VALÈNCIA. ¿Qué es ese fenómeno que viene trotando desde el horizonte? ¿Se trata, acaso, de esa legendaria estación llamada otoño? ¿Es el fugaz y ansiado entretiempo eso que asoma sus melancólicas pezuñas en aceras, ventanas y parques? Parece que sí. Tras un verano sofocante, el calendario nos da por fin permiso para estrenar temporada de lluvias, rutinas y hojarasca. Para entregarnos a los artefactos creativos de ecos pardos.
Con el objetivo de imbuirnos entusiastamente del espíritu otoñal, desde Culturplaza recurrimos a un buen puñado de expertos en el universo emocional del charco y la rebequita. Con ellos recorremos páramos, bosques y hogares de ficción. Abrazamos los ritmos lentos y la suave decadencia en la que se mecen las semanas que ahora empiezan. Nos asomamos a tazas humeantes, planeamos mudanzas imaginarias y nos dejamos guiar por nombres como Emily Brontë, Phoebe Bridgers, Jun'ichirō Tanizaki o Julio Llamazares.
Atravesamos tiempos convulsos y no sabemos lo que este otoño nos tiene preparado, pero, afortunadamente, tenemos claro que los artilugios culturales son el refugio que nunca falla, la madriguera en la que ejercitar posibilidades invencibles.
“Confieso que formo parte de ese colectivo silencioso de personas que no disfrutamos del verano. Me tira para atrás esa obligación de salir de casa para hacer algo excitante o divertido o relajante o todo a la vez. Quizás por eso suelo recibir con ganas la llegada de septiembre.
Otoño es momento de inscribirse a algún curso con la esperanza de no darnos de baja antes de que acabe el año. El otro día bromeaba con un amigo sobre que podrían convocarse actividades híbridas como tango-yoga, ganchillo en parapente o pilates en japonés para concentrar nuestras ansías de apuntarnos a todo lo que nos propone el otoño.
Cansado de vincular mi formación en idiomas a mi futuro profesional, este año me estoy fijando en los cursos que la Facultad de Teología ofrece sobre lenguas como el siríaco, el acadio o el arameo. Un viaje al pasado nos propone también la Biblioteca Pública de València con unas suculentas jornadas para conmemorar el 550 aniversario de Les trobes (1474), la primera obra literaria impresa en España.
Si alguien busca una introspección saludable recomiendo los cursos de clown que programan Los hijos de Augusto. O los de construcción en madera que nos propone Amesura La Escuela. Estos meses regresa Botànic Crea, el ciclo de cursos de creatividad convocados por el Jardín Botánico. Y se reactivan los clubes de lectura en librerías y otros espacios culturales de la ciudad. En la Ramon Llull tienen varios y para todos los gustos: de literatura japonesa, de cuento, de clásicos de la editorial Pre-Textos, de sociología, de próximas lecturas. Para quien prefiera practicar la escritura, La Selecta ya está ofertando su programa de talleres anuales, trimestrales e intensivos. Y, sin duda, volveremos a sintonizar Hard Cuore, estupendo programa de monográficos musicales de Radio Malva. Ya es otoño. Menos mal”.
“Soy de las que espera en otoño con ansia, a pesar de ser terriblemente friolera, busco el abrigo, el té caliente, el recogimiento, y los amaneceres frescos.
El vinilo Bon Iver, Bon Iver (2011) es de mis favoritos, pero solo lo escucho en temporadas concretas. Es una obra que navega entre paisajes sonoros, como si recorriera carreteras colmadas de bosques, niebla, parabrisas peleando contra el cristal. Aunque es un álbum que exige un cielo gris, si no lo tienes, lo evoca. Como en València el frío tarda en llegar, a la mínima nube, intento conducir con Perth. También me viene a la mente el nuevo trabajo de The New Raemon & McEnroe, Nuevos Bosques, que publican este mes de septiembre. En el videoclip, playas heladas, icebergs, y paisajes remotos.
Como libro no tengo dudas: Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë. Es el clásico que releo siempre en estas fechas, en concreto, una edición de mi abuela de 1943. El otoño invita también a eso, a conectar con otras épocas. Aunque supone nuevos comienzos, el recogimiento y la noche que llega antes, creo que la nostalgia, el recuerdo y lo espiritual conviven muy bien. Para terminar de sumergirse en el drama pasional y fantasmal de Heathcliff y Catherine, la película de 1992 con Ralph Fiennes y Juliette Binoche. También la cuenta de Instagram @bronteparsonagemuseum, que va mostrándonos las primeras hojas de otoño que caen sobre los páramos.
