La inmensa mayoría de profesionales españoles han completado sus diferentes ciclos formativos: primaria, secundaria y universidad, sin haber abierto nunca su boca para expresar en voz alta sus ideas salvo cuando algún profesor les preguntó y tuvieron que dar una respuesta.
Muchos de ellos tienen unos expedientes académicos brillantes, plagados de sobresalientes y matrículas; pero pueden haberlos conseguido, simplemente, respondiendo adecuadamente a exámenes escritos.
Desde los seis hasta los veintidós años es muy frecuente que no hayan tenido que abrir la boca en absoluto. Sus voces han permanecido ocultas para sus profesores, que no saben lo que piensan, cómo razonan, qué ideas bullen en sus cabezas… No. Se han limitado a responder por escrito a las preguntas que les han formulado en los numerosos exámenes y si esas respuestas se han ajustado perfectamente al contenido de la materia les han concedido un sobresaliente o una matrícula.
El problema se les presenta a muchísimos jóvenes españoles, ya profesionales titulados, cuando acceden al mercado laboral.
En las entrevistas de trabajo tienen que saber expresarse oralmente con la mayor naturalidad, seguridad, madurez y elocuencia posibles, demostrando con sus palabras y con la forma de expresarlas una serie de actitudes que les harán atractivos para los reclutadores. Pero, ¿alguien les ha enseñado a hacerlo?
Y no basta con que hayan tenido, como mucho, que hacer algunas presentaciones de trabajos en clase. No. Porque esas presentaciones, en muchas ocasiones, son más una fuente de frustraciones que de aprendizaje auténtico si al joven no se le EN-SE-ÑA de verdad cómo hacerlo con eficacia, si no se le enseña a hablar en público utilizando todos los recursos de la Oratoria y de la Retórica al servicio de la expresión oral de las ideas.
Pero, los seleccionadores de personal suelen pasar por alto estas carencias. Si no fuera así no habría tantos "analfabetos comunicacionales" en el mundo profesional español.
Ese joven comienza su trabajo en una empresa u organismo, evoluciona en su experiencia profesional, conoce cada vez más los aspectos, matices, recodos y detalles de su trabajo, ¡pero sigue siendo incapaz! de dar una charla, una conferencia o una ponencia, hacer una presentación, pronunciar un breve discurso o participar en una reunión de trabajo con brillantez, exponiendo sus ideas y puntos de vista con esa elocuencia, naturalidad y seguridad de la que carece y de la que, por desgracia para nosotros, hacen gala sus colegas norteamericanos, europeos y anglosajones en general. Sus competidores.
Y lo triste es que pasan los años para ese profesional y, ya no tan joven, en su madurez personal, sigue rampando y "tirando p'alante" en su trabajo cada vez que tiene que hablar en público; es decir, haciéndolo fatal, ¡pero sin que le importe! Y sin ponerle remedio, sin darse cuenta de hasta qué punto su nivel profesional mejoraría si aprendiera esas habilidades tan necesarias de la eficaz comunicación oral humana.
Están muy equivocados quienes creen que se puede ser un excelente profesional, incluso un buen líder, y no ser un excelente comunicador.
No debemos olvidar que hablar no es lo mismo que comunicar.
Paco Grau es periodista y profesor de oratoria