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'Mozart in the Jungle': la serie que no merecía ganar un Globo de Oro

El éxito por sorpresa de la serie de Amazon pone en cuestión la mecánica de los Globos de Oro y el visionado por atracón que ofrecen estas nuevas plataformas bajo demanda

23/01/2016 - 

VALENCIA. Mozart in the Jungle lo tiene todo. Pero todo lo que debería provocar una profunda reflexión por parte de la crítica e industria después de los últimos Globos de Oro. El palmarés no es que fuera impredecible en las categorías de televisión. Es que fue una tomadura de pelo. Después de visionar las dos temporadas de la comedia ganadora en la pasada edición, no salimos de nuestro asombro al descubrir que los responsables de estos premios, tras un año récord en títulos por parte de la industria estadounidense, hayan dictaminado que lo mejor del 2015 es Mr. Robot, Lady Gaga o Mozart in the Jungle, dejando fuera a obras tan magníficas como Fargo, por poner un ejemplo.

No es de extrañar que a Gael García Bernal también le pareciese raro salir premiado como mejor actor de comedia, como afirmó asombrado sobre el escenario, pasando por encima de interpretaciones tan aplaudidas como la de Jeffrey Tambor en Transparent. Tan extraño como que de remate llamamos comedia a cualquier cosa. 

La serie nacida en Amazon dentro de primera tanda de pilotos, en su momento llamó la atención lo justo. Por entonces sí era una comedia disparatada sobre las relaciones personales y profesionales de los miembros de la Orquesta Sinfónica de Nueva York, y aunque apuntaba maneras, no dejaba de ser un piloto irregular. Cuando la serie, creada por Jason Schwartzman y su primo el director Roman Coppola, confirmó la producción de una temporada completa, se deshizo de los aspectos más cómico-absurdos para girar hacia la comedia romántica insulsa, sin nada nuevo que aportar a excepción de la música clásica presente en los títulos de crédito. 

En su trayectoria se unen los peores defectos de la industria. Pese a que resulta simplemente entretenida, es un producto que va dando tumbos entre la indefinición, las tramas predecibles, hasta la tensión sexual no resuelta entre la pareja principal millones de veces vista. Le acompaña un palmarés desorbitado que nos hace dudar sobre sus responsables, si son fácilmente influenciables. Nos contaba el crítico del 'Diario Vasco' Lorenzo Mejino la curiosa anécdota de que Lady Gaga había actuado en la fiesta homenaje de uno de los miembros del jurado unos días antes de los galardones. Un jurado compuesto por críticos de cine y no de televisión, que por lo que parece están encantados por dejarse agasajar con prebendas como dinámica de trabajo. 

Posteriormente la jugada la rematamos desde los medios. Divulgamos las series premiadas por su notoriedad formando parte de una pantomima sin sentido ninguno, siguiendo la cadena de montaje en la que toca alabar las series premiadas de turno. Por todo ello, hoy sentimos la imperiosa necesidad de dar un golpe en la mesa. Ya está bien. No todo vale. Mozart in the Jungle no es una gran serie ni mucho menos. Es una obra del montón. Deberíamos preguntarnos hasta qué punto nos beneficia bajar el listón de esta manera.

Series que son comida rápida

En segundo lugar, el binge watching o atracón seriéfilo que tanto se ha puesto de moda se ha convertido en un arma de doble filo, al ofrecernos todos los episodios de una tacada. No se trata únicamente de disponer toda una temporada sin esperar a la semana siguiente. Significa que automáticamente la vamos a consumir del tirón. El visionado se torna adictivo y a uno se le adormece su paladar más exquisito por el simple quiero más. 

No somos los primeros que teorizamos sobre la posibilidad de que este tipo de consumo maquille nuestro nivel de exigencia y algunas series salven así los bajones. La mismísima House of cards o las series de la saga de Marvel disponibles en Neflix, tienen problemas claros a mitad de temporada. Sin embargo, a diferencia de los títulos que se emiten en las televisiones lineales, éstos no deben pasar el examen del audímetro, ni sufrir las consecuencias de una caída de espectadores porque el capítulo una semana sea peor. Al revés. Ese público termina el atracón exhausto y convertido en un fan. El consumo ha sido un pasote. Un fiestón. 

Hagan la prueba, cojan alguna de estas obras y realicen un segundo visionado y sin tanta velocidad, como seguro habrán hecho con joyas como Los Soprano, The Wire o El ala oeste de la casa blanca, que mejoran nuestra percepción a cada sorbo en su segundo pase. Comprueben si las series a las que me refiero les han parecido igualmente fabulosas o por el contrario han empezado a aburrirse después de unos cuantos episodios. No son series para guardar en nuestra estantería junto a nuestra colección de dvds, ni mucho menos. Este tipo de productos son fast food. Comida rápida para un fin de semana. Y ahora a la comida rápida la premiamos con estrellas Michelin.

La comedia del todo vale

Por último está la categorización de comedia, un cajón de sastre donde últimamente se sitúa un abanico demasiado heterogéneo de obras. Algo parecido está ocurriendo con la categoría de miniserie, que últimamente ha pasado a ser un reducto para HBO, interesada en asegurarse un hueco en las nominaciones a premios. Para ello solo ha tenido que cambiar la forma de producir temporadas, de diez episodios en vez de trece, y así no competir en la categoría de drama, donde la competencia es feroz. En el caso de la comedia encontramos algo parecido. Es el todo vale. El nuevo lugar para recolocar aquellas ficciones de 25 minutos de duración, el minutado que han tenido siempre las sitcoms, que probablemente en este caso se diseñen tan cortas para evitar el tedio y que parezcan mínimamente entretenidas. De manera que aunque lo que tengamos delante sea un drama con mínimos retazos de comedia, únicamente por su duración de media hora pasan a llamarse comedia, y a competir con comedias de verdad como Veep, en vez de llamarse dramedias como se han llamado siempre.

Mozart in the Jungle, adaptación del libro de Blair Tindall, acaba de estrenar hace pocas semanas su segunda temporada, y tras el palmarés ha puesto a disposición su visionado gratuito como forma de promoción de Amazon Prime, la plataforma bajo demanda de Amazon. Una segunda temporada repleta de cameos de la música clásica, como el popular Lang Lang, con la intención de desmitificar su teórico elitismo. Otro aspecto que posiblemente lleguen un poco tarde cuando otro gigante de los medios digitales lleva tiempo divulgando la música clásica con bastante éxito: Youtube. Artistas como Lang Lang, precisamente, han conseguido su fama mundial gracias a vídeos de Youtube que contienen millones de visionados. Una nueva contradicción, que sus productores hablen de elitismo a base de estrellas de Youtube que demuestran que ya no es así, para una serie que sin duda olvidarán pronto porque no aporta nada nuevo.


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