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serie producida por Jim Carrey

Muere de pie y deja un famoso cadáver

La serie producida por Jim Carrey narra la evolución del 'stand up comedy' en Los Ángeles de los años 70 a través de las experiencias de varios humoristas que buscan su camino a la gloria. Un drama que intenta encajar el humor con calzador y vaselina. 

8/07/2017 - 

VALÈNCIA. Ahí donde se le ve, Jim Carrey también empezó siendo cómico de stand up, como esos a los que estamos acostumbrados a ver en el pequeño escenario de un local que promete monólogos baratos y botellines de cerveza. Pero Carrey ya de bien joven era el rey de la mueca, el cómico de la cara de goma que podía girarse un instante hacia la pared y volver reconvertido en un perfecto Jack Nicholson. 

Arrancó su carrera en el Yuk Yuk’s de Toronto y pronto pasó a The Comedy Store en Los Ángeles, la cuna del stand up comedy americano en los años 70. Esta esencia añeja, vintage y llena de drogas y sexo es la que quiere representar Morir de pie, producida por el propio Jim Carrey y que retrata la eclosión de la comedia americana años atrás. El libro homónimo de William Knoedelseder (en inglés, I’m dying up here) sobre el camino a la fama de cómicos como Richard Pryor, basado en hechos reales, es la base para esta ficción que sin duda bebe también de las vivencias personales dentro del mundo del humor de Jim Carrey o de Al Madrigal (que interpreta a Edgar Martinez en la ficción). Y nadie mejor para comprender lo que significaba actuar como cómico profesional en el Tonight Show de Johnny Carson. Sobre todo cuando, al terminar, éste invitaba al cómico de turno a sentarte en su sofá. 

Un programa que sigue existiendo en la actualidad guiado por Jimmy Fallon, solo que sin un decorado de colores gastados y pantalones de pana. En aquel momento ya no había vuelta atrás y, desde luego, para el afortunado se presentaba un ascenso meteórico con el que llegaba a convertirse en una cara conocida para todo Estados Unidos. Por eso, el piloto de Morir de pie no podía empezar de otra forma.

Clay Apuzzo (Sebastian Stan) ha conseguido lo que todo humorista de aquel entonces podría desear: los codiciados 5 minutos en el Tonight Show y una invitación de Johnny Carson a compartir sofá con los demás invitados. Una estrella emergente vista y aclamada por sus compañeros desde la pequeña televisión de su local habitual, The Comedy Cellar. Todo parece haberse encarrilado en su vida profesional, sin embargo, tras dejar una pequeña nota aparentemente carente de sentido en su habitación del hotel de Los Ángeles, Clay se quita la vida lanzándose delante de un autobús. Así, la serie comienza girando en torno a una desgracia que acontece a un grupo de cómicos, jugando esa baza del lado oscuro de detrás de la comedia que ya se ha podido ver en otras series como Louie, pero en este caso, la comedia es la protagonista y Cassie (Ari Graynor), la ex novia y amiga de Clay, el peso emocional.

La muerte de uno de sus amigos cae como un ladrillo en la cabeza en el grupo de humoristas que cada noche se reúne y prueba suerte en el escenario del club regentado por Goldie Herschlag (Melissa Leo). Pero a pesar del terremoto que en un primer momento causa en sus vidas, la cima y el éxito siguen siendo la meta para cada uno de ellos, entrelazada con momentos de peleas, reflexiones, comida y alcohol en su querido Canter’s Deli. Como añadiendo al cóctel un ingrediente algo más decadente, dos cómicos principiantes, Ron (Clark Duke) y Eddie (Michael Angrano) que sueñan con alcanzar la fama llegan de Boston para probar suerte en Los Ángeles. Terminan viviendo, literalmente, en un armario.

Morir de pie muestra la comedia desde el punto de vista del humorista, pero a pesar de estar basada en la escena de comedia real de los 70, se sacude ese punto autobiográfico que ondeaba la bandera del protagonismo en series como las creadas por Louie C.K. o Larry David. No se trata de la vida ficcionada de un cómico de éxito, sino de la recreación de una época en la que el stand up brilló con luz propia, entre el debate de la guerra de Vietnam, el recién legalizado aborto o el arranque del feminismo. La serie se presenta más bien como un melodrama alimentado por suicidios, frustraciones y mucha competencia y no encuentra la comedia en el drama, sino al revés. Le falta, sin embargo, acertar en la medida de las dosis de humor y tragedia. Con escenas en las que no se sabe muy bien por dónde le da el aire, aunque Morir de pie tiene su encanto, parece faltarle ese punto de autorreconocimiento con el que poder crearse una identidad propia.

Jim Carrey definió Morir de pie como “una serie sobre personas desesperadas y absolutamente creativas que deciden transformar su dolor en algo bonito”. Y esa es básicamente su esencia y golpe de gracia final que termina el episodio piloto como un gancho mortal. Como muchos humoristas de la vida real, sus penurias, desgracias o momentos vergonzosos se convierten en un monólogo ácido e ingenioso que bien les puede valer un foco luminoso y los aplausos fogosos del público. Cassie, al final del episodio y tras humedecérsele un poco los ojos, anuncia con el micro en la mano que hace poco que ha perdido a un amigo, para después hilarlo con aquella vez en la que hizo una mamada en la primera cita. El estruendo de aplausos es el mayor hasta entonces. Una vez más, la comedia parte de la mierda que acumula la vida dramática del humorista. Algo así es, también, Morir de pie.


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