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'Nunca es tarde', de Jerónimo Tristante y 'La torre invertida', de Tania Padilla, premios Ateneo de Sevilla

Una historia de desapariciones y un descenso a las profundidades propias han servido para que Tristante y Padilla se alcen con los premios de novela y novela joven respectivamente en la vigesimosegunda edición de los premios Ateneo de Sevilla que publica Algaida

19/02/2018 - 

VALÈNCIA. ¿Qué tienen las desapariciones a nivel literario que no tienen otros crímenes?

Jerónimo Tristante: Ten en cuenta que la novela negra parte de un hecho criminal y la investigación que le sigue permite que el autor describa cómo es una sociedad. Siempre achacamos la novela negra a un asesinato, pero no tiene por qué ser eso, puede ser un robo, un timo, y es verdad que las desaparición es uno de los delitos que más interés concita en el lector porque conlleva toda una serie de incógnitas que implican un suspense mayor -el suspense al fin y al cabo son las ganas de saber-. Hay más incógnitas que aclarar en una desaparición.

¿Nos asustan especialmente como sociedad las desapariciones?

Sí, es una situación que nos alarma mucho, sobre todo las desapariciones de niños. No hay nada nuevo bajo el sol: el mito del hombre del saco tiene su correspondencia real en los sacamantecas del siglo XIX. Este ha sido uno de los peores miedos del ser humano desde la noche de los tiempos junto con el miedo al bosque, a la espesura que nos rodeaba. Ahí está, por ejemplo, Caperucita roja y el lobo feroz, y ahora el delincuente sexual.

¿Olvidamos rápido los crímenes o por el contrario, se enquistan en el ADN de la sociedad?

Los crímenes se suelen olvidar rápidamente, el factor que hace que un crimen no se termine de olvidar suele ser el que haya un proceso judicial mediático, que sea muy amarillista y que llame mucho la atención. Esto es lo que hace que ese crimen permanezca vivo en el imaginario colectivo. Aun así, el tiempo lo va enterrando todo. En el caso de mi novela, esos crímenes que se han producido hace cuarenta y tres años y que parece en cierta medida que se han reeditado, han quedado enterrados porque no interesan por el tema del turismo, y esto no creas que es la primera vez que ocurre... Que se asocie un pueblo a un crimen determinado es un estigma que las autoridades, los hosteleros, la gente de la calle siempre intenta evitar.

Es curioso, porque un crimen puntual no debería suponer ningún estigma, sobre todo cuando se ha detenido a quien lo ha cometido, pero con estos pueblos pasa como con las casas donde han tenido lugar asesinatos, que se devalúan... 

Somos supersticiosos, la gente asocia el pueblo con lo truculento.

¿Por qué los Pirineos como escenario? ¿La elección tiene que ver con el miedo al bosque que comentabas?

Tiene que ver con dos motivos, del segundo me he dado cuenta haciendo entrevistas. El primero es que yo soy del sur y esos escenarios me seducen mucho. Escenarios boscosos, fríos, con arroyos, nieve... Me resultan muy exóticos. Súmale que además estos lugares provocan ese miedo atávico a la espesura del que hablábamos. Y luego me he dado cuenta también que es por algo que yo llevo grabado que es la influencia de Twin Peaks, que la vi de muy jovencito y la tengo grabada a sangre y fuego. Esos ambientes me ponen muchísimo.

¿Te ha costado narrar desde una piel femenina?

En realidad en mis libros hay muchos personajes femeninos, pero me he dado cuenta de que hasta ahora en ellos no había ninguna protagonista mujer porque como están ambientadas en otra época, no podía incorporar una policía, una templaria o una integrante de la División Azul. No tenía cancha para hacer eso.

En ese sentido, ¿te has sentido más cómodo esta vez escribiendo una novela ambientada en la actualidad?

Me lo he pasado pipa, me ha resultado mucho más divertido. Durante la parte de recogida de información te lo pasas bien, es como una tesina, pero cuando estás escribiendo me daba cuenta de que estaba siempre en tensión, mirando planos y datos, pero en este caso ha sido dejar que fluya la historia, contar una historia.

