Con más de treinta años de experiencia en la venta, alquiler y reparación de este instrumento, esta empresa familiar que radicada en València es toda una institución a nivel nacional e internacional
VALÈNCIA. Desde el punto de vista de un espectador, un recital de piano comienza cuando el artista toma asiento en su taburete y hace sonar la primera nota. Nos deleitamos con la música, como si fuese el fruto de una confluencia astral entre las manos del pianista y la compleja estructura de madera y acero del instrumento.
Pero la realidad es algo más compleja. Para que ese magnífico Steinway de Gran Cola despliegue todos los matices que el artista desea, es imprescindible la figura del técnico de piano y un margen de varias horas de preparación. Se trata de un trabajo sumamente especializado y artesanal, que exige una amplia formación musical y un conocimiento concienzudo de todos los resortes del piano. Son las manos invisibles que hacen posible que un instrumento tan delicado y complejo ofrezca todo su potencial y no deje en la estacada al intérprete.
Tanto el alquiler y la preparación técnica de pianos de concierto como la reparación y restauración de estos instrumentos son actividades muy delicadas que los grandes auditorios no ponen en manos de cualquiera. Para descubrir los entresijos de esta profesión tan poco conocida, nadie mejor que los hermanos Clemente fundadores de una empresa familiar valenciana que es toda una institución de renombre nacional e internacional desde hace casi treinta años.
Clemente pianos trabajan con los auditorios más importantes del país, incluyendo el Palau de les Arts, el ADA de Alicante o el Palau de la Música, a los que prestan servicio técnico ininterrumpidamente desde su inauguración. Prácticamente todas las escuelas de música y todos los conservatorios de la Comunitat Valenciana acuden a ellos para comprar y mantener sus pianos acústicos. Su logotipo –o el de Polimúsica, que es la marca de su establecimiento en Madrid- aparece estampado en los pianos de alquiler que vemos en festivales como Ensems, el FIB o en programas televisivos como El Hormiguero de Antena 3.
Javier Clemente nos recibe en la sede de Clemente Pianos, curiosamente situada en la avenida Maestro Rodrigo. A lo largo y ancho de 1.000 metros cuadrados se expande uno de los mayores expositores de pianos acústicos de España. En espacios adyacentes se sitúan el taller de reparación de pianos; el taller de lutería de instrumentos de cuerdas –terreno del que se encarga Fernando Clemente, formado en Cremona, la cuna mundial de la fabricación artesanal de violines y violas-, y por último una sala-auditorio con capacidad para 150 personas. En ella se ofrecen habitualmente recitales (allí han actuado desde grandes artistas como Yaron Traub hasta jóvenes estudiantes de academia) y también hace las veces de espacio docente, donde se celebran master classes de piano y violín a la que acuden cada año alumnos de toda Europa. En las paredes de esta pequeña sala de conciertos observamos una pequeña muestra fotográfica del álbum personal de los Clemente. En este hall of fame vemos a Javier, en distintas etapas de su vida, sonriendo junto a amigos ilustres como Rostropóvich, Ainhoa Arteta, José Carreras, Alfredo Krauss, Alicia de Larrocha, Anne-Sophie Mutter, Daniel Barenboim, Michael Nyman, Chick Corea, Philip Glass, Tony Benett o la hija del maestro Joaquín Rodrigo.
-Seis de siete hermanos dedicados en cuerpo y alma al piano ¿De dónde viene está devoción?
-Crecimos en Venta del Moro, y durante nuestra infancia estuvimos siempre rodeados de música. Cada uno de los siete hermanos tocaba un instrumento en la banda del pueblo, que mi padre dirigió durante 25 años. Mi madre empezó a estudiar piano de joven y también se involucró siempre en proyectos culturales. Cuando crecimos, tomamos la iniciativa de ir a Alemania a estudiar durante tres años técnica y construcción del piano en Schimmel, que es una de las fábricas más importantes del mundo. Después volvimos a España y trabajamos en una empresa del sector, hasta que el 23 de junio de 1991 inauguramos nuestra primera tienda como Clemente pianos en la calle Marqués de San Juan. Seguimos formándonos posteriormente en la preparación de pianos de conciertos y en la reparación y restauración. Varios de nosotros estudiamos en la academia Steinway and Sons, la casa de pianos más importante a nivel mundial, y finalizamos años después en la casa Kawai de Japón, que es el principal centro de investigación que existe para la preparación de pianos de concierto.
