VALÈNCIA. A la hora de buscar financiación, una startup tiene que evaluar todas las opciones disponibles. La buena noticia es que cada vez hay más alternativas para elegir conforme a los distintos estadios de la organización. Lo que parece claro es que, en fases iniciales, los bancos tienen poco que decir. Salvo que dispongas de un capital robusto que te avale, lo más probable es que no te den el dinero que necesitas, por mucha ‘mirada de tigre’ que se ponga al exhibir el power point. Si no hay todavía producto, como sucede muchas veces, ni facturación, es preferible contar la idea de negocio a los vecinos antes que a los bancos.
Así debió de entenderlo Iñaki Berenguer, el emprendedor de Muro de Alcoy que en más de una ocasión ha contado cómo algunos de sus vecinos, “uno panadero, otro trabajaba en una fábrica…” pusieron dinero para arrancar su primer negocio porque confiaban en él. A día de hoy, con tres exits en su haber en menos de 10 años, (CoverWallet vendida a AON; Pixable, adquirida por SingTel y Contactive, comprada por Fuze), obtendría de los bancos todo lo que pidiese. Lo paradójico es que ya no los necesita.
También es cierto que cuando Berenguer se animó a dar el salto del mundo académico al emprendedor, no había muchas alternativas para empezar, más allá de las 3 F’s o la financiación bancaria. Ahora, los familiares y amigos perduran pero también se ha abierto la puerta a nuevas fórmulas de arranque, una de ellas el crowdfunding. “Además de facilitar acceso al dinero, yo creo que es una buena manera de validar un producto y saber si tiene encaje en el mercado antes de empezar a fabricar.
Otra de las ventajas es que te permite ganar visibilidad a escala global”, sostiene Carlos Mateo, presidente de la Asociación Española de Startups y ahora, también, CEO de Music Fingers, una startup que ha creado un gadget para hacer música con los dedos. La empresa ha abierto una campaña de recompensa en la plataforma de Kickstarter con la que se proponen conseguir 25.000 euros antes de encargar la elaboración de los dispositivos. No olvidemos que, de plataformas como estas, han surgido productos tan punteros como las gafas Oculus de Realidad Virtual que luego fueron adquiridas por Facebook.
Hacer algo similar al crowdfunding, pero trasladado al mundo físico fue la idea del emprendedor Gerardo Salvador cuando organizó el primer business market en la localidad de Elche. Para dar a conocer nuevos proyectos empresariales y abrir el campo de la inversión a emprendedores locales se le ocurrió a Salvador organizar un evento anual donde conectar a ambas partes. En líneas generales, un business market consiste en habilitar un auditorio en una ciudad cualquiera donde emprendedores y empresas de todo tipo tienen oportunidad de exponer su idea de negocio a potenciales inversores.
“Me inspiré más en entornos abiertos, como los de Berlín, Londres o Estados Unidos”, declara. La iniciativa fue bien acogida y a día de hoy son ya numerosos los Ayuntamientos de todo el territorio nacional que replican foros similares.
También en esta línea nos encontramos en Berlín con una novedosas propuesta, KaDeTe, una especie de supermercado para startups del sector alimentario. Se trata de una pequeña boutique emplazada dentro del centro comercial Wilmersdorfer Arcaden que se ha convertido en espacio de prueba y validación de producto. Las nuevas marcas tienen así oportunidad de conocer el grado de aceptación por parte de los consumidores en un contexto real y de hacer un estudio de mercado barato y fiable.
Pero como el dinero es una constante en todo el proceso emprendedor, una vez que se tiene producto y se disponen ya de ciertas métricas de facturación, hay que seguir ingeniándoselas para obtener financiación suficiente para seguir creciendo. Cierto que la mejor fuente de financiación son los clientes, pero como no siempre es fácil vender, llegado este punto empiezan a barajarse opciones como la de los business angel o los fondos de capital. Pero como no existe el dinero gratis, antes de recurrir a ellos, son muchos los emprendedores que analizan otras posibilidades, como las ayudas públicas, por aquello de que suelen ablandar las condiciones del crédito y otorgan cierta libertad de actuación.
Entre las instituciones actuales preferidas por los emprendedores se encuentra la Empresa Nacional de Innovación, Enisa, y su principal instrumento financiero: el préstamo participativo. Requisito imprescindible para adquirir a cualquiera de sus líneas es llevar constituido como empresa un mínimo de 24 meses antes de presentar una solicitud. Aún así, la financiación de Enisa es de riesgo dado que el argumento principal para conceder o denegar el préstamo es el proyecto empresarial, el equipo y el modelo de negocio. Solo en 2019, Enisa financió a 302 empresas de nueva creación.
Pero Enisa llega hasta donde llega, esto es, un límite máximo por cliente de 1.500.000 euros. Algunos podrían pensar que esta cantidad es un lujo pero son muchas las startups que se mueven en cifras de inversión muy superiores coincidiendo en el ciclo de crecimiento de la empresa. Cuando esto sucede, entran ya en la vorágine del fondo de capital riesgo, bancos de inversión y rondas millonarias hasta conseguir una de tipo B o C que servirá de preámbulo para salir la bolsa, el final más infrecuente de las startups.
Claro que también en estas fases más avanzadas surgen alternativas. Una de ellas es la cotización en el Mercado Alternativo Bursátil o propuestas como la de Euronext, una bolsa de valores paneuropea cuya responsable en España, Susana de Antonio, la considera un instrumento más que interesante de financiación para pymes y startups en estado avanzado, especialmente de base tecnológica.