Y los jueves de verano, además, con música en directo
Ana y Chemo están haciendo camino al andar; que es lo que todo el mundo dice que hay que hacer, pero nadie hace: a la chita callando, sin hacer mucho ruido y lo más difícil de todo, sin ninguna maldita prisa y sin necesidad de pisar a nadie.
Y es que parece que lleven toda la vida en el Barrio de Roca (Meliana) pero nada más lejos de la realidad: son unos recién llegados que construyen clientela a base de honestidad, discurso pegadito a la huerta y platos para la memoria, como esas cocochas de merluza y guisante lágrima, la oreja a la plancha, las albóndigas con sepia o ese totémico Arroz de fesols i naps.
No hay más trucos que los que se ven: cocina abierta y cositas claras: “En Napicol hay producto, hay caldos, hay reducciones, hay cocina, en definitiva hay sabor”. Yo añado uno más: esa terraza interior donde se respira todo el vivir tranquilo (slow life, lo llaman los cursis) de la huerta y las sobremesas de julio, previas a una siesta infinita. Como debe ser.