-Antes de que comience un recital de piano, trabajáis varias horas con el instrumento ¿en qué consiste vuestra labor?
-La afinación de un piano no es un proceso estándar, porque es un instrumento que está vivo. Cada movimiento que haces, cada factor exterior, produce un cambio. Cuando trabajas con pianistas como Sokolov o Áshkenazi o Barenboim, tienes que saber qué matices, qué color, qué entonación determinada quieren. Por ejemplo, si no le gustan los sonidos metálicos, tienes que modular el piano para que sea un poco más tenue, con un sonido más aterciopelado. Tienes que conocer previamente al artista y su forma de tocar, porque rara vez él te dice cómo lo quiere. También ayuda saber de antemano qué obras va a interpretar.
Otro de los factores en los que tenemos que trabajar durante esas horas previas al concierto está relacionado con los cambios de temperatura y la humedad. En València tenemos un grado muy alto de humedad relativa en el aire, que puede llegar a los 90 grados, y eso altera mucho la afinación. Tenemos que tener en cuenta cosas como si se va a encender la calefacción o el aire acondicionado (que es más peligroso porque tensa más las cuerdas), y o el hecho de que cuando afino en la sala estoy yo solo, pero luego entran 2.000 personas, lo que altera la temperatura. Nuestro trabajo de todos modos no se limita a afinar, sino también en asegurar que el piano “aguante” todo el concierto. Esto es un trabajo infinito. Con un piano puedes estar trabajando todos los días, las 24 horas. Pero para los conciertos lo habitual es que dediquemos entre dos y cuatro horas a la preparación. Primero lo dejamos listo para el ensayo del maestro, que suele venir un par de horas antes a calentar. Después lo repasamos para el concierto, y por último en la pausa –cuando es un recital para piano solo- salimos para supervisar que está todo correcto.
-¿Cómo varía la preparación de un piano en función del formato de concierto, los autores o los géneros musicales?
-Si preparas un piano para un recital solo, estás más liberado y le puedes sacar al instrumento el partido que tú quieras. Si es para música de cámara, el piano deberá sonar más tenue, más dulzón, para no comerse al resto de instrumentos. Sin embargo, cuando es piano con orquesta, requiere que le demos más vida al instrumento.
-¿Cómo vive un técnico la responsabilidad de que nada falle?
-Si lo que me preguntas es si me pongo nervioso cuando sale al escenario el pianista, la respuesta es sí. La tensión continúa durante todo el concierto. Porque nuestro trabajo consiste en que no ocurra ningún incidente, pero la realidad es que puede pasar cualquier cosa, como que se parta una cuerda en mitad de un concierto, como ha ocurrido en alguna rara ocasión. De todos modos no pasa nada, los pianos son materia viva, y hasta los Rolls-Royce pinchan alguna vez. Hay que estar preparado para salir y arreglarlo en el menor tiempo posible. Yo desde fuera sé si la rotura es suficientemente grave como para parar un concierto o no, aunque es el pianista el que tiene la última palabra en esto. Hay veces que la rotura pasa desapercibida al público, y se puede continuar. De hecho, en un concierto con piano y orquesta tiene que haber un problema muy serio para llegar a parar un concierto.
-Imagino que a veces habrás sufrido algún mal trago..
-Hay veces que te las ves y te las deseas para preparar un piano que traen de fuera. Si trabajo con uno de los nuestros de alquiler voy tranquilo, porque sé que llega muy preparado. Pero por ejemplo cuando vino Elton John a Xàtiva lo pasé muy mal. Él normalmente cuando va de gira por Europa lleva dos o tres pianos, y aquí trajo uno que hacía como medio año que no lo usaba. Estaba bajísimo de tono, y yo no tenía mucho tiempo para prepararlo. Ahí tienes que buscarte la vida, sin excusas. Nuestro trabajo no es ir corriendo y deprisa, pero hay veces que tienes que adaptarte. Se pasa muy mal también con los conciertos al aire libre, porque afinas de una manera, pero conforme viene la noche cambia la temperatura. Y si hablamos de afinar un clavicémbalo barroco y al aire libre, como ocurre en el Festival de Peñíscola, no te digo nada. En esos casos podemos llegar a afinar el instrumento hasta siete veces para un solo concierto.
