VALÈNCIA. Presentar como un mérito exclusivamente propio un plan financiado por el Estado y gestionado por una empresa pública previo pago de 2 millones es algo al alcance de pocos políticos. Y Ximo Puig es uno de ellos. Lo acaba de demostrar con el Plan Resistir Plus, una línea de ayudas directas para autónomos y empresas donde la Generalitat no aporta ni un euro, pero copa todo el protagonismo. El dinero sale del súper plan de 7.000 millones que el presidente Pedro Sánchez anunció –por primera vez– en febrero con la intención de que llegase "cuanto antes" al tejido productivo. Pero, con suerte, las ayudas comenzarán a pagarse a finales de año porque las CCAA acaban de abrir el plazo de solicitudes y tienen hasta seis meses para resolverlas.
Sin embargo, intentar beneficiarse en términos de reputación de todo plan, iniciativa o campaña de vacunación que se precie por positivos que sean a priori no está exento de riesgos. El jefe del Consell ya debería haber aprendido que esa sobreexposición puede tener un efecto totalmente contrario al deseado, y más cuando se transita un terreno tan inestable como el de una pandemia. Pero lo sucedido con el Resistir Plus evidencia justo lo contrario.
Ya le pasó cuando, en ese afán de aprovechar cualquier oportunidad de hacerse una buena foto, aseguró tras posar con los directivos de la farmacéutica Janssen que estos le habían garantizado dos millones de vacunas para la Comunitat Valenciana. En realidad, Puig no anunció nada nuevo, pues esas dosis eran exactamente las mismas que la Comunitat iba a recibir hasta septiembre aunque no hubiera existido esa reunión ni ese "compromiso". Esto es, el 10% del total de las que le corresponden a España, ni más ni menos.
Pero lo que hubiera pasado sin más como otro fotoanuncio se le volvió en contra en apenas unas horas por esos golpes de viento que solo ocurren en una pandemia. Factores exógenos que escapan a su control y que, combinados con una campaña electoral, son dinamita pura. Un mes antes de las elecciones, la presidenta Isabel Díaz Ayuso utilizó un encuentro con los directivos de Sputnik para colar en campaña la posible compra directa por parte de la Comunidad de Madrid del suero ruso, cuyo uso aún sigue hoy pendiente de aprobación por la EMA.
La provocación de Ayuso y la respuesta en tromba del Gobierno enredó a Puig en una espiral de comparaciones que le obligó a salir de ronda por los medios de Madrid a explicar que lo suyo no había sido más que una foto a deshoras: "No estamos negociando con Janssen la compra de vacunas". Desde ese día, cada vez que a un político le sale una foto o un anuncio por la culata no puedo evitar pensar que ha hecho un Janssen.
Sin embargo, la estrategia no le ha ido mal a Puig en general. En parte, gracias a que los líderes de la patronal y los sindicatos siempre han estado dispuestos a acudir a la llamada del Palau para la constitución del observatorio o la comisión de negociación de turno, aunque luego nunca más se supiera.
Durante el último año y medio ha operado una suerte de intervención de Puig sobre la comunicación de planes y anuncios de todos los departamentos del Consell. Daba igual que fuera la llegada de más vacunas que la semana anterior, el reparto de ayudas o los planes para construir y reformar hospitales y centros de salud. Allí donde hubiera una buena noticia que dar, tenía que estar el president.
Esa sobreexposición también le ha generado tensiones internas. No hay más que retrotraerse a la semana pasada cuando tuvo que disculparse tras el enfado de Mónica Oltra ante lo que ha sido una constante en toda la pandemia: adelantarse a la vicepresidenta y anunciar toda suerte de planes y medidas la víspera de su rueda de prensa de los viernes.
Pero cuando el riesgo es cabrear precisamente a quien se pretende ayudar, las consecuencias pueden ser nefastas. Y eso es precisamente a lo que se expone Puig cuando muchas de las 14.000 empresas industriales que podrían beneficiarse del Plan Resistir Plus descubran que no recibirán ni un euro si están al corriente de todos sus pagos y no tienen deudas.
Esa condición tan injusta hacia quien ha echado mano de sus reservas para no endeudarse la impone el Gobierno, pero será la Conselleria de Hacienda la que tendrá que sacar la cara para inadmitir las solicitudes o pedirles que devuelvan el dinero que no puedan justificar con las facturas. Después de todo el esfuerzo por monopolizar el rédito del plan al presentarlo como la continuación de otro que sí era 100% propio, a ver cómo se les explica ahora que la Generalitat solo pone el logo y el sello Resistir Plus. Pues eso, un Janssen.