La política tiene momentos que no apetecen, y la “maldita hemeroteca” es uno de ellos. Los políticos deberíamos grabarnos a fuego aquello de “eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras” porque el titular puñetero de épocas pasadas te persigue siempre, como si estuviera ahí, sigiloso, esperando el momento de asestarte el golpe mortal.
Intuí que sería eso lo que motivaba el gesto serio de Ximo Puig y Mónica Oltra cuando entraban en la Sala de Corts del Palau de la Generalitat acompañando al presidente Sánchez, el pasado 9 d'Octubre. Alguien me contó que fue por un rifirrafe el día anterior a razón del cierre del acto. Es posible, pero yo creo que se debía a que ambos predecían el discurso plano que Sánchez iba a lanzar.
El silencio de Sánchez respecto a la tan ansiada reforma de la financiación autonómica, la quita de la deuda y la necesaria agenda de inversiones en nuestra Comunitat caía sobre una losa sobre las cabezas de los actuales miembros del ejecutivo autonómico. Sánchez no hizo ni ademán de disimulo. Simplemente, ni mentó el asunto.
Tras su accidentada escalada al poder, a trancas y barrancas, Sánchez encabeza un débil y precario gobierno que hace diariamente ejercicios de funambulismo con 84 diputados. Los nacionalistas le facturan, uno tras otro, recibís para el cobro de peajes. Los escándalos persiguen a sus ministros hasta su dimisión o su inexplicable no-cese. Y el marketing de Moncloa para distraer al personal ha quedado al descubierto y no da ya para muchas vueltas.
Sin embargo, no es difícil imaginar cuál hubiera sido la respuesta de Puig y Oltra si, en lugar de Sánchez, hubiera venido un presidente del PP a no decir nada: Puig hubiera calificado la visita de “burla a los valencianos” y Oltra diría aquello de: “Con voluntad, la financiación estaría solucionada en dos semanas”.
Y sí, la necesaria reforma del sistema de financiación es un asunto en el que hay acuerdo, y que ha motivado momentos complejos para todos. No obstante, quien gobierna debe tomar una decisión aunque eso le genere problemas internos: entre los valencianos y el partido, hay que elegir a los primeros. Créanme si les digo que esa es una decisión trascendental y que cuando eres portavoz del Consell y tu gobierno decide reivindicar con contundencia pese a que gobiernen los tuyos sabes que haces lo correcto pero que, al mismo tiempo, se asume un desgaste en las filas.
No veo esa actitud en el actual Consell. La verdad es que el silencio cómplice de Compromís y PSPV debió ser duro pero también es cobarde. Me cuesta pensar lo que le supuso a Oltra (tan fiera contra Rajoy, tan mansa con Sánchez). Pero ahora gobiernan y los intereses electorales han cambiado las tornas. Entre los valencianos y el partido, se elige el partido. Así que toca silenciar las proclamas de antaño, esconder las pancartas y plegar velas. Contra Rajoy, se vivía mejor.
A Puig le tocó, ante Sánchez, aflojar varios grados la intensidad de la reclamación y, desde luego, la exigencia de su concreción inmediata, que mantenía hasta no hace poco y que antes había de cerrarse “este mismo mes” -exactamente hasta que sobrevino inesperadamente, también para él, un Gobierno socialista-.
Sobre la jornada vespertina, ¿qué quieren que les diga? Seguramente, de seguir gobernando el PP, la abultada presencia policial desde primera hora de la mañana en las calles de Valencia este 9 d'Octubre, hubiera sido considerada como propia de un ‘estado de excepción’. Y Joan Ribó no habría calificado las manifestaciones como el “triunfo de la libertad de expresión”: habría denunciado la represión de los derechos de los ciudadanos por un gobierno mordaza. De gobernar el PP, Puig no hubiera felicitado al Gobierno por haber evitado un “9 de Octubre negro” sino que le hubiera acusado de favorecerlo.
Claro que, de gobernar el Partido Popular en España, el PSPV y la UGT tampoco se hubieran descolgado de la “manifa” de la tarde que tradicionalmente convoca la Comisisió 9 d’ Octubre, en la que han participado siempre. La cosa es que ahora toca tragar, gobiernan ellos y manifestarse contra sí mismos ha dejado de resultar conveniente.
Sn embargo, la “maldita hemeroteca” sigue ahí, junto con las camisetas y las pancartas, presente en aquello del “imaginario colectivo”. Esa “maldita hemeroteca” que no puede negarse, aunque ya no toque, como diría Oltra, “montar el pollo”.
María José Catalá es portavoz adjunta del PP en Les Corts