VALÈNCIA.-Un encuentro casual con un viejo compañero de estudio. Entre cervezas, recuerdos y aceitunas me cuenta que es seguidor de series digitales, chorronfoque alternativo al cine actual. Intenta despertar mi curiosidad por las maravillo-sidades de esta forma de recibir historias, puffff, y también me habla de publicidad beloudelain. Todo eso me importa más bien poco, pero lo enlazamos con el tema de la búsqueda y fidelización de clientes. Aquí sí conecto la brújula, la falangeta, el postpucio y el corintio, que eso sí me interesa. El lirondo, pues va calvo y con kilos de más, habla de la dificultad que tiene para dinamizar reuniones. Sé que lo peor de las reuniones son las propias reuniones, hay que dinamitarlas, le digo. Le parece una carrera de fondo ir acechando parroquianos, compradores y clientes. Le extrañó que aún yo, con más de treinta tacos cargando rulos y alguna cicatriz que desvela el reseco de los huesos, también anduviera a la caza. ¡¡¡Pero si tú en un plis plas te metes a los mejores, me decía!!! En un plis plas me dijo... en un plis plas me dice... desde entonces no he parado de darle vueltas a ese plis plas, y a ese plis y a ese plas...
Con los bolsillos cargados de fe y arena, mi actual vida sucede a la caza de nuevas presas. Utilizo técnicas academicistas e intuición de oficio pero es ante el humor y el descaro donde mejor desfilo. Mucho me toca explicar este punto, que es pringoso, por aquello de la diferencia entre lo personal y los clientes. El ying y el yang. El plis y el plas...
Que el trabajo esté bien planteado, que acate los tiempos o que enderece resultados se da por sentado, que para eso llaman a un profesional. Suelen dar información compleja, incómoda y fea, información al peso. Aburrimiento y caos que hay que ordenar. Me contratan para solucionar y si encima acaba siendo hermoso, pues mejor. No paro de dar vueltas al plis plas y no paro de meditarme plis plas. Para conseguir objetivos necesito ingredientes de oficio, buenas vibraciones mentales, ciertas transformaciones físicas y concentración absoluta.
Y os cuento ante un nuevo reto... plis... sensaciones espirituales que conforman una importante dosis de exaltación por algo novedoso... plas... se me dispara una euforia compartida con el entorno y donde a partir de ese momento el tiempo es lo de menos... plis... las grandes palizas intentando canalizar ideas no tienen importancia frente a la dispo-sición positiva y las ganas de sorprender... plas... la concentración anda distraída, pero la creatividad inspirada por horas de trabajo hace que el cerebro no sea un pulpo hembra disfrazado de cordero... plis... una actitud reforzada por la autoestima donde el fracaso no entra entre los pensamientos... plas... noto la respiración muy agitada, el ritmo cardíaco más acelerado... plis... las ganas por reventar ideas avivan la mirada siendo capaz de no ceder concesiones al sueño, al cansancio, al hambre, incluso al dolor... plas... me encuentro eufórico y siento un regusto intenso en mis órganos sexuales... plis... ante todos estos síntomas, estoy convencido de que los resultados serán placenteros, y que entre el cliente y yo habrá una relación por algún tiempo... plas... nada como algo de sexo para unir la relación y de esto te das cuenta en los primeros tres segundos... plis... porque si no es así, ese idilio es desértico... plas...
Maldito viejo compañero, plis, qué jodida es la vida plas...
*Este artículo se publicó originalmente en el número 52 de la revista Plaza