Pienso también en Mary Oliver y su poemario Felicity. "Es otoño. El romance ha acabado. Aun así, canta".”
“Para mí el otoño implica pensar y prepararme para el introspectivo invierno. Llega el momento del recogimiento, los días más cortos, el sol dorado del otoño. Y es también una época para planificar qué queremos plantar, qué queremos que florezca de nosotros en la primavera.
Me gustan las lecturas reposadas e íntimas para el otoño porque me replantean y me cuestionan quién quiero ser cuando acabe el periodo larvario del invierno. Por eso creo que una buena lectura para esta temporada es El retrato de casada, de Maggie O’Farrell. Basado en una casi desconocida figura histórica, la autora imagina una más que plausible realidad y un personaje profundo, artístico y libre. Una mujer que experimenta con límites que la sociedad ha marcado para ella. Igual que hace la mujer de la novela gráfica Piel de hombre, de Hubert y Zanzim. La protagonista me recuerda en su mudar de piel a los árboles y otros animales que con el otoño cambian su aspecto para acomodarse a las necesidades del momento.
En lo musical, me gusta escuchar a mujeres que me hagan entrar en un trance sonoro, estados casi meditativos que me acompañen en momentos de reposo. Marie Boine siempre está en mi fondo de armario. También vuelvo a la voz de Iva Bittovà y su viola (soy especialmente fan de uno de sus primeros discos, Bílé Inferno, pero otros como Elida o Eviyan-Nayive son también muy buenos). Y me gustaría recomendar a artistas que he descubierto últimamente y que creo que bien pueden iluminar una oscura y gris tarde de otoño: Mermaid Chunky o Hadja, que tiene un pequeño single llamado Afghan Grooves.
Por otra parte, mi película favorita para una tarde de mantita y chocolate caliente (o vino, según se tercie), es la holandesa Antonia, de Marleen Gorris. No es una película nueva, pero creo que no envejece. Más bien yo quisiera envejecer en ella. Me valdría ser cualquiera de esos personajes que, perdidos en una sociedad absurda, crean una realidad alternativa, más amable, más comunal.
En otoño estamos también más cansadas. De volver a nuestras asfixiantes rutinas, los madrugones, el exceso de responsabilidades. De no parar, de tanta vida social. Cansancio físico y existencial. Y de eso habla cos ser i cantar, la pieza que Cia. Dunatacà estrenará en el TAC de Catarroja el 16 de noviembre”.
Lourdes: “Em confesse hater absoluta de la tardor, en els últims anys, però, he aprés a reconciliar-me amb el recolliment que demanen els dies més curts de l’any, així que allà van dues recomanacions que m’hi han ajudat una miqueta. La primera n’és una de literària, es tracta de Primavera, estiu, etc., de Marta Rojals. No vos deixeu enganyar pel títol, la novel·la comença a Tots Sants, moment en què l’Èlia, com cada any, torna de Barcelona al seu poble situat en algun punt de les Terres de l’Ebre. Aquesta vegada, però, la tornada s’allarga més del compte: l’Èlia s’ha quedat sense feina i sense parella i pel que siga no té massa ganes de passar la tardor a la gran ciutat. Aquest és el punt de partida d’una història àgil, que atrapa des del principi i, si em pregunteu, la millor de les opcions per invocar paisatges plens d’auliveres i l’oloreta de castanyes torrades a la brasa. La segona recomanació és musical i es tracta del disc Stranger In The Alps, de Phoebe Bridgers: cap recull de cançons sona més a tardor que aquest, perfecte per a retroalimentar la malenconia que tant caracteritza aquesta època de l’any”.
Quim: “Repassant la meua llibreria mentre a fora comença a refrescar un poquet i ja he tret el llençolet per tapar-me a les nits, hi ha dos títols que em fan pensar en la tardor, o la primavera d’hivern, com encara diuen alguns uelos. La primera és un clàssic de la literatura espanyola, La lluvia amarilla, de Julio Llamazares. El mateix nom ja evoca eixa pèrdua de les fulles dels arbres caducs, com caduca és la vida a Ainielle, un xicotet llogaret dels Pirineus. Els seus últims pobladors marxen, excepte el protagonista i el seu gos. Un relat esfereïdor sobre l’abandonament del poble, la seua memòria i la soledat.
