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MEDIAFLOWS / OPINIÓN

Política y atajos cognitivos

29/04/2021 - 

¿Tiene usted una opinión formada sobre el desafío que supone el crecimiento demográfico mundial? ¿Ha desarrollado últimamente una idea precisa de las estrategias que debería adoptar el Estado para revertir el descenso de la natalidad en los países ricos? Lo más probable es que no, a no ser que haya usted dedicado mucho tiempo a alguna de estas cuestiones. No se preocupe, no le hace falta. Usted simplemente hará suya la postura del partido con el que simpatiza, independientemente de lo que realmente le parezca.

Lo cierto es que nadie tiene el interés y/o los recursos –materiales, cognitivos, etc.- suficientes para recopilar información, sopesar razones y formarse opiniones certeras sobre todas las cuestiones que afectan a su vida. Ni siquiera los políticos, a quienes de alguna forma pagamos por hacerlo, y cuya pereza intelectual es equiparable a la del común de los mortales.

¿Cómo formamos entonces nuestras opiniones sobre el mundo que nos rodea y tomamos decisiones en política? Mediante atajos cognitivos o heurísticas, que nos ayudan a simplificar la complejidad, y facilitan la formación de juicios. Una heurística es una forma de pensar rápido, una estrategia cognitiva de optimización que se utiliza de forma automática o inconsciente y que nos permite ahorrar tiempo cuando procesamos información y alumbramos nuestras opiniones –y que no sólo utilizamos en política, sino en todos los ámbitos de nuestra vida-.  

La psicología política afirma que las principales heurísticas que guían la cognición y el comportamiento político de la gente son la ideología y la identificación partidista, junto con la apariencia de los candidatos políticos –sobre todo, desde que la televisión se convirtió en el medio de comunicación masiva por excelencia-, las encuestas y las recomendaciones que ofrecen los grupos sociales. De ahí el auge imparable de la mercadotecnia política y la demoscopia, ahora también acompañadas de la comunicación algorítmica.

¿Pero cómo actúan la ideología o la identificación partidista? Es sencillo. Los individuos tienden a hacer suya la postura adoptada por el partido con el que más se identifican –al que votan, en el que militan o con el que más simpatizan ideológicamente- en torno a cualquier asunto público. Al hacerlo, se ahorran el esfuerzo de recopilar información, sopesar razones y dar forma a su opinión particular. Se libran así de un proceso mucho más costoso y cognitivamente exigente, e incluso tienen probabilidades razonablemente buenas de que la postura del partido coincida con la que realmente adoptarían tras un proceso de reflexión. Eso no significa que siempre sea así, y que no haya sesgos o resultados indeseables. Ni tampoco que esa postura realmente responda a sus intereses objetivos. Pero es una forma rápida y eficiente de ubicarse.

Hay experimentos en psicología política que demuestran que las personas no solo hacen suyas las posturas de los partidos con los que se identifican, sino que también cambian de postura cuando lo hacen esos partidos, incluso en contra de las opiniones que habían mantenido previamente. ¿Por qué no? Es una forma sencilla y eficiente de ahorro cognitivo. Pero tampoco es que haga falta recurrir a la investigación científica, la historia también nos ofrece buenos ejemplos.

¿Se acuerdan del referéndum de la OTAN y del famoso “OTAN, de entrada no”? El PSOE de Felipe González pasó de hacer campaña en el 1981 con el lema OTAN, de entrada no a reivindicar, ya en el poder, las bondades de mantenerse en la alianza atlántica en el referéndum de 1986. Los socialistas consiguieron ganar el referéndum con un 52,53% de apoyo, después de que González consiguiera convencer del giro a su propio partido en 1985, pero ello exigió también el viraje de buena parte del electorado socialista, en contra de las posiciones que habían mantenido previamente.

La razón de que la ideología y la identificación partidista sean los atajos más comunes para tomar decisiones en política es que son importantes para el sentido de identidad. En efecto, aquellas creencias estrictamente ligadas al sentido del yo, percibidas como relevantes, tienen más probabilidades de guiar el comportamiento porque vienen más fácilmente al torrente de pensamientos y resultan más cognitivamente accesibles. Son como los archivos recientes del Word, que se nos ofrecen los primeros porque hemos estado trabajando en ellos.

Dígame una cosa, ¿era usted de los que deseaba limitar la propagación de bulos y noticias falsas sobre el Covid-19 y consideró razonable restringir la libertad de información al inicio de la pandemia, tal como llegó a insinuar el Gobierno? El CIS (estudio nº 3279) preguntó estas cuestiones en su barómetro de abril de 2020 y curiosamente aquellos que habían votado al PSOE y aprobaban la gestión del Gobierno y de Pedro Sánchez tenían una probabilidad mucho más alta de apoyar medidas que limitaran la libertad de información. ¿Desde cuándo es la izquierda partidaria de limitar la libertad de información? Pues ahí lo tiene: atajos cognitivos.

Para quienes menos interés tienen en política, la apariencia de los candidatos es también una forma muy poderosa de optimizar sus decisiones electorales. La imagen de los candidatos pone en juego los estereotipos sociales, y desencadena reacciones emocionales que ayudan a realizar juicios sociales rápidos, igual que sucede cuando asumimos que un señor con traje es necesariamente respetable, o cuando asociamos la belleza de un rostro con supuestas bondades de la personalidad. De ahí la obsesión de los equipos de campaña por controlar hasta el más mínimo detalle de la imagen de los candidatos durante los actos públicos.

Las encuestas y las recomendaciones de los grupos sociales también son una herramienta valiosa que ayuda a optimizar las decisiones políticas. Por una parte, si la victoria está entre dos partidos, ¿para qué molestarse en informarse de todas las opciones disponibles? Basta con recabar información sobre quien más posibilidades tiene de gobernar. Y, por otra, ¿por qué no utilizar como referencia la postura de un grupo social en el que confiamos? Ya sea éste una asociación profesional, un sindicato, o una protectora de animales. Las recomendaciones de los grupos sociales son atajos que también permiten producir opiniones políticas a muy bajo coste.

La democracia es probablemente el sistema político que mejor satisface el derecho a la ignorancia, a pesar de todas las patologías que ello introduce en la esfera pública. Pues en ese ejercicio, los atajos cognitivos son una de las formas más depuradas y universales de pereza intelectual.

Lidia Valera Ordaz. Profesora de Periodismo en la Universidad de Valencia

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