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la opinión publicada / OPINIÓN

Pedro Sánchez, el Julio Salinas de la política

25/05/2024 - 

Cada vez que veo a Pedro Sánchez hacer su magia, el hombre me recuerda más a Julito Salinas. El exdelantero de Athletic de Bilbao, Atlético de Madrid, Barcelona, Sporting de Gijón, Yokohama Marinos, etc., y por supuesto de la selección española de fútbol, estaba especializado en sus inverosímiles controles, regates, y capacidad goleadora. Entiéndase "inverosímil" no por su excelente factura técnica, sino por lo que la palabra quiere decir: parecía mentira que Salinas hiciera lo que hacía y que la cosa a menudo acabase bien (en goles tan inverosímiles como la jugada en su conjunto). Luego Salinas fallaba ocasiones clamorosas, lo que también hacía pensar al aficionado que, cuando metía gol, no era tanto por pericia sino por una especie de misteriosa suerte o sentido de la oportunidad, al alcance sólo del personaje.

Pedro Sánchez, por su parte, es amante de perpetrar continuas triquiñuelas, sorprendentes giros y decisiones trascendentales que en la mayoría de los casos quedan en nada, pues el objetivo del anuncio no es lo que anuncia, sino el anuncio en sí: llenar titulares y ocupar la atención del público hasta el siguiente ejercicio de prestidigitación. Y el caso es que, aunque normalmente el personaje sabe lo que hace, es tal su pasión por rizar el rizo que de cuando en cuando nos regala decisiones incomprensibles o contraproducentes para sus intereses... de las que, increíblemente, también logra caer de pie.

Su reciente amago de dimisión, o lo que fuera eso, extendido a lo largo de cinco días de silencio constituye un buen ejemplo. Sánchez, solemne, dio un portazo y se pasó cinco largos días sin hablar con nadie. Mientras tanto, el ambiente fue caldeándose entre los suyos (en la derecha, en cambio, sabiamente asumieron que alguien como Sánchez difícilmente dejaría el poder por voluntad propia y por un motivo incomprensible), que entraron en una excitación rayana en la histeria, de manera que cuando llegó el gran día más o menos la mayoría de la gente cercana asumía que el presidente iba a dimitir. 

Cosa que, como sabemos, no hizo. Todo el show tenía el propósito aparente de poner el foco sobre los terribles medios desinformativos y la persecución judicial contra su mujer. Y lo que logró fue poner el foco sobre... su mujer.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, junto a su mujer, Begoña Gómez. Foto: ÁLEX CÁMARA/EP

Ahora, Begoña Gómez está siendo mucho más escrutada que antes, y además lo es también con dimensión internacional. Y esto es gracias a Pedro Sánchez, cuya forma de combatir a los autores de los bulos y a un juez que manifiestamente se está excediendo en sus atribuciones es darles un gigantesco altavoz para que todo el mundo se pregunte por las actividades de su esposa, que todo indica que no son punibles judicialmente, pero eso no significa que no puedan criticarse, pues es llamativo que una persona que nunca había llevado a cabo actividades de intermediación con empresas y misteriosas cátedras pagadas también por empresas y universidades, sin formación digna de mención en la materia, es su marido alcanzar la presidencia del Gobierno español y... ¡milagro!

Pues bien, Sánchez hizo lo que pareció un paso en falso y lo siguiente que vimos es que el PSC ganaba las elecciones catalanas y se ponía en excelente posición para gobernar y validar el relato (este sí, más fundamentado) de que la "desinflamación" de Sánchez con los independentistas, aunque -como todo en él- tenga razones electorales o de aritmética parlamentaria, tiene el efecto de desinflamar también el porcentaje de voto de dichos partidos. Así que, no sabemos muy bien cómo, Sánchez había avanzado por el terreno de juego a trancas y barrancas, había disparado al banderín de córner cuando tenía toda la portería para él y, finalmente, ... ¡Gol!

Algo similar podemos decir del show del presidente argentino, Javier Milei, un individuo que se alimenta de la atención de los medios y de la curiosidad pública por sus excentricidades y discurso incendiario. Milei llegó a España a un acto de Vox y montó un follón diplomático, centrado -de nuevo, y no será la última vez- en atacar a la mujer de Pedro Sánchez. Algo que, sinceramente, y visto el personaje, no sorprende, porque esa es su naturaleza.

El Gobierno español se ha rasgado las vestiduras y ha llevado a cabo determinadas medidas de represalia, en lo que constituye una reacción no sólo desmesurada, sino teatralizada. Que sí, que es "gravísimo" lo que ha dicho Milei, y bla, bla, bla. Lástima que a la dignidad ofendida del virginal Gobierno español antecedieron las declaraciones del ministro Óscar Puente, bocazas oficial del Ejecutivo, diciendo que Milei consume estupefacientes. Y ese matiz deja bastante maltrecho el relato de la agresión del ultra loco argentino, la verdad. Más que nada porque del ultra loco esperamos este tipo de cosas, pero del Gobierno moderado y sensato no tanto.

El presidente de Argentina, Javier Milei, durante el acto ‘Viva 24’ de Vox. Foto: CARLOS LUJÁN/EP

Esta situación, que tampoco tendrá efectos prácticos, pues es puro artificio político, también le servirá a Pedro Sánchez para meter un gol de rebote a lo Julio Salinas. Porque quien queda desubicado aquí no son el PSOE ni Vox, muy cómodos en su papel de bastión contra el otro, sino el PP, que ha girado cual veleta varias veces en torno a este asunto, en el que no tiene salida airosa. Y todo a unas semanas de unas elecciones, las Europeas, que realmente no le interesan a nadie... ¡Por eso Vox y PSOE necesitan tensionar la cosa con terribles insultos mutuos que motiven a una parte del electorado para, con su voto, "detener la oleada de la ultraderecha/los rojos"!

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