VALÈNCIA. En los momentos de mayor dificultad, nacen iniciativas de cooperación entre quienes buscan ayudar y salvaguardar la memoria. La Dana que ha golpeado con furia Valencia ha arrastrado mucho a su paso, y miles de fotografías en los municipios Requena-Utiel, la Hoya de Buñol, la Ribera Alta y l'Horta Sud han quedado perjudicadas a causa de las inundaciones. Para proceder a su restauración, varias entidades valencianas han unido fuerzas y se han organizado a contrarreloj para ofrecer un servicio rápido y eficaz a la ciudadanía.
La iniciativa 'Salvem les fotos' nace de la unión de cinco universdades públicas valencianas, según ha informado por redes sociales la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia. La UPV, junto a la Universitat de València, La Universitat Jaume I de Castelló, la Universitat d'Alacant i la Universitat Miguel Hernández d'Elx se encuentran trabajando en la recuperación de las fotografías que, el pasado martes 29 de octubre, subsistieron a la riada de Valencia. Una iniciativa que, lejos de buscar provecho, se sostiene gracias a cientos de voluntarios entregados a la causa.
“Las iniciativas entre las universidades surgen en paralelo”, cuenta Esther Nebot, profesora en el Departamento de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la UPV. Los días después de la tragedia, fueron los alumnos del grado de Conservación y Restauración, del máster, del doctorado e incluso egresados quienes se pusieron en contacto con el profesorado para emprender los trabajos de recuperación. “Su trabajo está siendo espectacular” apunta Nebot. “Debería de dejar de llamarse la generación de cristal, porque están demostrando las ganas que tienen de ayudar".
De hecho, fue una ex alumna de la universidad quien trasladó a los profesores la propuesta. Según Nebot, “las ideas venían al mismo tiempo”, con un sentimiento de urgencia los alumnos le preguntaban: “¿No vamos a hacer nada? Queremos ayudar, esto es lo que sabemos hacer”. Y era cierto, ya que una semana antes de la Dana habían terminado una asignatura de Conservación de Fotografías.
En este momento, más de 300 voluntarios se encuentran trabajando en las instalaciones de la UPV con el objetivo de recuperar las fotografías que les llegan sumergidas en barro. Para una mejor organización, la profesora Nebot asegura estar “jerarquizando” los trabajos entre los voluntarios, para los que ya tiene lista de espera. “Algunos se están encargando de recoger las fotografías”, cuenta Nebot, “de hecho, unas alumnas que están muy sensibilizadas y prefieren ayudar en la zona, cuando acuden a las casas llevan una identificación en la mochila que dice ‘No tires tus fotos, podemos ayudarte’, después vienen y nos traen el material”.
“Ahora mismo podemos llevar intervenidas casi 5.000 fotografías”, cuenta, “algunos de los álbumes que nos llegan agrupan más de 200”. Sin embargo, la urgencia por recuperar el estado de las imágenes no altera su trabajo, sino que agiliza el proceso de restauración. “No nos centramos en restaurarlas, sino en salvaguardar las fotografías, son procesos de emergencia”, sostiene Ana Carreres, exalumna y coordinadora de los trabajos de restauración.
Mientras que algunas de éstas llegan al laboratorio sueltas y en mejor estado, otras se encuentran completamente adheridas a los plásticos de protección de los álbumes o cubiertas en su totalidad por el barro. “Estamos intentando salvar la máxima cantidad posible de material que nos llega”, sostiene Ana, “y está funcionando”.
Las dos profesionales coinciden en que el primer paso y el “más importante” es la recogida del material, un momento clave en el que prevén evitar el riesgo de confundir o traspapelar el conjunto fotográfico de su propietario. Para no cometer errores, es prioritario rellenar bien los datos de la ficha de recogida junto con las fotografías e introducir todo en una bolsa perforada, para que pueda airear el material. “Lo más conveniente es llevarlo al laboratorio rápidamente”, apunta Nebot. Después, en el laboratorio el material es revisado y sometido a un baño de agua para la eliminación del barro. Más tarde, las fotografías son secadas “por oreo”, un proceso de secado al aire para que desprendan la humedad o el olor contraídos.
A estas alturas, la profesora afirma que “ya tienen algunos álbumes preparados para empezar a devolver”, un paso que, desde el Departamento coinciden, “es importante” cuidar. A la hora de devolver los álbumes, envuelven las fotografías con hojas blancas y las ordenan con la misma secuencia fotográfica que tenían al llegar con el objetivo de que el propietario vea su álbum montado “tal y como lo recordaba” y así no establecer más impacto emocional.
Desde otros departamentos de la UPV, también se está trabajando para mejorar el proceso y el resultado del trabajo desempeñado. Un profesor del Departamento de Dibujo, también de la Facultad de Bellas Artes, se encarga de hacer registros digitales de las fotografías para poder acompañar la colección de un pendrive. Al mismo tiempo, una de las biólogas del Departamento de Conservación y Restauración se encarga de llevar el control de los EPIs correspondientes y de la contaminación ambiental. “Se está llevando un control para que los alumnos estén protegidos y no haya ningún tipo de percance”, constata Nebot.
