VALÈNCIA. Hay edificios que, más allá de su funcionalidad, tienen la virtud de simbolizar voluntades colectivas. Sintetizar aspiraciones. Vertebrar sin fin. Es la historia de Reina 125. Un edificio que casi aparenta ser un protagonista humano. Una casa. Con todo lo que conlleva. Como una anfitriona que utiliza su carisma para cobijar a los que vienen. Con una cara a modo de fachada, de un azul tan vital como si el mar se fugara de la bañera. Con una palmera, a modo de extremidades, a partir de la cual se arremolina el patio a la vida común. Un ladrillo vista, tal que la epidermis curtida, que cuando acaricias lees el contexto. Desde allá arriba, en la buhardilla, a través de una rendija del bloque Ruiz Jarabo, se ve la llegada de los barcos a modo de promesa.
El edificio vuelve a echar a andar, aunque vio los clavos de su propio ataúd. A punto de asistir a su propio entierro. Con la inconsciencia de los prodigios, hizo como si nada fuera a ocurrir. Gracias a eso vio pasar el mal fario. Se rehizo. Hay una historia detrás. Unos verdaderos rostros tras ello. Una rehabilitación. Una resistencia. Un futuro. Vamos a ello.
La pareja que forman Pepa Crespo y Ernesto Pardos es singular. Muy singular. No son habituales los deseos a medio camino entre el riesgo máximo y la visión lejana. Él, de Teruel, vino a València a hacer la carrera. Conoció a Pepa. Ella, Pepa, tenía en el Cabanyal su Macondo, rodeado de una familia copiosa asentada desde tiempos inmemoriales en estas calles. “La suya es una familia muy mediterránea, tal cual el estereotipo”, dice Ernesto. Por eso, encontrar un edificio tan casa, en plena calle de la Reina (Reina 125 por un flanco, Barraca 128 por otro), colmaba muchas de sus aspiraciones emocionales.
Solo había un problema. Un pequeño problema. Un maldito problema. Un terrible problema. La encontraron en 2002. La casa estaba en mitad de la zona de expropiación. Aquí, donde la antigua papelería Gadea. Muchos años cerrada. “Psh, si esta casa se la van a acabar cargando”, hubiera pensado un casual. La zona afectada. La señal. El estigma. La casa con la cruz. Que se la cargan. Que se la van a cargar. Evidentemente Pepa y Ernesto compraron la casa. “La familia ya estaba ‘afectada’, así que era una manera de unirnos todavía más, de darle un vuelco a la situación. Comprar cuando todo lo que pensaba la gente era en vender. Crear un icono de resistencia. La calle de la Reina era antiguamente la calle de la Libertad y siempre creímos que teníamos razón, que nunca llegarían las máquinas y el derribo”.
Pepa recuerda el latido cainita de las calles al caer la tarde. Como a sus padres, viviendo sus últimos años en el lugar de sus vidas, otros vecinos les asestaban puñaladas en forma de comentarios: “ya te debe quedar poco en esta casa, ¿no?, ¿cuándo entran a derribarla?”. Este edificio de la Reina 125 si es algo, es la respuesta a todo aquello.
“Siempre estuvo presente el ‘no futuro’ de la casa, la posibilidad -sigue Pepa Crespo- de que al final la tiraran. Sabíamos que no podíamos ir a vivir allí y, seguro, por mucho tiempo. Así que queríamos que fuera un espacio de lucha. La cedimos a Escoltem el Cabanyal cuando les hizo falta. Tenía que ser una manera de decir que El Cabanyal seguía teniendo futuro y siempre lo tendría. La gente no lo entendía al principio, primero decían que estábamos locos por ‘tirar’ el dinero, luego, con el tiempo, que teníamos información privilegiada. Se creó ‘la duda’ respecto a que no todo estaba perdido, no nos íbamos a rendir. La casa es un proyecto de vida que une nuestro sentimiento por el barrio, con la resistencia frente a la injusticia y con la experiencia de compartir vivencias y culturas. Con todo este romanticismo, la casa había que pagarla y eso era determinante”.
La casa hay que pagarla. Pero no de cualquier modo. La solución de Crespo y Pardos con este edificio de 1927 fue crear una comunidad de estudiantes. Darle la vuelta. Aprovechar el magnetismo comunitario que ofrecía -¡ofrece!- el inmueble.
Y aquí es cuando enumeran las fases del calvario…
•“El banco no nos daba el crédito”.
•“Hipotecamos nuestro piso”
•“No podíamos emprender la rehabilitación integral que queríamos porque ni siquiera nos daban licencia”.
Pero a cambio…
• “Queríamos llenarla de gente”.
•“Que sirviera para dar a conocer la situación del barrio en Europa”.
• Que trajera vida a una zona que se estaba despoblando”.
•“Por todo lo que hemos viajado queríamos algo abierto, compartir experiencias, plural”.
•“La ubicación era ideal para estudiantes extranjeros. Así que el planteamiento lo teníamos claro, una casa Erasmus, no había nada así, nos motivaba mucho, el contraste con las formas de vida”.