Cada vez es más frecuente no disfrutar de los momentos de descanso y ocio y sentirnos culpables de no estar produciendo. El stresslaxing es un fenómeno que va sumando víctimas y del que es difícil salir
VALÈNCIA. Sufro de stresslaxing. Acabo de descubrirlo viendo las noticias, recién llegada de un viaje que me ha servido de tratamiento de choque contra esa molesta sensación que te impide disfrutar porque siempre tienes cosas que hacer. El descanso y el ocio se sienten como pérdidas de tiempo, la culpa te invade por dejar de producir y el estrés llega como resultado de actividades que pretenden ser relajantes. Dicen los psicólogos que el fenómeno no es nuevo, pero se agrava por momentos.
Si tienes un trabajo de los de llevarse faena a casa, nunca faltan reuniones que preparar, informes que corregir y decenas de correos electrónicos que contestar sabes de lo que hablo. Y no solo pesan en la cabeza los asuntos laborales, también tienes un hogar. Organizarte con la persona que te ayuda con la limpieza; mantener la nevera con un mínimo aceptable de víveres para sobrevivir; regar las plantas de vez en cuando, antes de verlas suplicar un poco de agua… Una lista que se multiplica por cinco con hijos y mascotas.
Quedar con los amigos a tomar café se convierte en un imposible, entre los compromisos ineludibles de cada uno. Ni que fuéramos ministros, nos quejamos mientras nos sentamos con los minutos contados. Pero lo peor es que cuando consigues cuadrar agendas, todos estamos pensando en lo que no estamos haciendo por estar en esa terraza disfrutando, supuestamente, de la amistad y un momento de relax. A veces te regalas un cine, y a los veinte minutos no te estás enterando de nada porque no consigues concentrarte en la película, que no se puede parar ni rebobinar como cuando nos pasa en nuestro sofá.
Hasta cuando vamos al gimnasio, empujados por la presión ambiental, seguimos con la cabeza llena de gestiones pendientes, tras encontrar por fin el sitio perfecto al lado de casa, el que te permite perder apenas una hora entre unas sentadillas y cuatro pesas en un mix de yoga, pilates, taichí y alguna técnica milenaria más, porque a ver quién puede ir a sesiones por separado. Con el tres en uno ha de conformarse tu cuerpo.
Ahora mismo estoy en la interminable cola para hacerme unos análisis, y me pongo a escribir en las notas del móvil en vez de dejarme caer en un sopor reparador después del madrugón. También es cierto que así evito tener que escuchar los reels, stories y qué sé yo que mis compañeros de espera disfrutan sonrientes sin ponerse unos respetuosos auriculares: vídeos musicales de reggaeton, chistes cortos, fragmentos de programas de televisión y bailecitos en TikTok, todo un catálogo de miniesencias del siglo XXI compartidas a la fuerza con los vecinos de bancada.
«Muchos de los viajes de huida de la cotidianeidad fallan porque somos incapaces de alejarnos del teléfono»
Con este agobio persistente esperas las vacaciones con más ansiedad si cabe y, cuando se acercan, se te ha formado una montaña de tareas acumuladas. Las piensas sin cesar como si tuvieras que subir un ocho mil. Es el momento de desconectar en serio y, como también nos dicen los gurús del bienestar físico y mental, nada mejor que una escapada.
Sin embargo, muchos de estos viajes de huida de la cotidianeidad fallan porque somos incapaces de alejarnos del teléfono donde están las citas médicas, los correos, los wasaps, las fotos… Tu vida diaria te acompaña en el bolsillo a no ser que elijas un destino realmente fuera de línea. Los hay todavía, aunque implican dormir en tienda de campaña: escabullirse de la wifi es cada vez más complicado. Así he pasado el fin de año en el Sahara profundo, sin cobertura y con desconocidos. Andar descalza por dunas de distintas gamas de colores entre el amarillo y el rojo, mirar las estrellas mientras tomas té preparado en una hoguera y disfrutar del silencio ayuda a entrar en un estado contemplativo. Sin duda la exótica automedicación funcionó, pero solo por unos días. El stresslaxing, como buen trastorno crónico, ha vuelto conmigo a la ciudad.