Sintra, Pessoa y la torre del útero

¿Por qué Portugal, por qué este escenario? ¿Por qué Pessoa?

Tania Padilla: En primer lugar porque siempre he ido allí de pequeña, iba con mis padres todos los veranos, en Semana Santa, y luego hice un viaje con unos amigos a la Quinta da Regaleira, y al llegar allí y ver el espacio de repente me interesó la relación especial que había entre Carvalho Monteiro, el dueño de la quinta, y el arquitecto Manini, y decidí escribir una historia con un tono nostálgico, que remitiera al lector, que le llevara a Portugal, para transmitirle de alguna manera lo que ese país significa para mí. 

Respecto a Pessoa, parece que era obligado en una historia sobre Portugal incluir el tópico de Pessoa, pero no, realmente fue una incoporación tardía a la novela, que incluí porque participa de las tesis del Quinto Imperio y del esoterismo y entonces por ahí pensé en el poemario Mensagem de Pessoa y figuré un posible encuentro entre un Pessoa muy jovencito y un Carvalho Monteiro ya mayor, motivado por la faceta periodística del poeta, que trabajaba para algunos diarios.

¿Qué dificultades reviste escribir ficción sobre personajes tan conocidos?

Es difícil; exige una labor de documentación ardua que además te obliga a desechar muchas cosas. Yo necesitaba que mi Pessoa fuese real, y volvía al Libro del desasosiego, a sus diarios que se han editado en Gadir, volvía sobre sus obras pero para luego inventarme el Pessoa que a mí me daba la gana; pensé, tiene que ser tímido y con indicios de alcoholismo. Partí de esas premisas para crear con respeto un personaje Pessoa al que creo que dignifico. Es ciertamente una responsabilidad.

Tengo la sensación de que estas construcciones en torno a una personaje real, si están bien hechas, te aproximan a un personaje más incluso que los datos...

Sí, porque lo ponen en acción; pasa a ser un personaje lleno de vida, y eso, aunque forme parte de una reconstrucción, te permite verlo comer, beber, enamorarse, sufrir. A mí en concreto este personaje [Pessoa] me ha servido para conectar con él; me encanta Pessoa de siempre, pero he conseguido conectar de una manera más íntima con él.

¿Qué sentiste la primera vez que descendiste por la torre invertida real? 

No sé, porque la construcción me parece muy kitsch, una horterada enorme, porque el estilo neomanuelino es discutible; como todas esas cosas neorrománticas que intentan recrear, tiene mucho de parque temático. Me interesaron mucho, eso sí, los jardines, y luego esas construcciones hacia el centro de la Tierra que se comunican... Es una idea muy potente, arquitectónicamente y simbólicamente. Me inspiraron para construir una novela que fuese como un edificio, un descenso a los infiernos a través de esa torre, que simboliza lo femenino también.

¿Es La torre invertida una inversión, nunca mejor dicho, del falocentrismo?

Sí, es el espacio del útero. En mi novela hay cuatro protagonistas femeninas que se ven asediadas constantemente por fuerzas masculinas hiperperniciosas -no siempre es así, por suerte-. Estas mujeres se dirigen hacia la conquista del sujeto. Su descenso es hacia sí mismas, para dejar atrás la categoría de objeto y alcanzar por fin la categoría de sujeto. Su viaje, por otra parte, es un viaje iniciático, un viaje por la feminidad -de ahí lo del útero-. Pero descender, viajar hacia adentro, también es viajar hacia lo desconocido, hacia lo que es ignorado. Por todo esto titulé la novela así, no tanto por el espacio de la Quinta da Regaleira, que como decía, me interesa menos.

¿Por qué el descenso siempre conlleva una connotación negativa?

Porque cuando uno profundiza en uno mismo, cuando va hacia dentro, como la protagonista de mi novela, se encuentra con cosas que no le gustan. Por lo general es duro, aunque no malo. De hecho yo creo que es buenísimo. Ese viaje interior luego se convierte en decisiones exteriores.

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