VALÈNCIA. Una catedrática de Geografía Física de la Universitat de València (UV), Ana Camarasa, pasó la semana pasada por la Ciudad de la Justicia para declarar en calidad de perito ante la jueza instructora de la causa de la Dana. Una comparecencia en la que consideró que la alerta aquel día "llegó tarde" y "no fue adecuada", entre otras cosas. Pero también señaló, por ejemplo, que el único sensor que tenía la Confederación Hidrográfica del Júca (CHJ) en el barranco del Poyo apenas controlaba menos de la mitad del mismo.
Al menos así figura en la transcripción de su declaración, según la cual la testigo explicó que para adelantarse a riadas como la del pasado 29 de octubre "se necesita flexibilidad y una llegada de datos". En ese sentido, apuntó que el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) de la Confederación controla unos 185 kilómetros de la cuenca a partir del sensor ubicado a la altura de Catarroja. Sin embargo, explicó, la cuenca "puede llegar a tener más de 400 o 420 kilómetros". Por lo que el organismo de cuenca estaba 'ciego' en más de mitad de la cuenca del barranco del Poyo.
Con ello, dijo, "solamente estamos viendo lo que pasa en una zona de generación de crecida", que es la cabecera del barranco de Chiva, pero esta "ni siquiera es la más grande porque la cabecera de l’Horteta, Gallego y el Poyo también son generadores de crecidas", según señaló, para añadir que el barranco del Pozalet "también ayuda a drenar cuando sobra agua, y en Loriguilla también había escalas".
En ese sentido, la catedrática experta en el barranco del Poyo aseveró que, a su juicio, "todas las zonas que están en zonas problemáticas deberían de ser vigiladas si se puede acceder y no corre peligro la persona que va a verlos", especialmente aquellas donde no hay sensores. Al respecto, y preguntada sobre esta cuestión, dijo desconocer "por que el barranco de l'Horteta no tiene sistemas de medición" así como "los criterios" fijados en los años 80 cuando se instalaron los primeros sensores de la red.

"Aforar un rio no es fácil, con un sistema de información tan rápido, porque son cauces que están secos la mayor parte del tiempo, son muy anchos y pedregosos, tienen que buscar una buena ubicación para poner el marco de control", aseguró en su comparecencia, donde opinó que, si se eligió el punto de Catarroja fue "porque los técnicos entendieron que era el punto más adecuado" pero que "tal vez debería haber más" puntos de control.
De este modo, declaró que teniendo en cuenta que buena parte de las lluvias que no se absorben por el suelo van a acabar convertidas en caudal, "hay que seguir vigilando lo que llueve y a qué cuencas afecta esa lluvia, hace falta ver a qué cuencas afecta el foco de la tormenta y obtener información de todas las fuentes que ayuden: llamadas telefónicas, medidores, escalas en los ríos, informadores…". La centralización de la información, dijo, "es importante porque que la toma de decisiones se tiene que hacer en muy breve tiempo, cuanta más información se tenga mejor y hay que ir a buscarla".
La retirada de los bomberos
Una de las fuentes de información aquel día, además del sistema de sensores, eran los bomberos forestales enviados a vigilar varios puntos del barranco del Poyo pero que, a la hora de comer, fueron reitrados porque el nivel del caudal bajó. Al respecto, la experta insistió en que la bajada del caudal "no quiere decir que no venga una ola" porque "el río no funciona como un barranco".
"En una rambla no se ve subir poco a poco el agua, tú ves que no hay agua, además no hay lluvia, no se percibe el peligro, porque no se percibía que lloviera y no había agua en el barranco, y de pronto vino una ola, como una pared que se desplaza sobre un suelo seco, un muro de agua, un frente de ola móvil".
Eso es lo que pasí en la rambla del Poyo, que sufrió tres oleadas. Pero ya no se pudieron detectar al haberse retirado los agentes. "Los bomberos o quien fuera que tenía que vigilar el nivel de las escalas en los puntos problemáticos donde no había otro sistema de control no se tenían que haber retirado", sentenció en ese sentido la catedrática.
"Faltó comunicación"
En su declaración, señaló que el Cecopi es el responsable de gestionar la emergencia y se tenía que haber reunido el día de antes o esa misma mañana a primera hora. "Faltó comunicación", afirmó, para destacar que "en el momento del caos es muy difícil planificar la respuesta"; que la planificación "se tiene que hacer previamente" y que el detonante debería haber sido "el meteorológico": el aviso rojo y cuando se empieza a constatar -ese aviso- a las 8 de la mañana del mismo día 29.
Así, dijo que debería haber habido alguien que estuviera pendiente de todos los cauces que ya estaban afectados y de los que iban a estarlo en el futuro inmediato porque "la previsión meteorológica así lo predecía". Y que no hay suficiente percepción del riesgo por parte de la ciudadanía y que el hecho de que los barrancos no lleven agua la mayor parte del tiempo hace que "no sean percibidos como elementos de riesgo". "Un barranco, si te descuidas, es para tirar la basura", testificó.