Nunca antes se había hablado tanto del papel de la mujer en las Fallas. La conversación, que crece en todos los ámbitos, nos dirige a una necesaria transición que obliga a poner en cuestión aquello que parecía inmutable. Entre los tópicos que desmontar y las urgencias por corregir, Rocío Gil, fallera mayor de València, y Pere Fuset, concejal de Cultura Festiva, hablan de machismo, representatividad y pluralidad en la fiesta
VALÈNCIA. Vivimos un momento histórico en la lucha feminista y las Fallas no son ajenas a él. Movimientos como el #metoo han elevado a la superficie una conversación necesaria que está en un punto de no retorno, un foco mediático que ha sacado los colores a una estructura social que estaba demasiado cómoda escondiendo el polvo bajo la alfombra. En este contexto la proclamada como gran fiesta de València se sitúa en el centro de los comentarios, acusada de fomentar una imagen de mujer objeto; un rumor que volvió a subir de volumen este año cuando se anunció la intención de hacer un estudio de género en la fiesta —finalmente ha sido aplazado a 2018— y que se topó con tantos defensores como detractores. La cuestión fue especialmente grave cuando el pasado diciembre se desveló que un delegado de sector propinó comentarios «groseros» y «de tinte machista» a la fallera mayor de València y su corte, persona que fue apartada del cargo por Junta Central Fallera (JCF). También cuando el año anterior se anularon unas normas que especificaban cómo debía ser la falda o escote de las falleras. Aunque rechazan la idea de que la fiesta quede «estigmatizada» en comparación a otros —muchos— ámbitos públicos y privados donde se dan casos de machismo, tanto Rocío Gil (fallera mayor de València 2018) como Pere Fuset (concejal de Cultura Festiva) son conscientes de que la conversación está, es necesaria y hay que enfrentarse a ella. Citamos a la jurista y al concejal en un solar en plena Ciudad del Artista Fallero, frente al mural que hace apenas unos meses firmaron los valencianos Pichiavo. Hace un día ‘de Fallas’, con cielo despejado y frescoreta. Encendemos la grabadora. Hablamos.
-¿Cuál es el mayor tópico al que os enfrentáis?
—Rocío Gil: Me da mucha rabia cuando la gente me pregunta si puedo expresar mi opinión; son muchos los que piensan que no puedo hacerlo y que gran parte de las cosas que hago es porque me obligan. No es cierto. Expreso mi opinión siempre que quiero, soy oída y muchas veces se ejecuta lo que digo.
—Pere Fuset: Daría para un monográfico. Uno obvio es que es una fiesta de derechas. No lo es, es una fiesta plural y diversa. Hay pocos espacios en la ciudad capaces de aglutinar a gente tan diferente desde el punto de vista ideológico, religioso o generacional.
—R. G. : Esto lo hemos hablado Pere Fuset y yo muchas veces. En las Fallas, seas del partido político o religión que seas, todos somos falleros y todos, en principio, deberíamos ir a un mismo bien común.
¿Es un deseo o una realidad?
—P. F. : Es una realidad, no hace falta más que entrar a un casal. Uno de los motivos por los que somos Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es por esa relación intergeneracional. Mi deseo en todo caso es que la percepción sea más nítida. Por eso hay que hacer frente a los tópicos y también a determinadas inercias de gente en concreto que se los cree. Cuando pasó la polémica de la encuesta, hubo un delegado de sector que dijo: «no sé por qué preguntáis la ideología de los falleros si sabéis que la mayoría son de derechas». No es así.
-¿Ayuda a reflejar esa idea de una fiesta plural que el concejal sea de Compromís y la fallera mayor de Ciudadanos?
—R. G. : De lo que se habló de Ciudadanos hay una parte de verdad, que es la que estoy afiliada al partido. Y otra que no lo es, que yo pueda estar en las futuras listas del partido. Estoy aquí porque soy fallera, no porque mi partido y el suyo [se dirige a Pere Fuset] estén o no de acuerdo en ciertas cosas.
—P. F. : No hay mal que por bien no venga. Creo que esto es bueno para proyectar una imagen más nítida de las mujeres falleras. Tienen ideas y, además, están comprometidas. No voy a ser yo quien recrimine a alguien que esté activo en política o en cualquier otro ámbito de la sociedad.
