BARES DE CARRETERA

‘Only’ transportistas

Los servicios de restauración en áreas de servicio o los establecimientos hosteleros próximos a las carreteras son de los pocos negocios que se libran del cerrojazo a la hostelería. Así es el servicio solo para transportistas

| 05/02/2021 | 4 min, 7 seg

El cerrojazo actual a la hostelería contempla un par de excepciones: servicios de hostelería en hospitales y clínicas, comedores escolares, servicios de restauración en los hoteles y alojamientos (solo para huéspedes), comedores en centros de trabajo y bares de carretera como Chuletas Pepe. Un restaurante asador en el polígono industrial Poligono El Oliveral, en Riba Roja del Turia.

En su página de Facebook se definen con un esclarecedor: «Restaurante Asador Chuletas Pepe, el de toda la vida. Para todo aquel que nos conozca y a los que quieran conocernos seguimos estando en el mismo sitio». En el mismo lugar desde 1965, llenando el buche de curritos y personas con anemia que necesitan meterse media barra rellena de cortes de panceta gruesos como la muñeca de un bebé.

Desde 1965, echando toda la carne que cabe en el asador. Solo que antes se la comía una clientela heterogénea —pantagruélicas fiestas de cumpleaños en mesas largas con mantel de tela, camino de mesa, sillas tapizadas y vasos de plástico para la sangría; familias adorando una paella; la picaeta después de trabajar los viernes; gloriosos almuerzos con las mesas tapizadas de papel contínuo con corfas de cacaos y litronas de cerveza— y ahora solo hay cuerpos de seguridad y camioneros solitarios que se comen su plato combinado en silencio. Y otra vez a la carretera, a tirar kilómetros hasta la hora de cenar en otro bar de carretera con el sonido ambiente en mute.


El Chuletas Pepe conserva los azulejos valencianos de la época. La barra en la que hace meses que nadie se puede apoyar tiene una cenefa azul y amarilla con motivos florales que hacen cabriolas. El techo tiene vigas de madera a la vista. Están sobre la máquina de café y las estanterías con botellas medio vacías de las principales marcas de bebidas espirituosas. En lo alto de la primera línea de mesas hay unas vigas finas de metal de las que en ocasiones especiales cuelga un ejército de patas de jamón.

En el zócalo de la barra tendría que haber servilletas arrugadas, granos de azúcar huidos del azucarillo, huesos de aceitunas, compadreo atascado que no sabe al que se le pasa la hora de volver al tajo. En lugar del aliño de la vida, hay higiene y olor a desinfectante. David Sáez, gerente del restaurante familiar en el que también participan sus hermanos, mantiene a raya los agentes infecciosos microscópicos acelulares.

«La verdad es que la situación está mal. Solo abrir lo que es la puerta y encender luces ya te cuesta bastante dinero. De momento tendremos que aguantar, porque claro, yo necesito tener algún ingreso, algo para comer». Otro motivo para no bajar la persiana es el marketing: «Una vez que cierras a la gente le cuesta volver. Se olvidan de ti. Aunque casi no vale la pena encender los fogones, pero como tampoco es que tengas mucha cantidad de género, vas tirando».


No es fácil encontrar el Chuletas Pepe. No se ve a simple vista, no tiene un poste como el de McDonalds o Bricomart, sí un luminoso con un juego tipográfico ochentero que hace segregar saliva. Está  en una vía de servicio apartada desde la que huele a huerta y a humo de motor. Un muro de insonorización esconde la autovía principal. «Hay gente que se pierde para llegar, aunque estén utilizando el GPS», asegura David.

«Hay un 90% menos de clientes. Que yo llegaba a servir hasta cien almuerzos, y otras tantas comidas. Ahora solo estamos dos trabajando y antes he llegado a tener a ocho o diez personas, porque este es un local muy grande». Transportistas, repartidores de paquetería, personal de seguridad y otros profesionales de la carretera sentados en mesas de dos. «Es más follón, tengo las mesas separadas, porque se tienen que sentar de dos en dos, hay más follón, pero a veces van de tres en cuatro y tienes que decirle a los que no son gente de carretera, les tienes que solo para llevar.


Su asesor le ha dicho que le corresponden las ayudas del paquete previsto para sector hostelero. «Pero de aquí a que te la den…». Mientras David sirve un bocadillo de tortilla con pimientos, un camionero defiende los postulados neoliberales y concluye su argumento con un «¡Todo esto es culpa de los comunistas!». David sigue despachando a buen ritmo. No habrá clientela, pero la compostura no hay que perderla.

Comenta este artículo en
next