-A lo largo de estos años, has conocido a cientos de artistas de la mayor envergadura ¿Cómo es la relación entre ellos y los técnicos?
-Hay de todo, pero normalmente si al artista le tratas bien, él se comporta igual. Del mismo modo que tú tienes que saber a quién tienes delante, ellos al ver nuestro trabajo se dan cuenta del tipo de técnico con el que tratan. Nosotros tenemos una relación personal excelente con todo tipo de artistas: Aihona Arteta, Biondi, Zubin Mehta, Abbado, Barenboim… la lista sería infinita. En general tenemos la suerte de que nuestra profesión nos ha llevado a forjar muchas, muy buenas y profundas amistades con nuestros clientes. Esta empresa nos ha dado muchas cosas muy buenas más allá del negocio.
-Cuando compras un bajo, una guitarra o una batería, en términos generales la relación con el vendedor termina en cuanto sales de la tienda. No es así en el caso de los pianos.
-Los pianos requieren un mantenimiento más complejo. Después de asesorar al cliente para que compre el instrumento que mejor se adapta a sus necesidades, inicias una relación que dura muchos años. Te metes en su casa para afinarle el piano, conoces a su familia… Y después es gente que te encuentras con frecuencia en conciertos y festivales de música. Es fantástico.
-Se os asocia sobre todo con el mundo de la música clásica, pero vuestros pianos pueden verse encima de un escenario del FIB, en un concierto de jazz o en festivales de música académica contemporánea.
-Sí, trabajamos para todo tipo de espectáculos. Yo puedo estar un día trabajando en una catedral y al día siguiente en un club de alterne afinando un piano junto a una piscina. A veces, cuando voy a Alicante aviso a mis conocidos: “Si me veis saliendo de DAngelo, ¡¡que sepáis que vengo de afinar un piano!! (ríe).
-¿Por qué el Steinway Gran Cola sigue siendo el piano de sala de concierto por excelencia?
-La fabricación de los Steinway es muy artesanal y están construidos con una enorme exigencia técnica. Además, es una casa muy antigua que ha desarrollado muchas patentes propias. Pero sobre todo se distinguen por su extrema estabilidad. Su resistencia y su fiabilidad hace que los pianistas se sientan seguros para poder sacar todo lo que llevan dentro. Por eso prácticamente todos los auditorios del mundo tienen un Steinway Gran Cola, que cuesta entre 150.000 y 160.000 euros. Aunque hay que decir que últimamente muchos grandes teatros del centro de Europa están adquiriendo el modelo Shigeru Kawai, que es la gama artesanal de la casa japonesa.
-¿A partir de qué precio podemos adquirir un piano acústico decente?
-Hoy hay algunos Kawai muy interesantes y prácticos a partir de 3.000 euros. Está muy bien terminados y tienen muy buenos materiales.
-¿Hacia dónde está evolucionando la construcción de los pianos?
-En los casi 400 años que han transcurrido desde la invención del piano por Cristofori en 1710, el sistema de funcionamiento de este instrumento no ha variado. La innovación ha venido más bien por la parte de los materiales. Últimamente se está utilizando pasta al carbón para las partes mecánicas en lugar de madera de haya, y está dando muy buenos resultados. Este material consigue una gran estabilidad frente a la humedad, de modo que el piano transmite siempre la misma sensación al tocarlo.
Entramos en el taller, donde dos de los hermanos Clemente trabajan en la puesta a punto de dos pianos. “Se desmontan y se repasan todas las piezas una a una. El proceso puede durar dos meses, dedicados en exclusiva a un solo piano”, desvela Javier. Además de la reparación de pianos y conservación de pianos, también se trabaja a fondo en los que llegan nuevos de fábrica. “Después de sufrir el transporte de varias semanas en barco, llegan con muchas alteraciones. De hecho, se puede decir que los pianos no se terminan en fábrica, sino aquí. Se desmonta, se supervisa, se afina las veces que hagan falta. De cómo llega a como sale de la tienda, su potencial puede mejorar un 50%”.
Antes de despedirnos, Javier nos conduce al final de la sala de exposición para mostrarnos la joya de la corona de Pianos Clemente. Un Steinway 572 con una gran historia y muchos kilómetros a sus espaldas a lo largo y ancho de España. Sokolov, Lang Lang y Barenboim son solo algunos de los grandes pianistas que han pulsado sus teclas. “¡Mira cómo suena... esto es otro nivel!”.