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Pepe Colubi: "Para los hombres, ser tan simples es una gran ventaja"

Pipi, el alter ego del periodista Pepe Colubi regresa a las librerías ¿por última vez?

20/03/2021 - 

VALÈNCIA.- Siete años han pasado desde que el periodista cultural y presentador de Ilustres ignorantes Pepe Colubi escribió la segunda y entonces última aventura de su alter ego Pipi, un desastre que anda. Ahora regresa, por última vez o no, en Dispersión (Espasa) igual de trasto que siempre pero más humano que nunca.

— A diferencia de California 83 (2008) y Chorromoco 91(2014), que cubren un año de la vida de tu alter ego Pipi, Dispersión cubre toda una década. ¿Huele a despedida?

— Pues la verdad es que no tengo ningún plan porque tengo este recién acabado y yo, si ves las fechas de publicación, me lo tomo con mucha calma. Si me lo preguntas ahora, te diría que ‘no’ pero ya perdí toda la credibilidad con Chorromoco 91, porque ya dije entonces que sería la última novela de Pipi. No te digo ni que sí ni que no, pero lo que tengo claro es que no será en breve.

— Pipi pasa de todo, y sobrevive con el mínimo esfuerzo a base de trabajos alimenticios, en una época (los 90) en lo que eso era una alternativa. Ahora hay miles de jóvenes así porque no pueden hacer otra cosa.

— Sí, la verdad, lo de Pipi era casi una opción. Aunque no tiene mucha elección, a principios de la novela sí que rechaza un trabajo más o menos estable pero que no le gusta y no le importa vivir un poco de sus padres. Pero lo que le redime es que lo sabe y que si busca trabajos precarios es porque no tiene ningún plan a largo plazo, pero a corto, por lo menos, intenta salir adelante. Antes, en los noventa, había precariedad laboral pero más dinero. Es verdad que los trabajos bien pagados y para toda la vida eran ya quiméricos, pero ahora con la crisis, y no digamos ya con la pandemia, mucho más. Ahora hay que buscarse la vida mes a mes y no parece que exista mucha alternativa; no puede ser una elección como en el caso de Pipi sino que es que no hay otra opción. Lógicamente, en ambos contextos, hay una adaptación al medio de cada uno, pero en estos tiempos el panorama es mucho más negro. Antes te quedaba la ilusión de que la precariedad era temporal, ahora ya no.

— Entre Pipi y tú hay un punto en común, sobre todo en los orígenes, pero tú has sacado la cabeza. Si continúas con sus andanzas, ¿lo veremos aburguesarse o seguirá siendo un zarrapastroso?

— Es verdad que tenemos en común los orígenes pero a mí, al fin y al cabo, no me ha ido a tan mal. La verdad es que si hay otra novela me apetece que a él le vaya regular. A mí me ha ido mejor, pero él se lo ha pasado mejor porque es más inconsciente de los varapalos de la vida, aunque le pasan varios, pero aprende sobre la marcha. Pero, sobre todo, creo que si es fácil identificarse con él es porque nos resulta más fácil reconocernos en el patetismo que en el éxito. No he pensado nada para una posible continuación, pero si llega Pipi seguirá siendo un desastre maravilloso.

—  En tu libro hablas mucho de sexo, tanto que da ganas hasta de probarlo, pero de un sexo muy sucio. Hay un momento que me parece una gran metáfora que es cuando se liga por error a una chica y se la lleva a casa. Está a punto de comerle el chocho que huele fatal pero, en un alarde de empatía, se da cuenta de que ella se va a comer un nabo que no debe oler mucho mejor. 

– Sí, lo idealizamos pero el sexo es como todo (amistades, trabajo, sentimientos…): no tiene instrucciones y todos aprendemos sobre la marcha. El sexo puede ser satisfactorio, pleno, chungo… A Pipi le gusta mucho, y busca la excelencia, pero en el camino también hay tropezones y tiene que a amoldarse a lo que hay. Pero él siempre consigue sacar una enseñanza

–  A mí se me ocurrió pensar que se podían haber duchado, pero eso mata el sabor. ¿El sexo tiene que ser guarro o no ser?

– Es la gran pregunta

— También es muy realista tu visión de la amistad masculina. Te encuentras a alguien hace 20 años y es como si lo hubieras visto ayer. Se hacen los mismos chistes, se cuentan las mismas anécdotas y ya está. Y hay una ley de oro: no dar la brasa. Amistad, sí, pero tampoco te pases.

— Nosotros no necesitamos contarnos las penas ni llenar todos los silencios. Para los hombres, ser tan simples es una gran ventaja. Pero tanto entre hombres como entre mujeres parece que también hay una búsqueda de la excelencia entre la amistad, y cuidarla como una flor delicada, y muchas veces las mayores decepciones vienen por ahí. Por ejemplo en las pandillas, que desarrollas amistades casi tóxicas de verte tanto y luego te das cuenta de que no hace falta. Te encuentras al cabo de un tiempo y se da ese chasquido que reconoces porque te sentías unido a esa persona y ella a ti. Pero también hay en el libro cierto canto a estar solo. Pipi lo está, sí, pero está a gusto. No le importa ir solo a un concierto, al cine o a un bar y está abierto a lo que pase.

