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ENTREVISTA

Pumuky: anhelando el juicio final

La banda de Tenerife, que actuará el próximo martes en La Rambleta, oscila entre el pop y la experimentación

1/10/2015 - 

VALENCIA. Aunque Jaír Ramírez, al frente de Pumuky, trata de quitarle importancia al asunto, lo cierto es que el hecho de proceder de Canarias ha marcado la trayectoria del grupo. “La insularidad es un handicap”, reconoce. Tanto es así, que en los inicios de la banda y hasta que lograron un acuerdo con Jabalina, muchas discográficas les cerraron las puertas por vivir en el archipiélago. “Quizás en 2015 se ve de forma diferente, todo se está globalizando y parece que las distancias ya no existen. Pero cuando empezamos a enviar nuestras primeras maquetas, a principios de los 2000, era muy distinto. Los sellos consideraban que vivir en Canarias complicaba la proyección de la banda. No tiene gran importancia, es algo circunstancial”.

Durante unos años los componentes de Pumuky se repartían entre Tenerife y Barcelona por motivos logísticos. “Era más fácil que mover a toda la banda desde Canarias”, explica Ramírez. Sin embargo, tras múltiples cambios, en esta última etapa el grupo encabezado por Jaír y su hermano Noé Ramírez se ha completado con la incorporación de los músicos Adán Zeus y Daniel Benavides, también residentes en el archipiélago. Un cambio más en la formación que no ha afectado notablemente a su personal sonido.

Han pasado 12 años desde que Pumuky se hiciera con el premio a mejor maqueta de 2003 en la convocatoria que lanza anualmente el programa de Radio 3 Disco grande. Entretanto, la banda ha sacado tres EP y cuatro discos que les han abierto un hueco en el panorama estatal. Su última referencia, Justicia poética, publicado en 2015, continúa avanzando por la senda que abrieron en su día. Sin llegar a ser un disco conceptual, Ramírez explica que las canciones fueron compuestas en un mismo periodo vital y “quizás eso haya hecho que todas tengan un cierto hilo argumental o que tengan que ver unas con otras”.

Justicia poética habla del anhelo de una especie de juicio final que ponga las cosas en su sitio, vista la incapacidad de los humanos de organizarnos de una manera equitativa y eficiente. Una utopía en la que los malhechores paguen por sus acciones y los actos bondadosos sean debidamente recompensados. Ahí es nada. La simpleza nunca ha sido una de las características de la música de Pumuky, que suelen trazar su obra en torno a conceptos elevados.

En tierra de nadie

En el reinado de la inmediatez y la urgencia, Pumuky apuestan por una música tupida y densa, en la que cuesta entrar. “Siempre hemos tenido la sensación de ir a contracorriente, nos hemos sentido fuera de lugar. Jugamos con la experimentación, pero seguimos haciendo canciones pop. Estamos en tierra de nadie. Hacemos una música introspectiva, que requiere un esfuerzo. Es un poco antipática en ese sentido”, afirma Ramírez sin atisbo de preocupación. Hacen lo que quieren y no les ha ido mal. Después de haber girado por México el año pasado, el próximo martes volerán a La Rambleta a dejarse querer por el público valenciano.

"Hacemos una música introspectivA, que requiere un esfuerzo. Es un poco antipática en ese sentido"

Más allá de su sonoridad, las letras de Pumuky esconden multitud de referencias que otorgan a sus canciones diferentes capas de lectura y animan al oyente a realizar una búsqueda. Goethe, el inventor del teremín, la poesía dadaísta o el “gol del siglo” de Maradona, por poner algunos ejemplos, se entremezclan en su discografía, a veces de manera velada y otras explícitamente. Ramírez considera que sus letras “son muy sencillas, cualquier persona podría entenderlas y hacerlas suyas. Pero a su vez hay pequeñas llaves o recovecos que te pueden hacer pensar en otro tipo de interpretaciones más elaboradas”. Las pistas, si las hay, se encuentran normalmente en sus característicos títulos.

