todavía ni la ha pagado”, ejemplifica Nacho. Y al tapete saltan algunos restaurantes con Estrella(s) Michelin colgada de la puerta.
La última frontera está en la intención de pago. “Hay quien de verdad tiene mala suerte y no puede pagar aunque quiera. A esa gente la ves venir”, precisa Edu. De hecho, David llegó a tratar con un cliente que saldaba su deuda desde la cárcel. “Otra cosa es cuando te dicen ‘me vienen los impuestos y no te puedo pagar’. He llegado a escuchar me he comprado un Jaguar y no te puedo pagar”, relata García. “Un cliente siempre me decía ‘dame tiempo y cariño’, y con cachondeo”, añade Lurbe. Coinciden en que la provincia de Valencia es una de las peores plazas de España en cuestiones de morosidad. “Muchos compañeros de otras ciudades no quieren trabajar aquí porque hay demasiado listillo”, afirman.
A continuación, comparten algunas conversaciones de Whatsapp plagadas de respuestas delirantes, excusas absurdas y hasta bloqueos. Él: “Necesito un favor, envíame una carta como que te he pagado”. Yo: “Pero no me has pagado”. Él: “Te juro que te lo iré pagando poco a poco”. Hablamos de deudas de miles de euros que se abonan de 100 en 100.
Avisarse. La principal solución para evitar futuros casos de morosidad es advertir al resto de compañeros proveedores de los hosteleros que no pagan. Lo que vendría a ser hacer listas negras. De ahí el arranque de estas reuniones y el planteamiento de futuras acciones, que pasan por no suministrar a quien no pague al mes y hacer públicos los casos más flagrantes.
Ya sucedió en su día con Mar d’Avellanes y Nacho Unipro. Tras muchos intentos de cobro de una factura de 500 euros, y alertado por los rumores del inminente cierre, el empresario hizo una publicación muy sonada en Facebook. Se titulaba ‘Mar de Cantamañanas’ y acusaba al dueño de haber mentido, diciendo que la transferencia ya estaba hecha. Fue entonces cuando otros afectados decidieron sumarse al clamor, comentando su experiencia, y se desencadenó una batalla en redes sociales. “Cuando finalmente cobré, eliminé el post y seguí mi camino. Luego supe que nadie más cobró, que dejó un agujero enorme”, dice.
Poner la cara roja. Incluso tirando de humor, con hashtags graciosos que identifiquen sus acciones. Sugieren #melodebes, #nosoycofidis, #nosinmicheque. Todo ello antes de llegar a los fracs o las etiquetas de “local supervisado por la banda del cheque”. Y ya en última instancia, organizar comidas en restaurantes conflictivos “para pagar la factura una semana después por transferencia”. Todas estas ideas se escucharon aquella tarde.
Los proveedores han decidido unirse, y no hay vuelta atrás, sino que la iniciativa está tomando carrerilla. No quieren que la campaña reivindicativa se convierta en una guerra abierta. “Nosotros vivimos de ellos, pero al revés también, y les pedimos respeto”, precisan. “Nos han hecho saber por activa y por pasiva que a ellos les molesta que les reserven una mesa y no aparezcan, ¿por qué no invierten esa situación y la aplican a nosotros?”, reflexionan. “Queremos decirle a la hostelería valenciana que lo único que buscamos es la consideración por nuestro trabajo y nuestras empresas. No importa cuánto nos compren, importa más la confianza y el compromiso”, concluye el grupo.
Y recuerdan que hay clientes ejemplares, que pagan, que cumplen, y para los que seguirán distribuyendo, en este matrimonio histórico que hace posible la gastronomía.