-¿Por qué es o no es necesario el estudio sobre el papel de la mujer en las Fallas?
—P. F. : Las Fallas no son machistas. Pedirle a las Fallas más que al conjunto de la sociedad no me parece justo ni estigmatizarlas. Ahora bien, hombres y mujeres somos iguales, pero las mujeres cobran un 25% menos. Donde existe el machismo es en la sociedad y las Fallas forman parte de ella, no somos el paraíso de la igualdad ni el infierno de la desigualdad. Si se estudia el papel de la mujer en la publicidad, el cine o la empresa, ¿por qué no hacerlo en la fiesta? Eso sí, nunca desde el ánimo culpabilizador.
—R. G. : Estoy totalmente de acuerdo. Claro está que la figura de la fallera mayor no es machista, porque voy a los sitios y se me recibe como la gran representante de nuestra fiesta. No hay cosificación, la gente se equivoca pensando que es así. Las Fallas no son machistas porque la persona que representa a cada comisión es una mujer.
—P. F. : Dicho lo cual, me gustaría que hubiera más presidentas de falla. Ahora son el 12%, cifra que no es muy diferente a otros ámbitos asociativos.
Decís que en las Fallas no se da más machismo que en el resto de la sociedad, una sociedad en la que la conversación sobre esta cuestión está en su punto álgido, con campañas como el #metoo. Conscientes de la falta de representatividad o teniendo en cuenta asuntos más escabrosos, como el hecho de que se apartó a un delegado por comentarios machistas, ¿en qué puntos específicos trabaja la Junta Central Fallera para atajar estas cuestiones?
—R. G. : Siempre que puedo me gusta dar mi opinión y, aunque no esté previsto, si me apetece hacerlo lo hago. Creo que a la gente le gusta escucharme y ver como tengo una opinión fundada. El mejor ataque es demostrar a todo el mundo que puedo hablar, que no soy la figura de la fallera mayor sino una persona con opinión, ideales y que quiere luchar por nuestra fiesta.
—P. F. : Hay un gesto que puede parecer una tontería pero que me resultó emocionante: ver a la fallera mayor hablar por primera vez en un pleno y en una asamblea de presidentes. Antes venían y saludaban con la mano, pero ahora también se dirigen a ellos. Estas cuestiones se resuelven con acciones y gestos.
—R. G. : De hecho hace poco fui a una asociación de personas sordas y quería hablar. No me iban a escuchar, pero una intérprete iba a transmitir mi mensaje. Es algo que salió innato porque sentía la necesidad de transmitirles que los falleros están con ellos.
—P. F. : El machismo es un problema global y celebro que, por fin, esa revolución sexual se esté produciendo. En el ámbito de la fiesta tenemos que ser permeables a ello, si la sociedad ha avanzado no es solo por inercia sino porque ha habido medidas correctoras. Las grandes empresas tienen su plan de igualdad, se reservan plazas, como en la Policía Local, por ejemplo.
-¿Y en Fallas?
—P. F. : En Fallas pasa por buscar visibilidad en papeles en los cuales haya sido difícil haber visto a una mujer para darle normalidad. Cuando el año pasado una soprano cantó por primera vez el himno hubo respuestas que decían que estaba pensado para ser cantado por una voz masculina. Produce un debate y fuerza a hacer esta reflexión. Este año también es la primera vez que había mujeres para la retransmisión de la imposición de brillantes y pasará también en la Ofrenda; Reyes Martí será la primera mujer que dispare la Nit del Foc y una mascletà el día grande... Mi intención es acelerarlo.
—R. G.: Gracias a Dios tenemos libertad de expresión en nuestro país y cada uno es libre de expresar los comentarios que sean convenientes. A veces duelen porque ves que mucha gente está luchando para que las mujeres estemos en primera fila y escuchas ciertos comentarios que te hacen pensar: ¿seguimos todavía así? Me da rabia y pena que aún haya gente que piense de forma machista.