Justicia poética abre con Taniyama-Shimura, inspirada en la nota de suicidio del matemático japonés Yutaka Taniyama, un genio en su campo que, sin embargo, no fue capaz de resolver los problemas que le atormentaban. El disco también incluye la canción Teoría de cuerdas, además de otras referencias científicas. “No me formé en ciencia”, explica Ramírez, “pero son temas que siempre me han interesado y leo bastante sobre ello. Soy bastante curioso y eso me influye a la hora de escribir las canciones. No son tratados científicos ni mucho menos. Pero las matemáticas explican muchas cosas, igual que la física”.

En 2011, Pumuky publicaron el EP Gara, Nira, Amarca, basado en algunas leyendas de amor de los aborígenes canarios. En el videoclip que acompañó a una de sus canciones, grabado en el Parque Nacional de Garajonay (La Gomera), se podía escuchar el famoso silbo de la isla. Fue un acercamiento puntual a la cultura popular canaria, aunque Ramírez considera que el lugar de origen sí que determina en cierta medidas sus composiciones. “El entorno en el que vives, la idiosincrasia de la gente, los paisajes… te afecta sí o sí. Nuestro cancionero está repleto de referencias canarias. Pero no es algo hecho adrede, es nuestro universo, de donde bebemos. No estamos realmente interesados en profundizar en el folklore canario. Simplemente hablamos de lo que nos rodea, como es natural”.


En defensa de los 90

Aunque su sonido ya revela una deuda con la música que se hacía en España en los años 90, especialmente la de grupos como Migala, Pumuky se han reafirmado en esta posición en varias ocasiones. Sin ir más lejos, el nombre del grupo, además de hacer referencia al personaje de dibujos animados creado por la recientemente fallecida Ellis Kaut, daba título a una canción de los zaragozanos El Niño Gusano. Por si fuera poco, han participado en diversos homenajes a Los Planetas y su repertorio incluye versiones de La Buena Vida o Chucho, entre otros. Bandas pertenecientes a una escena que está siendo revisada con dureza por periodistas como Víctor Lenore o Nando Cruz e incluso por algunos de los músicos que la protagonizaron.

“Los ataques que está recibiendo la escena independiente de los 90 me parecen totalmente injustificados, tuvo su importancia y eso nadie se lo va a quitar"

“Los ataques que está recibiendo esta escena me parecen totalmente injustificados”, afirma Ramírez, “tuvo su importancia y eso nadie se lo va a quitar. La música de los 80 se había quedado estancada y de repente algunas bandas empezaron a recibir influencia de Estados Unidos e Inglaterra. Fueron los primeros en traducir los sonidos que llegaban del exterior y adaptarlos a su manera de componer. Con sus carencias y defectos, me parece que esta escena fue muy importante y tiene su peso. Aunque ahora esté siendo denostada, dentro de diez años, cuando haya pasado esta moda, se volverá a valorizar”. El músico, sin embargo, se muestra crítico con la etiqueta “indie”, un paraguas bajo el cual “se está haciendo música que es pura basura”.

En el seno del debate sobre la escena española independiente de los 90, uno de los principales reproches que se ha hecho a los grupos que la conformaban es que promovían la despolitización. Como respuesta a ello, algunos artistas como Nacho Vegas han animado a los músicos a abordar cuestiones políticas y sociales en sus canciones. Una actitud con la que Pumuky no acaban de sentirse cómodos.

“El arte es una de las pocas cosas que quedan donde uno puede buscar la libertad y la abstracción total. No debería estar coaccionado por ningún tipo de presión, ni política, ni social, ni siquiera ética. La única responsabilidad del artista es ser honesto respecto a la obra. Si un músico quiere tener mensaje político, me parece perfecto y encomiable, es realmente necesario y oportuno en esta época. Pero pensar que toda una escena tiene que hablar de política es ridículo. Nadie debería estar obligado a hacerlo”, protesta Ramírez, que considera que muchos grupos incluyen preocupaciones sociales en su obra por una cuestión de simple apariencia.

Algunas canciones de Justicia poética, como Suprahombre, hablan de la firmeza en la defensa de unos ideales, pero esta perseverancia ideológica siempre se presenta como una característica ajena. Según Ramírez, “esa canción lo que refleja es una apatía total. Te das cuenta de que al final todo es lo mismo y no sabes a dónde ir. Habla de lo duro que es sufrir ese desencanto. Pedirle a otras personas que te sigan contando sus sueños para ver si te convencen, porque quieres creer. Es un poco nihilista. Para mí eso es una canción política”.

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