— Hay quien ha querido ver en tu libro un cierto enfoque de género. Una especie de definición de un nuevo hombre, vulnerable, que llora. A veces da la sensación de que algunas feministas se creen que todos nos identificamos con el follador de 50 sombras de Grey. ¿Además de reírte de cómo somos hay un intento de hablar de nuevas masculinidades y cosas así?

— No lo había pensado. Yo he sido muy sincero con Pipi, que tiene varias caras y maneras de sentir, y la ternura forma parte de la otra cara de la dureza. Pipi es sensible, sin querer hacer una lectura genérica porque cada persona es un mundo, y se nota en su relación con la música, o la relación con sus padres, sobre todo con la madre.

—  Aunque tu libro va de música y de los grandes de la música, aparecen algunos personajes como Rocío Jurado, Luís Aguilé o Marianico el Corto que, curiosamente, salen muy bien parados, hay mucho más respeto.. casi más que hacia Pipi. Lo fácil hubiera sido reírse.

— La mala música es optativa, es una opinión personal. Ver de cerca, por ejemplo, a Rocío Jurado, es una oportunidad de oro. Yo vi actuar a Luis Aguilé y la cantidad de hits que atesora es para quitarse el sombrero y anudarse la corbata. No hay mirada paródica hacia ellos sino admirativa y, sobre todo, de curiosidad.

el libro no iba a ir ni firmado, pero al final quedé encantado, me lo pasé genial haciéndolo y salió con mi nombre

— Pipi tiene algunos cadáveres en el armario, y he visto que tú también. Tu escribiste Hombre G: seguimos locos ¿y qué?. ¿Eras un gran fan o fue un trabajo puramente alimenticio?

— Sí, fue un trabajo puramente de encargo. De hecho el libro no iba a ir ni firmado, pero al final quedé encantado, me lo pasé genial haciéndolo y salió con mi nombre. Las anécdotas son oro: triunfaron como nadie en su época. Tuve un mes para documentarme y otro para escribirlo, fue todo muy intenso pero recuerdo el libro con mucho cariño y, desde luego, no reniego de él. Luego los vi en directo y fue una experiencia muy interesante.

— Tengo una teoría que solo comparto yo, y es que su error fue que triunfaron. De hecho, tenían un rollo a Los Nikis (que les ayudaron) y fueron bastante bien recibidos en el mundo de la música independiente cuando salió su primer disco. Pero, al triunfar perdieron el respeto de la crítica indie y, en cierto modo, el mojo. Lo que parecía una parodia de los pijos se convirtió casi en un homenaje. Los Nikis no triunfaron más allá de un pequeño círculo, y por eso son míticos.

— Creo que sí, que hubo mucho recelo hacia ellos. Pero no solo entre la crítica, sino también entre el público, porque iban a tocar a un pueblo y ahí estaba la chica con su novio mal encarado al lado, y se les quedó lo de grupo de chicas. Pero lo que se olvida es todo el curro que llevó detrás su éxito: las giras extenuantes, el ritmo de un disco al año, las pelis… Al final, claro, tuvieron que separarse y volver años más tarde como un grupo de remember.

— ¿Ilustres Ignorantes es el mejor trabajo del mundo?

— Si fuera un trabajo, sí sería el mejor del mundo. Lo curioso es que hasta nos pagan. Cada programa es una fiesta: nos juntamos directamente para grabar, no hay ensayos, somos amigos y encima nos llevamos bien, los entrevistados entran al trapo… Cada programa es una celebración de la vida.

— Cuando llegaste allí ya no eras un Pipi

— Tenía cierta trayectoria, no como humorista…

— Sois una risa, pero tampoco os veo como humoristas

— Ellos sí [se refiera a Raúl Cimas, Javier Cansado y Javier Coronas], pero yo no. Quiero decir que ellos son humoristas, aunque su papel en el programa no sea ese exactamente, pero yo venía del periodista cultural, quizás siempre con un toque sarcástico o irónico, y un día me llamaron. Creo que hemos conseguido esa cosa mágica que, de manera hortera, se llama química

— ¿Y cómo os trata el Ku Klux Klan tuitero? Porque vosotros no os cortáis

— Creo que hemos conseguido una pequeña isla de libertad que lleva ya doce años. Hemos dicho de todo y hemos celebrado la vida desde la risa. Nosotros no hemos tenido problemas. El humor puede ser negrísimo pero hay que hacerlo bien. Yo más que autocensura, en mi caso, prefiero hablar de sentido común. Pero es verdad que a veces hay cosas desproporcionadas, como un tuit fuera de twitter, sin su contexto. Sin el contexto se desvirtualiza el humor.

— Por cierto, ¿sigues jugando todas las semanas a la Primitiva?

— Sí, todas las semanas creo que me va a tocar 

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