L’altre llibre al qual m’ha dut pensar en tardor és Un amor, de Sara Mesa. Si el relat de Llamazares ens remetia a l’abandonament d’un poble, ara trobem a una protagonista que decideix canviar de vida i anar a habitar una vella casa als afores d’un poble de l’Espanya buidada. Quin millor mes que setembre per mamprendre una mudança? Què millor que les primeres pluges de tardor per ser conscient que la teua casa està foradada i plena de goteres? Que la vida idíl·lica que imaginaves no ho és tant? Ai, la tardor, bon temps per reflexionar…
I quant a música, pense en cantautors. En concret, en el solsoní Roger Mas. La seua veu i música té un no-sé-què greu i solemne. És tota una reivindicació de la tradició cultural catalana i de moltes de les seues llegendes, algunes ben pròpies del dia de Tot Sants, que ens connecten amb un més-enllà fantasmagòric, com la del Comte Arnau”.
“Como artista visual geométrico que integra elementos de naturaleza, ciencia y abstracción, siento una gran conexión con la creadora suiza Emma Kunz. Los patrones y formas complejas que aparecen en su obra pueden interpretarse como una representación de los ciclos de la naturaleza, de la vida y la muerte. Con una precisión matemática y una simetría radial, se evoca un sentido de perfección y equilibrio. El otoño, con sus días más cortos y su clima más fresco, invita a la introspección y a la contemplación tranquila y sus dibujos incitan a buscar este tipo de sensaciones al observador.
Madadayo, de Akira Kurosawa, se relaciona con el otoño a través de sus temas de envejecimiento, reflexión y el paso del tiempo. Aunque no está ambientada en el otoño, la película transmite la misma sensación de aceptación serena de la impermanencia (todo se encuentra en un cambio constante).Tiene un aire nostálgico, parecido a la melancolía que genera el otoño, donde el paso del tiempo es evidente, pero también hay una profunda apreciación por lo que hemos vivido.
Elogio a la sombra, de Jun'ichirō Tanizaki, es un libro precioso. En él se pone en valor la estética de la penumbra, la transitoriedad. Y creo que esa contemplación del mundo a través de los contrastes de luz y sombra está perfectamente reflejada en el carácter tenue, sutil, misterioso y cambiante del otoño. Al igual que las sombras de las que escribe Tanizaki, el otoño ofrece una belleza que no es obvia ni brillante, sino suave, sutil, transitoria y pequeña”.
“Pienso en otoño. Pienso en lluvia, mantas, besos, manos, guantes, manos que se quitan guantes, bañeras...
Hay un disco homónimo de Natalie Prass que me parece una belleza. Las melodías son lentas, las letras son tristes (tan tristes como: “me rompería las piernas porque quieren caminar hacia ti”), su voz es suave... Lo escuché el otro día en Viena mientras mi amigue Pauli y yo hacíamos un lego de una flor rosa. Teníamos un té y una tarta de manzana. Llovía muchísimo. ¡Sonó a otoño!
Anne Teresa De Keersmaeker es una coreógrafa belga que descubrí el año pasado gracias a mi amiga Kristiana. Me parece profundamente emocionante y conecta con un sentimiento introspectivo e íntimo, propio de un domingo en casa. Su proyecto Rosas está de gira por el mundo.
Si hablamos de artesanía no dudo en hablar de mi amiga del alma Mireia Ribes, que está empezando su nueva marca de cerámica útil y hecha a mano. Me imagino con una de sus preciosas tazas bebiendo chocolate caliente (si puede ser, hecho por mi madre) en una tarde de noviembre”.
“Sin duda, el otoño es mi estación favorita. Y no solo por dejar de lado el calor y el sol del verano. Sé que esto es una unpopular opinion, pero a mí los días grises me ponen contento… y en esta estación hay muchos. Otra unpopular opinion: me encanta la vuelta a la rutina después de la improvisación continua del verano. Para mí, el otoño es orden, casa, fresco (que no frío) y palomitas.
Yo quiero mi gorro, de Jon Klassen, es perfecto para las tardes de otoño. La historia de un oso que pierde su gorro y lo busca entre los animales del bosque encaja a la perfección con la atmósfera otoñal, cuando los bosques se llenan de colores cálidos y misterios. Es un libro con un humor sutil, ideal para esos días en los que apetece acurrucarse bajo una manta con una buena historia.
También me gustaría hablar de Swimming Pool, de Maria Svarbova. Es una colección fotográfica que, aunque no refleja los colores típicos del otoño, evoca la atmósfera ordenada y tranquila que acompaña a la llegada de esta estación. Sus fotografías, tomadas en piscinas cubiertas de la era socialista, destacan por su simetría perfecta y su composición cuidadosa, lo que me transmite una sensación de calma y recogimiento. Hay algo en el aire que me recuerda a los días más cortos y frescos de septiembre, cuando todo se vuelve más introspectivo y organizado.
Y por último, sin ser yo swiftie, confieso que me gusta escuchar el álbum Folklore de Taylor Swift, que es como pasear por un bosque en pleno octubre”.