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Les Disques Du Crépuscule, delicadeza europea al servicio del pop

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VALÈNCIA. Aunque la mayoría de la gente la recuerda por haber tenido una relación sentimental con Ian Curtis, la gran aportación de la periodista Annik Honoré (1957-2014)  a la música pop fue la creación de Les Disques du Crépuscule. La primera independiente de culto de la Europa continental nació en 1980, el año en que el rock dejó de ser la corriente dominante en la música pop. La marca, sutil y exquisita, se fundó cuando otros estilos –el funk, la bossa, la música disco, los sonidos caribeños- iban señalando nuevas direcciones. Este sello tan pequeño de nombre ensoñador -los discos del crepúsculo-, nació en Bruselas, en ese momento perfecto en el que Europa, antes y después de la lluvia, inspiraba a los nuevos músicos y las portadas de los discos presentaban jardines versallescos, estatuas neoclásicas, tipografías romanas, carteles futuristas, pinturas barrocas.  Les Disques du Crépuscule divulgaba músicas muy finas, muy minimalistas. Wim Wertens, y Michael Nyman se dieron a conocer allí se dio a conocer allí, lo mismoque un puñado de nuevas bandas y artistas que procedían de otros puntos de Europa. Antena, Pale Fountains, Paul Haig, Blaine L Reininger.

Honoré trabajaba en la sede londinense de la embajada belga como secretaria bilingüe. Para compensar el envaramiento de tanto protocolo se dedicaba a entrevistar a grupos musicales. Después, junto al periodista Michel Duval, se encargó de la programación artística de la sala belga Plan K. Bruselas no era París, no era Berlín, y mucho menos Londres, Mánchester o Edimburgo. Por aquel entonces, el gran emblema cultural de Bruselas eran Tintín y el Atomium. El resto de las aportaciones culturales que la capital belga había hecho a la cultura mundial no gozaban de gran reconocimiento. A Jacques Brel, que era de allí, todo el mundo lo tomaba por francés. Y poca gente sabe que fue el belga Adolphe Sax quien inventó en 1846 el instrumento de viento conocido como saxofón. En 1978, Bélgica entró por la puerta grande de la cultura pop gracias al “Ça Plane Pour Moi” de Plastic Bertrand. Un año después, Tèlex representaron a su país en Eurovisión. Quedaron muy mal posicionados, pero su canción tenía la inmediatez del pop y la novedad de la electrónica, un movimiento con raíces tan europeas como la propia música clásica.  Magazine, XTC, Talking Heads y PiL habían actuado en Bruselas, aunque el nombre de la ciudad quedó asociado a un directo que dieron Suicide en 1978 donde se oían más los abucheos del público que la música, y que terminó siendo editado en un disco (23 Minutes in Brussels).  A pesar de todo eso, Bruselas, era una ciudad preparada para la modernidad y la mejor prueba de ello fue Les Disques Du Crépuscule. Nunca fue una empresa popular, pero eso no significa que no fuera importante.

 

  • Gavin Bryars y Michel Duval -

 

El sello se empezó a gestar en la Plan K, un espacio artístico que también acogía conciertos. Primero fue un fanzine, Plein soleil, que le dedicaba textos a Factory, Bill Nelson y a la actriz Cybill Shepard. Allí dio William Burroughs una conferencia compartiendo velada con Joy Division y Cabaret Voltaire. Unos meses más tarde, a finales de 1980, aparecía From Brussels With Love, un recopilatorio que más bien era una especie de manifiesto. El propio Wim Mertens ayudó a confeccionar un contenido que incluía entrevistas con Eno y Jeanne Moreau, instrumentales de Harold Budd y Gavin Bryars, piezas ambientales de John Foxx y aportaciones de Bill Nelson y Richard Jobson, dos grandes admiradores de Jean Cocteau, uno de los referentes de la discográfica. La portada estaba firmada por Jean Françoise Octave, uno de los grandes nombres del diseño gráfico en Bélgica, que también se encargaba de la cartelería de Plan K. Las similitudes entre Crépuscule y Factory no eran pocas, de hecho, ambos sellos colaboraron en un proyecto llamado Factory Benelux. La cosa consistía en que aquellas bandas británicas tuvieran edición y distribución desde el continente. Esta iniciativa también se llevó a cabo con otros sellos como Rough Trade y Postcard. De ahí que Crépuscule editara a Pale Fountains y Josef K, o que contara con Orange Juice, Thomas Dolby o Cabaret Voltaire en sus recopilaciones.

 

  • Carteles de Plan K de Jean Françoise Octave -

 

El siempre tiquismiquis Paul Morley –el crítico musical inglés que ponía los puntos sobre las íes en los ochenta- dijo de la labor de Crépuscule: “Es el recordatorio –sin pretenderlo, sin que resulte obvio- de que el pop es poesía moderna, la más aguda y brillante colección de experiencias, aportando siempre algo nuevo”. La gran novedad de la discográfica, al margen de sus planteamientos fue presentar a novedosos artistas. Fue el caso de Antena, un trío francés de postulados minimalistas que introducía esencias de la bossa en su música. Debutaron, producidas por John Foxx, con el delicioso “Boy From Ipanema”, una lectura en clave femenina del clásico de Jobim, en el que las tres componentes de la banda cantaban las excelencias de un efebo que se pasea por la playa de Ipanema. Otro de los hallazgos locales del sello fueron Marine. Sacaron unos cuantos singles antes de transformarse en Allez Allez, que cosecharon algún éxito menor con “African Queen” y “Flesh & Blood”.

 

  • Benoit Hennebert -

 

Durante un tiempo, Crépuscule hizo de Bruselas un refugio artístico para artistas que andaban buscando su lugar en el mundo. Paul Haig, siempre un inconformista, pasó allí una temporada e incluso grabó un mini álbum con clásicos del cancionero americano de los años cuarenta y cincuenta. Buena parte de la discografía de Haig –tan interesante como camaleónica- ha sido reeditada por Les Temps Modernes, que lleva décadas reeditando en CD y montando recopilatorios de artistas y referencias del Crépuscule. Gracias a eso, han vuelto a las tiendas los discos de otra de las joyas de la corona del Crepúscule, Anna Domino. El suyo es uno de esos nombres que, teniendo en cuenta lo mucho que se habla de todo en las redes sociales, debería estar más presente en la memoria de los supuestos aficionados que presumen constantemente de no perderse ni una. Anna Domino, Antena, The Names, Paul Haig, Mikado, Malaria!, French Impressionists... Discos que en su día aportaron un brillo distinto al pop, gracias también a las exquisitas portadas de Benoit Hennebert, autor de muchas de las pequeñas obras de arte que acompañaban a aquellos vinilos mágicos. 

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