Este año se han cumplido 30 años de la aparición de 'Odio', un cómic con un humor abrasivo sobre la Generación X, entonces un monigote que agitaban los medios de comunicación rindiendo culto a lo joven, pero que el dibujante de Seattle se dedicó a poner en su lugar ensañándose con sus miserias. Pudo llevarse a la MTV y a HBO, pero los proyectos nunca salieron. Como consuelo, la única serie equiparable fue 'Peep Show', también de un humor descarnado, esta vez británico, sobre los nacidos en los 70.
VALÈNCIA. La historia es conocida. La MTV se interesó por llevar el universo de Odio a una serie refrescante y juvenil. Peter Bagge, como ya le ha pasado varias veces, también con HBO o la Fox, hizo el guión de un piloto y un diseño de personajes, pero el proyecto se quedó "en desarrollo" Bagge consideraba que su historia era muy fácil de llevar a la pantalla, aunque calculaba que cada veintidós páginas suyas le salían dos minutos de televisión.
El problema, según contó, es que MTV quería un Buddy Bradley, el protagonista de Odio, joven y grunge, mientras que HBO le pidió uno viejo, ya cuando abre su propio negocio de coleccionismos y enfila la crisis de los treinta tardíos, mientras que Fox quiso uno adolescente, el de los números de la precuela Buddy y los Bradley, una sitcom más que una serie con continuidad episódica. Prácticamente, las tres etapas en la vida del personaje, pero ninguna cuajó. Ahora bien, Bagge no se quedó del todo chafado. Por cada proyecto que entregó y se canceló le cayeron alrededor de cincuenta mil dólares, por lo que declaró "es muy curioso el negocio de no hacer televisión".
Este año se han cumplido treinta años de este gran cómic No eran solo viñetas con gags, era una historia elaborada con personajes de gran profundidad sobre la juventud de los 90. Estaba muy lejos de presentar el grunge, el rock, el sexo y las drogas como un telón de fondo molón, como ingredientes para excitar los adolescentes y que se diesen importancia con símbolos autorreferenciales que les hubieran marcado mucho para toda la vida; no, Odio mostraba patetismo, inseguridad, payasadas, cantamañanas, hipócritas, memos, pinchauvas, oportunistas: la vida real. Eso que tienen todas las generaciones de jóvenes en común: ser tontos del culo y no tener ni puta idea de nada. El maestro Robert Crumb ya había hecho lo mismo con la suya, la generación de los hippies en los 60.
En esta entrevista en el Seattle Times, Bagge sale al paso de ese lugar común tan habitual de que los cómics underground de los 80 y 90 no podrían haberse publicado ahora. Sus autores sufrirían duras campañas en redes sociales. Sin embargo, Bagge es pragmático y no abandona su sutil sentido del humor, dice: "Creo que puedes. Técnicamente, todavía puedes hacer lo que quieras. Solo tienes que hacerlo. Pero hay nuevos castigos establecidos".
La prueba de cómo hubiera resultado su gran obra en dibujos animados no tenía mal aspecto. La hizo Steve Loter en 1996 y, siendo el trazo de Bagge tan expresionista, no había grandes cambios al llevar las viñetas a la pantalla. Cuesta más imaginarse así a un Daniel Clowes o un Charles Burns, los otros tótems de la época.
Sin embargo, no hay por qué llorar. Si hay una serie que captó el espíritu de Odio fue la británica Peep Show. En la propia Imdb viene que originalmente la idea era hacer un híbrido entre Seinfeld y el cómic de Bagge. El resultado formalmente fue complementario y, espiritualmente, el mismo. La Generación X quedaba a la altura del betún, con la salvedad de que era una serie más contemporánea.
Peep Show es, posiblemente, una de las mejores comedias de todos los tiempos. Los dos compañeros de piso de Buddy en Seattle, Apestoso y George Cecil Hamilton III, aquí estarían concentrados en dos, Mark y Jez. Sin lugar a dudas, Jez sería Apestoso, con todos los complementos, él y su amigo Super Hans, y Mark encarnaría una mezcla de Buddy con George.
La cuestión es que Mark es un chico formal, con su trabajo, amante de la Historia, que no huele una mujer ni de lejos, ni sabe cómo acercárseles, pero siente la presión social de aparearse y la familiar de tener una pareja formal como la gente normal... y obediente. Jez, en cambio, es lo contrario. Piensa que puede abrirse camino en el mundo del rock, o del espectáculo, o del arte, no lo tiene muy claro, cualquier cosa que no le obligue a madrugar. Mira con prestancia a su compañero de piso, que no se droga ni tiene sexo como él, pero en la serie pasan los años y se convierte en lo que es: un matao que no vale para nada. La catarsis se da con sus contactos con millennials que no saben quiénes son Beasty Boys hasta que comprende que ya no es joven y es solo un pintamonas, él se llama a sí mismo llorando "un mierda". Son minutos dorados en la historia de la televisión. (Acaba siendo coach vital)
También brilla el patetismo de Mark tratando de ser normal. Su personaje tiene una evolución realmente brillante. Persigue lo que quieren sus padres para él, tener pareja y fundar una familia, estrellándose una y otra vez, pero sin miedo al ridículo constante insiste y, al final, está a punto de lograrlo; momento en el cual evoluciona, sufre un ataque de lucidez, y se da cuenta de que la vida es muy corta y está mejor leyendo Historia que aguantando a una pareja y todas las obligaciones que supone. Drama. Hay ahí dos capítulos, la despedida de soltero y la boda, que merece la pena haber nacido solo por verlos.
Aunque, sin duda alguna, el mejor de todos ellos -son nueve temporadas de seis capítulos de menos de media hora- es una noche en la que Mark sale de marcha y todos se drogan. Sería el típico recurso de drogar al que nunca lo ha hecho, pero está planteado al revés. En realidad, Mark finge que se come un éxtasis y asistimos a sus pensamientos totalmente sobrio de lo que es una noche entera con gente que sí va puesta. Caviar. Por lo patético que es ir puesto, no por la gustera que da, aunque el cine y las series de jóvenes lo muestren como algo sublime y trascendente para lograr fenómenos como los que hemos comentado hace un par de párrafos.
El juego de esta serie es que reproduce los pensamientos de sus protagonistas contantemente, de hecho, inicialmente iba a titularse POV, pero no lo hicieron porque sería pretencioso. La Generación X fue joven, chispeante y arrogante y se plantó en los treinta años con una devaluación salarial y de derechos laborales por la que sus padres a su edad hubiesen quemado las fábricas (que da igual, ahora no se podría porque se las llevaron al tercer mundo). La cara de pasmados todavía nos dura y quedó muy bien retratada en shows como el 15M, que a punto estuvo de ser patrocinado por Pepsi. Odio y Peep Show pisotean la estúpida vanidad de esta generación y no solo son descacharrantes: son necesarias. Fuerza para vivir y ver que no estás loco. (PD: De Peep Show han salido algunos de los guionistas de la exitosa Succession de HBO).