Observo con preocupación creciente que desde mi anterior artículo, hace ya un par de meses, nuestros dirigentes políticos siguen echando leña al fuego (con dinero y armas), en vez de enfriar el conflicto que se desarrolla en Ucrania mediante el uso de la diplomacia y la búsqueda de oportunidades para detenerlo como primer paso para buscar la paz.
Recientemente se ha aprobado un nuevo paquete de ayuda económica a Ucrania por parte de EEUU, que viene a sumarse a otros anteriores tanto de ellos como de Gran Bretaña o de la UE; se sigue enviando nuevo y más destructivo material bélico como misiles de alcance medio, cada vez más peligroso para escalar el conflicto; y las declaraciones de algunos dirigentes como las del presidente de Francia, Emmanuel Macrón, ya descubren la intención callada hasta ahora de enviar tropas (es decir, personas a matar rusos y ser muertas por ellos).
Y nuestro Gobierno hace seguidismo de las órdenes que le llegan de la OTAN, o directamente de los que mandan, los americanos. Y todo ello, sin tener en cuenta nuestros intereses o lo que queremos la mayoría de los españoles. Por eso, es necesario que alcemos nuestras voces para decir que no queremos la guerra, ni ésta ni ninguna, tampoco la de Gaza.
"alcemos nuestras voces para decir que no queremos la guerra: ni ucrania ni ninguna, tampoco la de Gaza"
Y me pregunto qué intereses pueden tener en apoyar la guerra nuestros políticos cuando este conflicto que tenemos en Europa sólo acarrea la muerte y la desolación entre el pueblo ucraniano junto a la destrucción de su país, a la par que el empobrecimiento de todos los europeos. Si no se detiene es porque hay quienes la empujan. ¿A quién beneficia? Una pregunta que podemos formular de otra manera más clara: ¿quiénes están ganando poder o dinero con esta guerra?
Para mí que, de momento, el único beneficiado son los EEUU que han visto incrementada sus exportaciones de gas líquido y petróleo a precios incrementados tras las sanciones impuestas a la Federación Rusa, y están revitalizando su sector industrial, principalmente el armamentista, que se frota las manos con las guerras, como resulta obvio.
Recordemos que el proyecto del Nord Stream 2, el gaseoducto que iba a llevar gas ruso a Europa -y que se construyó entre otras razones debido a la petición expresa de Ángela Merkel a Putin y con el compromiso de aportar los fondos necesarios al 50% entre Alemania y Rusia-, estaba pronto a entrar en funcionamiento y hubiese supuesto para Europa, y muy particularmente para la industria germana, disponer de gas barato y abundante. Lo que tal vez no casaba con los intereses del otro lado del Atlántico. Por cierto, que ya habían advertido, entre otros el secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson en 2017 o Trump en 2018, que ese gaseoducto no se podía construir…
He de reconocer que uno de los velos que se me han caído desde el inicio del conflicto ha sido el de creer que Alemania era algo, es decir, fuerte económicamente, con peso político y respetada en la esfera política internacional, "la locomotora de Europa" nos decían. Sin embargo, por desgracia, nada de esto es así. Hemos podido comprobar su silencio y resignación frente a la voladura del citado gaseoducto y cómo asumían unas sanciones económicas que eran como "pegarse un tiro en el pie".
Pero claro, había olvidado la historia y el presente: que en los acuerdos alcanzados tras la segunda guerra mundial, EEUU se quedó como "tutor" de la Alemania del Oeste y, tras la reunificación, de toda ella; que para ejercer como tal tiene más de 20 bases militares en dicho país, una de las cuales es de las más grandes del mundo, si no la mayor, la de Ramstein en Renania; o que su Ley Fundamental -algo así como una regulación provisional a falta de una verdadera Constitución-, fue aprobada en 1949 por los Aliados occidentales vencedores de la contienda.
¿Cómo hemos llegado a este peligroso punto, al borde de una conflagración mundial, de la tercera guerra mundial a decir de algunos?
Conviene traer a colación, una vez más, que las hostilidades militares se inician entre ucranianos, a modo de guerra civil, en 2014, tras una serie de revueltas alentadas desde fuera de Ucrania y que desembocaron en la salida del país del hasta entonces presidente pro ruso Yanukovich que había sido elegido democráticamente en 2004. Aunque una gran parte del pueblo ucraniano aspiraba a romper sus vínculos históricos con Rusia y pasarse a la órbita occidental, algo comprensible y legítimo, como habían hecho antes otras exrepúblicas soviéticas. Una ocasión que los EEUU y la OTAN aprovecharían para sumar un nuevo socio a la Alianza Atlántica, que no ha parado de crecer desde la caída del muro de Berlín y el hundimiento de la URSS.
"esta no es mi guerra, ni creo que la de la inmensa mayoría de españoles"
Pero, tal y como había advertido Rusia en reiteradas ocasiones, no iban a permitir que la OTAN llegase hasta su frontera más próxima a Moscú. Lo que puede entenderse. ¿Acaso permitió Kennedy que la URSS le instalase misiles en Cuba durante la Guerra Fría? Pero claro, el objetivo de la OTAN (de los EEUU y los británicos quiero decir) ya no era protegerse del supuesto "enemigo" que le había dado razón de ser, la URSS, sino mucho más ambicioso, puesto que el Pacto de Varsovia hacía tiempo que ya no existía. El objetivo histórico geopolítico de los anglos ha sido y es romper Rusia, para acceder y apropiarse de sus ingentes materias primas todavía por explotar: petróleo, gas, oro, metales, tierras raras, pesca, madera, etc. Sólo una Rusia dividida y debilitada les permitiría acceder a dichos tesoros.
Y ese es, a mi entender, el trasfondo de una guerra que hace tiempo dio un salto cualitativo y pasó, de ser un conflicto regional, a escalar hacia un conflicto general que sólo puede traernos muerte y ruina a los europeos. Una guerra donde los desgraciados ucranianos ponen los muertos (cientos de miles van ya) y el territorio a devastar, mientras los europeos vemos cómo nos empobrecemos al tiempo que otros se frotan las manos pensando en sus beneficios económicos o en su ganancia de poder, lo que viene a ser lo mismo.
No, esta no es mi guerra, ni creo que la de la inmensa mayoría de españoles. Recordemos cómo entramos en la OTAN, tras un referéndum tendencioso y con una participación muy exigua que, para más inri, según las condiciones vinculantes aprobadas en el mismo, no permitía nuestra incorporación a la estructura militar de la Alianza.
Por último, según establece la Constitución que nos dimos los españoles, en su artículo 63, corresponde al Rey, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra. Que lo cumplan. Y propiciemos y exijamos que, antes de seguir metiéndonos en esta guerra, se realice un referéndum de acuerdo con el capítulo primero de nuestra Constitución.
¡NO A LA GUERRA!