VALÈNCIA.El 29 de octubre de 2024, la Dana arrasó e inundó (entre tantas otras cosas) un bajo del número 18 de la calle Lepanto, en Paiporta. Allí, el músico Néstor Calderer guardaba un piano de media cola Schimmel que quedó volcado y cubierto de barro tras la riada.
Podría haber sido simplemente un objeto más que engrosara las listas de pérdidas materiales pero se ha convertido, meses después, en el centro de un proyecto artístico junto al artista sonoro Edu Comelles: “Nos dimos cuenta de que el piano en sí estaba inutilizado, pero las cuerdas se habían mantenido tensadas”. Así que ambos iniciaron un proceso de grabación y creación que ha desembocado en una pieza a medio camino entre la electrónica, la música ambient y el arte sonoro.
La idea surgió tras una conversación espontánea: “Yo vi en redes las fotos del piano inundado y le escribí a Néstor. Me dijo que justo estaba a punto de escribirme también. Estábamos buscándonos”, recuerda Comelles. El instrumento no se había tocado desde el desastre. “Estaba tal cual lo dejó la riada. Fuimos a verlo y grabamos cuerda por cuerda todas las que aún sonaban, que eran casi todas”.
“Creamos un piano digital a partir del sonido real de ese piano roto. De esta manera, podíamos tocarlo con un teclado MIDI sin necesidad de tener físicamente el instrumento”, explica. A ese gesto técnico se sumó rápidamente la voluntad de ir más allá: “Ya que teníamos las muestras, pensamos: ¿por qué no hacemos música con esto?”.
Lo que siguió fue un proceso de improvisación, composición y escucha mutua que dio forma a un concierto de cerca de 50 minutos “con dos pianos y electrónica: uno que está en buen estado, y otro que es el devastado”, resume Comelles.
La composición ha querido tener una dramaturgia propia en la que se cruzaran texturas musicales, capas de memoria y una voluntad de resistencia poética. “Desde el principio tuvimos claro que queríamos hacer algo en positivo. No queríamos recrearnos en la tragedia, sino intentar hacer algo bello —entre muchas comillas— dentro del desastre”, apunta Comelles.
Y añade: “Obviamente el proyecto habla de la situación que se vivió y sigue visibilizando lo que pasa, pero nuestra intención era ofrecer una salida, trabajar desde una idea de horizonte”.

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El piano viajará
La primera muestra pública del piano embarrado será este domingo 25 de mayo, precisamente en el mismo lugar donde cayó el piano, en el bajo de la calle Lepanto de Paiporta. Será una pequeña muestra del concierto, dentro de la presentación de la séptima edición del Festival dels Horts, que también contará con la participación del Cor Jove de la Unió Musical de Picanya y será presentado por el pianista Antonio Galera. La versión íntegra se estrenará en junio en el Hort de Montesinos, dentro de la programación del festival.
Pero el proyecto viajará más allá. “Ya tenemos fechas cerradas en Cataluña y otras previstas. La intención es moverlo, y creemos que es importante que se vea fuera de València”, señala Comelles. La motivación es también política: “La sensación general es que esto ya pasó y que estamos todos bien, y eso nos da un poco de rabia. Por eso pensamos que no podemos cerrarnos, que esto no debe quedarse solo como algo local”.
Además, el instrumento digital creado a partir de los sonidos recuperados se han enviado a una treintena de músicos a nivel estatal, y se está preparando un recopilatorio con las piezas que están componiendo.
En ese sentido, la dimensión del proyecto es también un acto de memoria. “Desde enero, no ha cambiado casi nada. Las casas siguen igual, unas más abiertas, otras cerradas, pero todo está igual. Hay una sensación de que esto se ha quedado a medias, medio olvidado”, dice. Que un piano cubierto de barro vuelva a sonar es una manera de decir que no todo está perdido.