El lento discurrir del caluroso agosto se ha tornado en ritmo moderadamente acelerado en los primeros días septiembre, despidiendo el ciclo veraniego de nuestra ciudad semivacía, salpicada por un creciente flujo de turistas en sus bicicletas, smartphone en mano, a la búsqueda de nuestros muchos tesoros.
Como viandante y ciclista habitual observaba estos días, con más perplejidad que curiosidad, la aparición en nuestras aceras de nuevos cacharros, los “patinetes eléctricos” de la empresa Lime-S, cual cuadrigas situadas estratégicamente a modo de reclamo pidiendo ocupar un lugar de preferencia en el ya saturado paisaje urbano.
Simultáneamente, en declaraciones del responsable de movilidad del Ayuntamiento, descubrimos que la empresa californiana ha sabido aprovechar un vacío legal en la normativa municipal para hacerse hueco en las atiborradas aceras de nuestra ciudad, pero se nos tranquiliza aduciendo que se trabaja en elaborar una nueva norma. Visto lo visto, esta norma debería incidir especialmente en cual es el espacio útil y seguro para el peatón en las aceras, repletas de sillas, mesas, motos, bicis y ahora patinetes.
La propia web de la empresa Lime-S contiene advertencias sobre los riesgos del producto (véase www.li.me) y ciudades tan importantes como Los Ángeles han reaccionado al fenómeno frenando en seco su implantación, durante al menos seis meses, a la espera de analizar su encaje en la movilidad urbana, tomándose el tiempo necesario para legislar adecuadamente y proteger la integridad de viandantes y ciclistas, a la vista del caos y los múltiples incidentes y lesiones producidas que perturban la libertad de movimientos y la convivencia en el espacio público común.
Llevamos tres años cambiando radicalmente nuestro modelo de movilidad y no disponemos todavía de una normativa adaptada. Ahora, aún deprisa y corriendo, la situación exige extender el debate a toda la sociedad y evaluar con rigor si existe una demanda social suficiente que justifique estos cambios sin conocer sus efectos.
Y así volvemos a tropezar en la misma piedra. La nuestra es una sociedad donde la cultura política es escasa, al igual que la participación en los asuntos públicos, y se acumulan actuaciones que terminan causando externalidades negativas en una población que asiste, impotente, a la permisividad con las actividades de empresas y corporaciones poderosas, mientras que el ciudadano de a pie percibe que es ninguneado. Una cosa es el uso privado del patinete y otra bien diferente un negocio.
Llevamos tres años cambiando radicalmente nuestro modelo de movilidad y no disponemos todavía de una normativa adaptada
Esperemos que en este caso nuestros representantes políticos no pequen de oportunismo (unos y otros) y se inclinen por la tentación de pescar votos entre los más jóvenes, potenciales clientes de este nuevo sistema de movilidad, y que prevalezca el interés general de los vecinos de Valencia. No se nos olvide que el patinete eléctrico no es un vehículo para todos los públicos, es competidor directo de la bici, quizá del coche, pero sobre todo del transporte público: EMT, Metro o Tranvía.
Por cierto, ¿para cuando una brigada de movilidad, con agentes de la policía local circulando en bicicleta, patrullando la ciudad para ejemplarizar un buen uso del espacio público y vigilar que se cumplan las normas vigentes? El Ayuntamiento tiene la responsabilidad principal de poner en marcha campañas de divulgación y sensibilización, para hacer ver a vecinos y turistas que el espacio común es de todos y que una convivencia saludable exige respetarlo. En breve se jubilarán un porcentaje elevado de agentes, excelente oportunidad para renovar y rejuvenecer este servicio.
Manuel Suárez Albert es emprendedor social