Cuando a lo largo de los años he escuchado hablar a nuestros políticos de “poder valenciano” en Madrid, en alusión a la representación política en cargos que ocupan un ministerio o altas gerencias en la Administración central, o sea, con supuesto poderío en la capital, por lo general se me ha puesto en pelo de colores. En plan punk. Cada vez más, porque cada vez menos se pinta en el cogollo del poder central con irradiación autonómica. Mejor no molestar. Menos hacer ruido. Así ha sido casi toda la vida. Más aún ahora que el poder es piramidal. Es lo que se lleva, un poder monolítico que no perdona en las fotos, marca Stalin. Además, desde hace lustros no pintamos nada allí y menos desde aquí, salvo en el reparto de las perras gordas de bautizo.
Por eso no me ha extrañado que nuestro autogobierno y menos aún nuestra conselleria de Marzá/Tamarit que no cruzan el Sènia ni el Segura, si es que llegan, no hayan abierto la boca después de conocer esos “preciosos” presupuestos que nuestros ministerios de Hacienda/Cultura nos han preparado para 2022 y del que salimos de nuevo muy mal parados. Son buenos chicos nuestros cargos en Cultura. Muy buenos. Pero sobre todo, dóciles. Más o menos como el resto de nuestra administración autonómica que no levanta la voz no sea que se la silencien. Caso también de nuestra Presidencia a la que es fácil contentar mientras no le muevan la silla.
No seré yo quien reclame ahora mejor financiación para nuestras instituciones culturales viendo cómo está el patio, pero esperaba un gesto político de censura o malestar. Al menos para justificar valentía regional frente al espejo. Comprobado el incumplimiento y la indiferencia de promesas, un poquito de algarabía debería haber mostrado nuestro Consell. Por hacer algo, digo yo. Así como los presidentes de esos patronatos como los del Palau de les Arts o del San Pío V, que si no están para dimitir como muestra de protesta no sé para qué más pueden ser útiles. Los palcos…
Pero lo gordo no está sólo ahí. Si no más bien en el tiempo de espera que algunas cosas llevan. ¿Realmente alguien esperaba que el Ministerio de Cultura mostrara cierta sensibilidad o dejara manifiesto su interés real por el Palau de les Arts? Yo dede luego no, por muchas odas a la fantasía que interprete la Orquestra de la Comunitat en las visitas oficiales de ministros, ministras, ministres y manifesers bajo arreglos sinfónicos de Puig.
Si desde el primer momento no se contó con el Gobierno central a la hora de poner en marcha el coliseo cultural, no se le pidió opinión de nada y menos se le ofrecieron datos a fin de que no pudiera acceder a los números reales de coste y hurgar en sus gastos, por qué ahora van a financiar ese derroche en el que desde su apertura se ha convertido el “emblema” de nuestra política cultural y en el que se contrata por “concurcho” pero nadie arregla.
¿Alguien, alguna vez, pidió consejo, asesoramiento o intermediación al respecto? Pues que no se quejen. Ya les dan una limosna que deja en evidencia las vergüenzas y el poco peso del “poder valenciano” a lo largo de nuestra historia democrática. Ardo desde años en deseos de conocer a quién nos iba a mandar a su patronato un ministerio que cuando no está de mudanza está de rebajas o desaparecido.
Algo similar ocurre con el IVAM. No sé por qué el Ministerio debe pagar el coste del funcionamiento del organismo si tampoco se lo ha merecido y es por ley propiedad exclusiva de la Generalitat Si acaso, reclamaría colaboración expositiva o intercambio de fondos porque son de todos nosotros, pero dinerito fresco pues…ya ven. Y que no me critiquen por falta de patriotismo, aunque no me molestaré, porque tampoco nadie ha ido con los papeles por delante y planes concretos. Tampoco soy ya patriota. Sólo nos han dado declaraciones de esas que no intimidad y menos sirven para hacer patria, pero sí para viajar en coches oficiales y completar fondo de armario o repartir subvenciones de cortesía, votos y afinidad ideológica.
A ver, ¿qué tiene Sagunt a Escena, por decir algo, que ofrecer a la red de teatros públicos estatales cuando sus espectáculos no salen de los muros del teatro romano? Pues que se programan o más bien se contratan para cumplir con el expediente. Quizás es que tenemos un problema de diálogo o de interés, o de credibilidad. O que privatizar en estos tiempos ya no está tan bien visto, pero que no falte si se trata de contentar amigachos.
Lo que sí me preocupa es lo del San Pío V, pero yo creo que ahí el problema es muy distinto. Si desde hace casi treinta años la evolución arquitectónica del centro ha sido una deriva por el desierto, esto es, cada administración se comprometió a pagar una de las fases de su ampliación y consolidación y vistos los plazos, a quien le tocaría ahora mover ficha es a la Generalitat, pero no al Ministerio. Así lo dicen los convenios Otra cosa es que estos jabatos de nuestra actual política cultural lo sepan.
Del González Martí ni hablo. Eso si es una auténtica vergüenza local que nadie atiende aun siendo absolutamente de titularidad estatal y uno de los más visitados. Pero, ¿qué más da? Aquí se contentan con el canapé y la foto inaugural. No tienen proyecto. No sé qué opinará Fernando Delgado desde su atalaya.
Somos un hazme reír. Y mira que me duele. Pero tampoco le veo solución. Bueno, una sí. Si en lugar de tanto boato y nombramientos en torno a los museos de cargos que no cumplen con las obligaciones estatutarias, nuestra Generalitat cogiera el asunto por el rabo, otro historia nos observaría. Al menos para molestar y diseñar. Pero para eso hace falta valentía política, dignidad cultural y discurso. O sea, echarle valor y mostrar o manifestar ideas y decisiones. Algo que nos falta. Y eso que estos ya van para dos legislaturas con la misma cantinela. Aquí no dicen que Madrid nos roba, pero tampoco que Madrid nos ignora. Son cosas del supuesto e inmenso “poder valenciano”. Cómo se nota ¿eh?, que diría el inefable Ribó, y matizaría suavemente la prudente Catalá.
Por cierto, si quieren hablamos de la privatización de las funciones de promoción turística de nuestros medianos municipios. En silencio.