Música y ópera

CRÍTICA DE CINE

‘Materialistas’: Amor en tiempos de cinismo

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VALÈNCIA. En 1988, Melanie Griffith protagonizó una de las películas icónicas de la época en la que encarnaba a una joven empleada que iba aprendiendo las reglas básicas de cómo ascender en un mundo empresarial dominado por los prejuicios patriarcales y la ausencia de sororidad para alcanzar el éxito, aunque fuera a cualquier precio.

Ahora, en 2025, su hija Dakota Johson encabeza el reparto de otra película que analiza la sociedad de nuestro tiempo tanto en lo que se refiere al trabajo y al amor. Así, podríamos decir que Materialistas, sería algo así como la versión millenial de Armas de mujer pasada por el filtro de la era de las aplicaciones y las nuevas tecnologías en la que todo se desdibuja y las aspiraciones se convierten sueños difusos.

Las primeras escenas de la película comienzan con una chica, Lucy, que ya ha alcanzado el triunfo dentro su sector laboral, el mundo de las citas de alto nivel. Es casamentera, un oficio que se retrotrae hasta la antigüedad pero que ha ido mutando de acuerdo con los principios del capitalismo hasta llegar a una visión prácticamente basada en el contrato económico.

Lucy, al contrario de lo que le ocurría a Tess en Armas de mujer, ya no tiene que escalar posiciones para sentirse valorada, porque se encuentra en la cima, así que el techo de cristal no parece ser el máximo interés de la directora Celine Song a la hora de plantear la película.

La autora de Vidas pasadas se inclina más hacia el análisis de la superficialidad del mundo en el que vivimos y que, como no podía ser de otra manera, afecta al amor. Los clientes de Lucy buscan una pareja a la carta, y las prioridades se basan en los números: cuánto ganan, cuánto miden… en definitiva, las personas valen una cosa u otra dentro del mercado y los acuerdos de matrimonio parecen reducirse a translaciones comerciales.

¿Y dónde queda el romanticismo? Quienes disfrutaron de Vidas pasadas saben que Celine Song fue capaz de componer en su ópera prima un drama romántico diferente y con clase, repleto de instantes mágicos y repleto de una honda melancolía.

En Materialistas se sirve de los engranajes de la comedia romántica clásica (incluso de las novelas a lo Jane Austen, ya que Lucy podría ser un trasunto de Emma) para ajustarlos a las nuevas generaciones, aunque, en realidad, no invente nada nuevo. Y es que toda la concienzuda reflexión en torno a la cultura de las apariencias solo sirve como envoltorio ya que de lo que se trata, en definitiva, es de elegir entre un hombre rico y un hombre pobre. O, lo que es lo mismo, de si los sentimientos se encuentran por encima de las ambiciones particulares.

Así, Lucy tendrá que elegir entre un apuesto multimillonario (Pedro Pascal) y su ex novio, un actor frustrado que trabaja como camarero (Chris Evans). Más allá del planteamiento algo naíf de esta dicotomía, Materialistas aborda el Me Too, la perversión de las apps, el turbocapitalismo como motor evolutivo (o no) y la progresiva deshumanización de la especie.

Celine Song es optimista y transforma el cinismo inicial de su personaje femenino en una declaración de intenciones alrededor de la necesidad de abandonar las máscaras y luchar por la integridad. Algo tan utópico como, al fin y al cabo, esperanzador.

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