Simultáneamente, el resto de entidades involucradas en la causa siguen avanzando en los trabajos o ayudas para la recuperación de las fotografías dañadas. La Universitat de València, en una iniciativa del Área de Patrimonio de la Universitat de València y con la colaboración del Laboratorio de Análisis y Diagnóstico de Obra de Arte de la Universidad se encuentra restaurando las imágenes dañadas por la Dana en el Museo de Historia Natural de la Universitat de València. “Estamos trabajando con el fin de sumar todas las universidades, cada una desde donde puede y con la mejor voluntad”, apunta. Del mismo modo, otras entidades como el Museu Valencià d'Etnologia y el Instituto Universitario de Restauración del Patrimonio contribuyen al proyecto.
Sobre el porvenir del proyecto, la profesora de Conservación y Restauración de Bienes Culturales garantiza que mientras haya álbumes e iniciativa por parte del alumnado y, por supuesto, apoyo incondicional por parte del profesorado, “los trabajos no cesarán”. “Nos importa que el próximo año venga alguien y nos pida restaurar su álbum familiar, nosotros seguiremos haciéndolo”, declara Nebot. Por el momento, la Facultad de Bellas Artes ha habilitado una zona para que prosigan con los trabajos.
En un principio, su idea era trabajar de forma anónima para ayudar a la máxima gente posible. Pero dada la gravedad de la situación, consideraron que lo más importante era aunar esfuerzos y, con la ayuda de la universidad, servirse de todas las herramientas necesarias para poder reconstruir la memoria familiar de muchas personas afectadas, al mismo tiempo que transmitirles tranquilidad.
Sobre el papel de las redes sociales, desde el Departamento de Conservación y Restauración apuntan a que su función principal en estos momentos es concienciar de que “nadie tire las fotografías, ya que ellos pueden salvarlas”. Además, al tratarse de un material sensible sujeto a la ley de protección de datos, inciden en que todos aquellos que estén publicando fotografías, no muestren rostros ni momentos reconocibles.
Víctor Cano vive en Manises y estas semanas está acudiendo al laboratorio, en el que estudió, para restaurar las fotografías dañadas tras el paso de la Dana. El joven ha cursado el grado y el máster de Conservación y Restauración de Bienes Culturales en la UPV y ahora es uno de los cientos de voluntarios entregados a la causa. “Es una carrera preciosa, nada fácil, pero si te gusta merece la pena”, cuenta a Valencia Plaza. “Ayudar a conservar las historias es muy gratificante para mí como profesional”, explica Cano respecto a los trabajos de recuperación.
Cuando le propusieron participar en esta iniciativa, el joven dijo que sí enseguida: “Por supuesto que iba a ayudar”. Durante estas semanas, los voluntarios se turnan en dos tandas, una de mañana y otra de tarde. “Nos vamos adaptando a la disponibilidad y horarios de trabajo de cada uno”, cuenta el joven. Además, muchos de los voluntarios que ayudan en la restauración también acuden a las zonas damnificadas para ayudar en las labores de limpieza. “Las personas se nos acercan directamente”, explica, “nosotros intentamos concienciar a la población de que no tire sus fotos”.
“Es importantísimo estar formado y preparado para realizar cualquier proceso de restauración, se necesita formación universitaria y específica ya que las piezas que nos llegan tienen mucho valor y hay que saber cómo tratarlas”, sostiene Víctor, “en caso de no ser así, puede acabar en desastre y, en la peor de las situaciones, perder la pieza por completo”.
Cano quiere transmitir su agradecimiento a las familias afectadas por confiar en ellos y dejarles entre manos recuerdos de tanto valor. Además, aprovecha para manifestar la falta de inversión en el campo de la restauración que en estos momentos se percibe de gran importancia. “Los profesionales de esta área nos encontramos con pocas oportunidades de trabajo en este país y tenemos que irnos fuera”, confiesa el joven.
Su compañera, Nerea Cruz, es también licenciada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, una carrera que escogió, en pocas palabras, “por amor al arte”. Sobre el voluntariado, confiesa que en medio de todo el caos necesitaba trasladar buenas noticias a las víctimas, y dada la situación que afrontaba Valencia, “vio que esta era la oportunidad perfecta”. “Esto es a lo que me dedico y lo mejor que sé hacer”, afirma.
Cruz suele presentarse en el laboratorio por las mañanas, aunque la hora varía porque depende de los autobuses y el tráfico que haya ese día. “Vengo desde Xirivella y los accesos todavía no están regulados”, cuenta. Respecto a los trabajos que realizan los voluntarios, la joven restauradora explica que pretenden “ofrecer una estabilidad al patrimonio familiar” y por ello realizan un rescate de urgencia. “Es una especie de estabilización del proceso de degradación”, explica.
La prioridad de la joven, así como la del resto de voluntarios, es devolver a las familias sus recuerdos en el menor tiempo posible para que puedan atesorarlos de nuevo. “El volumen de gente que nos está contactando y depositando su confianza en nosotros es muy alto”, dice Nerea, “todavía no ha llegado ningún álbum de conocidos míos, pero sí tengo pendiente a un par de personas”.
“Me entristece que muchos de esos recuerdos se estén perdiendo entre el agua y el lodo”, confiesa la joven, que dice ser "frágil" psicológicamente, porque conocer la vida de las personas a través de sus recuerdos la emociona. “Gracias”, dice la joven, “gracias a todas las personas que nos han confiado su vida en fotos, estamos haciendo todo lo posible por preservarlas”.