de botellas bajo velo

Mucho vino y una flor

Hoy miramos cara a cara a la vida, que cuando oscura parece alguien da al interruptor, se hace la luz y allí aparece. Mucho vino y una flor, la más preciosa, la que crece y crece

| 15/02/2019 | 5 min, 28 seg

Hablamos de esos bichos redichos que se ponen el velo de blanca novia para poder zampar sin reparos. Las responsables de los famosos y queridos finos, manzanillas y amontillados, las saccharomyces.

Unas levaduras que se aposentan en la superficie del vino cuando las barricas no se llenan por completo y cuyo empeño es que el vino no se oxide. Devoradoras de alcohol y glicerinas que dejan impronta a su paso. La de una personalidad impetuosa de borrica besucona y flechas en el corazón. Crema y nata e historia de Jerez y de Montilla, pero sin exclusivas, que de esto saben lo suyo también en Rueda, Jura o Hungría. Y en todos esos pueblos donde la flor nacía traviesa y era casi siempre apartada. Pero mira tú por donde, que ahora es bienvenida la señora y hasta en el rincón más rinconoso de ésta nuestra geografía española hay quien lo intenta. Hacer un vino bajo velo en los lugares más dispares, y que esté rico, claro. Pues resulta que sí, que es posible y para muestra aquí traemos unos botones.

Crema y nata e historia de Jerez y de Montilla, pero sin exclusivas, que de esto saben lo suyo también en Rueda, Jura o Hungría

    Empezando por Las Envidias 2015 (Barco del Corneta), que no somos endiviosos y lo admitimos, nos encanta. Palomino de El Infierno, uno de los parajes históricos de La Seca que recupera los recuerdos, los de la verdad verdadera. Se presenta austero y serio para llenarnos de caricias de hombritos eternos. Distinguido en amplitud nos dice que le gusta comer con nosotros, unas sopas de ajo con su huevo, entramos en calor y ponemos la segunda.

La Bota Biba Viñas Viejas 2017 (Casa Aurora), una linda palomino de paseo florido por los campos de El Bierzo y acidez de altos y lejanos vuelos. Afilado y sapidoso nos rebosa de alegría porque hay futuro. Un futuro que fluye con enjundia y que acompañamos con unos pimientos asados a la lumbre y un poquito de cecina no muy ahumada.

De saltito lunático nos colocamos entre la Sierra de Gata y Villanueva de Alcardete para saborear el Mélangé Crianza Bajo Velo (Bodegas y Viñedos Jesús Recuero). Vino mestizo de ojo de liebre, malvar y otras variedades entre granitos de azul arenoso. Jerezosidad aurea y guapa de sutiles punzantes y su particular acidez. Intensidad en un velo que no olvida la fruta y arrulla sin miedo mientras nos ofrece unas migas con sus torreznillos y un güebo, que ya van dos.

Entre animalitos, ramilletes y fiestas de pijamas

Volamos hasta Galicia con el Quinta da Muradella Treixadura Bajo Velo 2013 (Quinta da Muradella). Ramillete delicado y elegantón con trazos de tipicidad dibujados en tiza. Cítricos y todos sus matices con la vista puesta en el horizonte. Amistad urbana que conjuga verbos mil con una empanada de lamprea, que estamos en temporada y nos priva el animalito.

Y para animalito interesante el Lunares blancos y en botella (Bodega Lunares). Malagueño loco de pieles y vieja bota sanluqueña. Naranjismo cariñoso, rasposín y reflexivo. La Mirinda más sinvergüenza que juguetea entre brilli brilli y diversión. Y así, sin más dilación nos lo bebemos del tirón con un rabo de toro, porque nos da la gana.

Desde Santiuste de San Juan Bautista llega el Michika 2016 (Esmeralda García), que tenemos fiesta de pijamas y queremos recrearnos. Fresco como es, bota y rebota hasta que nos lleva al sur con vuelta Castilla. Robusta vehemencia con su aquel refinado que pide un pez en el plato, una de trucha a la segoviana, por favor.

Volvemos a Ponferrada con el Akilia Bajo Velo 2017 (Bodega y Viñedos Akilia). Frutoso de pellejos y boquita pedregosa se alarga en espacios calizos sin agobios. Nuevos aires gaditanos sin movernos del norte, que estamos entre tierras queridas y lo bueno que está el pulpo cocido con el pimentón bien picantón.

Desde Requena viene una tía buena, la Moscatel Cueva by Mariano 2015 (Cueva by Mariano). Aromático hasta el exceso, con su frescor y un millón de ramos. ¿Que de qué? De rosas rosas, por supuesto. Y una blanca que se cuela revoltosa para dar un tumbo a la cosa. Cortamos una cuñita de queso artesano de las cabras trepadoras de la zona y continuamos, que aún queda camino.

Tradiciones y garnachismo

El sendero de la tradición de los dorados, vinos históricos de Rueda elaborados generalmente con verdejo y palomino, y criados en damajuanas y barricas. Así se hace el Carrasviñas Dorado (Bodegas Cachazo). Mezcla de añadas y velo de flor de expresión desorbitada entre pétalos y mieles. Contraste con boca sequísima de las que se queda para siempre y al lado de un lechazo, que ya era hora.  

Después de tanto vino blanco pasamos al garnachismo de Gredos, que lo de las flores también se lleva entre los tintos. Empezamos con el adorable Puente del Morisco (Rubén Díaz). Vendimia 2011 y saca de 2017 con crianza biológica oxidativa que nos invade de fruta fresca con su acidez y dos caramelos: uno de café y otro de chocolate. De tal modo, como niños con zapatos nuevos nos metemos entre pecho y espalda unos judiones del Barco.

No nos movemos de tercio con el Remedios Rosas 2017 (Guillermo Fernández Santos Viticultores). Directo y gustoso nos regala muchas fresitas y algunas piruletas ricas, de las de puesto de manzanas sin empalague. Un chulito tambiéntambién  que aunque se ponga formal siempre hace sonreír. Y si le damos un chuletón a la brasa, no te digo nada.

Un, dos, tres y chachachá que el final llega ya con el K Pi Anphorae Oakad 2013 (Daniel Ramos Viticultor). Garnacha con pieles, barrica y ánfora que se rebela tinajosa a ful. Tanino, frescura y cuerpecín que se bebe con soltura con unas patatas revolconas. Y así, revolcándonos de contentos decimos nuestro hasta luego. De violetas, margaritas y gardenias. Con geranios, amapolas y narcisos. Allá donde bailan las ratonas. Y las conejas.

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