MADRID. A medida que avanza el año, la situación del gas en Europa se ha convertido en uno de los principales motores que mueven el mercado. Tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, los precios del gas natural han aumentado considerablemente en Europa, ya que el país que lidera Putin ha restringido y, en ocasiones, frenado completamente las exportaciones.
Los países europeos han reaccionado disminuyendo activamente el uso de la energía, aumentando las compras de gas natural licuado (GNL) de lugares como Estados Unidos y Qatar, y subvencionando el consumo mediante diversas iniciativas para suavizar el golpe a los consumidores y las empresas. El impacto en las proyecciones de crecimiento ha sido muy importante, y países como Alemania (con una mayor dependencia del gas ruso y falta de infraestructura de GNL) se han llevado la peor parte del ajuste.
Aunque los problemas del gas en Europa están lejos de haber terminado, es cierto que los precios se han reducido considerablemente desde los máximos que alcanzaron en agosto. El precio holandés del gas al contado están un 82% por debajo de esos niveles, mientras que los futuros a un mes son un 61% más bajos. Los precios siguen siendo altos si se comparan con los niveles anteriores a la invasión, pero es preciso reconocer que la situación era mucho peor hace sólo un par de meses. Las instalaciones de almacenamiento de gas están llenas en un 95% y el clima más caluroso ha contribuido a retrasar la temporada del uso de la calefacción.
Al mismo tiempo, debido en parte a las medidas gubernamentales y a los altos precios, la demanda ha disminuido un 10% respecto al año pasado, según la Agencia Internacional de la Energía. Estos factores han permitido a los responsables políticos y a los mercados anticipar que es probable que se evite el racionamiento forzoso de energía este invierno. Además, la reciente caída de los precios hace que el coste estimado de las enormes subvenciones fiscales puestas en marcha sea mucho menor de lo que se esperaba en agosto. Para ser claros, el riesgo de que se produzcan problemas importantes sigue existiendo. Si el invierno acaba siendo mucho más frío de lo habitual, volverá el riesgo de racionamiento, pero en la actualidad la probabilidad de que esto ocurra se ha reducido sustancialmente.
Sin embargo, siguen existiendo retos a medio plazo. Europa se verá obligada a cambiar drásticamente su combinación energética en un corto periodo de tiempo. Esto significa que, hasta que se ponga en marcha una mayor capacidad de GNL, Europa competirá con otros importadores de GNL para obtener suministros, con China como principal competidor. Las políticas de COVID y la ralentización económica del gigante asiático hacen que su demanda en lo que va de año haya descendido un 20% respecto al año pasado, pero esto podría cambiar en 2023.
También está pendiente el hecho de que Rusia reduzca completamente sus exportaciones a Europa en los próximos meses, lo que podría ampliar la diferencia entre la oferta y la demanda. Por otra parte, la generación de electricidad hidroeléctrica y nuclear en Europa ha disminuido un 20% y un 16% respectivamente en lo que va de 2022, debido a la mala hidrología y a otros factores, lo que ha ejercido cierta presión adicional sobre los mercados del gas; esta situación podría suavizarse en 2023.
En cuanto al resultado económico en términos de crecimiento del PIB, es notoriamente difícil estimar la magnitud del impacto, pero la dirección del ajuste es claramente negativa. Por un lado, la pérdida de demanda conducirá inevitablemente a una menor producción de bienes y servicios. Por otro, el tamaño de los paquetes fiscales que hemos visualizado para ayudar a bajar los precios del gas ha sido asombroso. Sólo el paquete de Alemania asciende a 200.000 millones de euros, es decir, el 5,5% de su PIB.
Todavía no se han concretado todos los detalles, pero incluirán límites de precios para empresas y consumidores, pagos únicos para ayudar a cubrir las facturas e incentivos para reducir la demanda. En términos de PIB, esto supone un impulso para el consumo privado, ya que el impacto en la renta disponible disminuye, así como un posible impulso para el consumo del gobierno (aunque principalmente en forma de transferencias), y también podemos esperar una mayor confianza de los consumidores y las empresas, ya que se evita el escenario completamente desastroso. Habrá que esperar a conocer todos los detalles para evaluar adecuadamente el impacto numérico en el PIB, pero la magnitud del apoyo es extrema.
En definitiva, parece que el peor escenario que muchos temían para el invierno europeo no se materializará. Europa ha actuado con rapidez para sustituir el gas ruso y amortiguar los altísimos precios de la energía para los consumidores y las empresas. Esto no significa que Europa esté fuera de peligro. Hay múltiples factores que influirán en la capacidad del continente para rellenar su almacenamiento para el próximo invierno. Las políticas de exportación de Rusia, la demanda de GNL de China y la inversión de Europa en infraestructuras de GNL influirán en ello, al igual que la velocidad del cambio de Europa hacia las energías renovables y, por supuesto, los patrones climáticos.
Felipe Villarroel es socio y gestor de TwentyFour AM (Boutique de Vontobel AM)