—P. F. : Sientes rabia. Piensas: tienes un problema, chaval. Pero tampoco es tan diferente a las reticencias que se vieron cuando se pusieron las cuotas para garantizar la presencia de mujeres en política o los que se oponen incluso a la Ley de Violencia de Género porque considera que discrimina a los hombres. Hay quien reivindica a los ‘machotes’ en más ámbitos que la fiesta.
—R. G.: Si esas disputas salen todos los días es porque alguien está defendiendo a las mujeres, que salgan. Me da igual.
En algún momento el concejal habló de la necesidad de «crear un relato informativo global» para tender puentes con los no falleros, ¿se está haciendo?
—R. G. : Como jurista, apoyo siempre la mediación. Hay que mediar con todas esas personas que no entienden nuestra fiesta o no la comparten. Qué mejor que abrir las puertas para que vengan a conocernos. Los falleros somos personas trabajadoras, nos pasamos todo un año luchando para hacer una fiesta.
—P. F. : Creo que se está consiguiendo. Siempre habrá una parte de la sociedad que va a detestar las Fallas, pero también gente a la que le gustan pero aún no lo sabe. Las Fallas son el festival de arte público más importante del mundo; son un tejido asociativo de ciudadanos muy diversos que hacen cultura y potencian el teatro, la artesanía o la literatura. Hay que fomentar un nuevo relato. Por hacer autocrítica, uno de los tópicos que más me fastidia —sobre todo cuando se confirma— es que las Fallas son cerradas. No creo que sea así y cuando lo somos me disgusta, cuando alguien dice: «Eso no es una falla». Yo nunca he oído decir «eso no es pintura o eso no es una película». Eso, el año pasado lo oí mucho.
-Este año planta en la plaza del Ayuntamiento Okuda, ¿cuál es vuestra sensibilidad hacia las llamadas fallas experimentales?
—R. G. : Este año la falla es menos experimental de lo que la gente cree. Hay un trabajo de carpintería increíble, son piezas de madera montadas una a una a mano. No olvidemos que nuestro patrón es San José y era carpintero. Por otro lado, qué mejor que la plaza del Ayuntamiento para plantar un monumento así; dando oportunidad a personas como Okuda.
—P. F. : No conozco ningún arte que no sea experimental. Las fallas más clásicas de Pepet en su día fueron experimentales o innovadoras como mínimo. Precisamente hay que seguir incentivando eso, si no las fallas continuarían siendo un parot vestido con tela. Es importante seguir evolucionando y, sobre todo, diversificándose. El arte tiene que ser experimental, lo cual no quiere decir que determinadas formas o composiciones se vayan consolidando hasta considerarse clásicas. Si el cine es diverso, si puedo ver películas de Woody Allen o de Pedro Almodóvar, ¿por qué no puedo ver fallas de Anna Ruiz o de Pepet?
¿Dónde acaba la sátira y empieza el control o la censura?
—P. F. : Los límites son difusos, pero los marca la sociedad. Recuerdo que no hace tanto se hizo retirar un consolador de una escena de monjas de la Exposició del Ninot... creo que hoy en día no pasa y que no debería volver a pasar. La sátira es, de hecho, insuficiente. Se apuesta mucho por la estética y poco por la ética. Hay que potenciar que las fallas hablen, muerdan y hagan reír utilizando el humor.
—R. G. : Rita [Barberá] se llevaba la palma en todos los ninots y no pasaba nada, ¿por qué ahora sí? Creo que últimamente se está potenciando más la estética, que sea una falla bonita, redonda... Ves muchas fallas y no te llega la sátira, la crítica. Son muy monas pero, ¿cuál es la esencia de la falla? El ingenio y la gracia.
—P. F. : Cuando el carnaval se hunde en València eclosionan las fallas, es nuestra manera de satirizar y burlarnos de lo que pasa en el mundo. Valoro los buenos acabados, la pintura o el modelado como valoro las figuritas de Lladró, pero si una falla no muerde y no habla no es una falla, aunque se queme.
-¿Es el forro polar una batalla perdida?
—P. F. : Sí, es una batalla perdida. Pero también denota que la fiesta se ha ido mucho a la noche, antes era más de día, de pasacalle.
—R. G. : Yo soy ‘pro-blusón’, el año pasado le regalé a toda mi comisión uno negro para que fuéramos todos iguales.
—P. F. : Salvem el blusón.