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el muro / OPINIÓN

"No nos abandonen"

26/09/2021 - 

Lo del reposo absoluto tiene su aquel. Es como la negación del éxito. O el no reconocimiento del mismo. Da para pensar mucho. Hasta en exceso. Y para justificar silencios o descubrir también ciertas contradicciones sociales y sociológicas cuando la mente se despeja o el tiempo permite al menos un paseo matinal.

En ese ocaso o despertar, hablo con un escritor -prefiere el anonimato- para felicitarlo ya que su grandiosa novela es un best seller local para la naturaleza de nuestra realidad literaria que aún se mira el ombligo y repta por capillas. Más de ocho ediciones aquí no lo vende casi nadie, pero más allá de sentirse exultante o hasta feliz se define preocupado porque siente los colmillos de la envidia cerca de su verdad. Lo marca con un gesto. Le animo a publicar cuentos cortos o a compartir la felicidad momentánea del éxito, pero se manifiesta intimidado. Se divirtió escribiendo la obra, pero le ha desbordado. Del placer, confiesa, ha pasado al pánico escénico. Esa es nuestra realidad cultural. O formas parte de una cuadra o te persigue como un verdugo la envidia,  la política mezquina que nos acompaña y quiere convertir en realidad la mediocridad del amiguismo. Sí, es duro. Pero es real.

En apenas unos meses de éxito ya se siente incómodo y hasta con ganas de abortar porque ve como ciertos lobos le acosan. La envidia es terrible cuando uno no se maneja con cierta facilidad entre lobos/as y lobeznos hambrientos de éxito imposible por falta de credibilidad objetiva y mucho ruido mediático en fraudulentas redes sociales. No sé por qué esta sociedad aún gira en torno a las envidias insanas y una política general tan mediocre que sólo entiende de amiguismo y siglas, pero aparta la calidad y la creación y conservación de nuevos referentes generacionales. Todo es mentira mientras no participes del juego. Aunque no lo busques y se crezca en el silencio de la noche, los recuerdos y la ausencia.

Decía lo del reposo absoluto porque encontrarme con él fue una de las primeras experiencias que puede vivir después de días de oscuridad ejemplar o absoluta. Sin  embargo, fue como volver al comienzo de siempre, ese en el que sientes que nada ha cambiado y la oscuridad aún nos acompaña. Es sólo un ejemplo de esta sociedad manejada por premios literarios manipulados, subvenciones literarias y subvenciones contemplativas de aplauso, cena de bodorrio y  de nuevo subvención que vender a poblaciones sin medos pero ansiosas de presencia mediática. Es lo que les mueve. Pero en un mundo en el que no se valora apenas la calidad o la simple creatividad si uno no es de alguien. ¿Qué más da la calidad o el trabajo de años? No, lo importante para esta sociedad es que te vendas y manipules la inteligencia individual. Por suerte, la letra queda y la palabra al viento se diluye.

Esa oscuridad también me ha permitido ganar un máster en observación televisiva y escucha musical. Lo bueno que he descubierto es poder vivir al margen de tanta mediocridad política. Pero como vivimos tan fuera o dentro de cierta realidad uno ya no se fía de lo que ve o escucha. Lo dicen los teóricos. Se confía hoy en la opinión pero no en la información, aunque la segunda ofrezca datos para crear la primera y sobre todo aporta objetividad. Así que estamos en manos de "opinadores" de todo que no valoran la verdad sino diseñar su propia verdad, aunque sea una gran mentira inventada que mañana cambiara en forma y fondo.

He vivido/cumplido/sufrido un máster en televisiones, aunque lo de À punt continúe siendo una incógnita, un caro disparate cuya programación debería ser de análisis semiótico en universidades y seminarios audiovisuales. A peor, claro.

Lo de À Punt en sentido global y su criterio de programación es de auténtica nota o de universidad del disparate como esa que el Gobierno de Zaplana se atrevió a meter en un programa electoral y hasta bautizó como Ciudad de la Alegría, algo así como un espacio “bacacional” en toda regla con sus chorros y aguas calenturientas. Y ya van pidiendo otro segundo canal cuando el primero navega entre favores y despropósitos.

Sin embargo, de algo ha valido porque he descubierto o he ratificado que nuestros comentaristas televisivos de mañana, tarde, noche y fin de semana, aunque siempre sean los mismos, saben de todo. Hasta del infinito y mucho más. No sé por qué no los exportamos al resto del mundo y de paso los cambiamos por telepredicadores o tele tiendas, mucho más divertidos porque los vemos venir sin complejos y descuentos.

Por ejemplo, con la desgracia del volcán de La Palma han pasado de la frivolidad a la realidad. Frente a la cautela de expertos vulcanólogos, geofísicos y todas las especialidades a añadir, listos, técnicos, precisos y cautos a la hora de valorar y explicar cualquier reacción de la naturaleza y nuestra ignorancia al respeto, van nuestros contertulios más allá de razones científicas y se lanzan al todo vale a razón de unos euros por su mera presencia de asignación política y "argumentario" oficialista. Y se les escucha una serie de barbaridades que sonrojan al más tonto por su atrevimiento. Total, pasan del futbol a la vulcanología, el recibo de la luz, un asesinato o la cesta de compra con una facilidad pasmosa. Y de paso, lo mezclan todo para tirar finalmente del “argumentario” político de rigor y azotar al que no les paga. Así somos. Así nos va.

Hasta toda una ministra llega al extremo de confundir un drama con un hecho singular y animar al turismo de volcanes a venir de vacaciones como si hablara de un pueblo vaquero construido en Almería y el dolor de las familias fuera un espectáculo más que seguir de cerca por su “belleza natural”. Ha sido insoportable. Bueno, más bien lamentable.

Es la frivolidad a la que también han llegado algunos medios de comunicación de masas que se denominan serios, sobre todo televisivos, pero que ya no informan sino por exceso conducen a la absoluta desinformación o al espectáculo.

Faltaban esos políticos de foto rápida que, como el pueblo canario teme, se olvidarán de ellos en cuanto esto acabe de ser mediáticamente utilizable, soportable o deje de palpitar en nuestra realidad más cotidiana que es lo que sucede cada vez que existe una desgracia natural que ni seguros ni políticos atienden, salvo en los primeros momentos de dolor. O sea, a la suerte del diablo. O peor, a la suerte de la promesa política y la tortuosa senda de la burocracia. Ejemplos existen por doquier.

Lo triste es escuchar al pueblo pedir entre sollozos:”No nos abandonen”. Por cierto, les recomiendo “Noruega”, Premi Lletrafeit 2020.

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