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Por qué no es igual para el PP absorber a Vox como hizo con Unió Valenciana

25/11/2023 - 

VALÈNCIA. Es un mantra repetido -aunque no tanto publicado- entre analistas políticos, periodistas e incluso dirigentes del PPCV: en el horizonte electoral de 2027, los populares valencianos estarán en disposición de absorber a Vox y reeditar las mayorías absolutas conseguidas entre 1999 y 2011 o, en su defecto, reducir a sus ahora socios en el Consell a la mínima expresión parlamentaria.

Una operación similar a la llevada a cabo por el entonces presidente del PPCV, Eduardo Zaplana, y que pudo seguir de cerca el ahora jefe del Consell, Carlos Mazón, quien entró en el Ejecutivo precisamente en 1999 como director general del Ivaj. Pero, ¿es realmente válido el paralelismo para augurar ese final de la historia? Hay matices.

Unió Valenciana fue un partido conservador y regionalista que, en sus años dorados, llegó a disponer de siete escaños en Les Corts (1991), dos en el Congreso (1989) u ocho concejales en el Ayuntamiento de València  (1991), que en aquel caso sirvieron a Rita Barberá para arrebatar la alcaldía al PSPV-PSOE cuatro años de que los populares asaltaran la Generalitat.

Eso sí, para sacar al socialista Joan Lerma del poder en 1995, Zaplana necesitó el apoyo de los cinco diputados conseguidos por UV, materializado en el conocido como Pacto del Pollo, que concluyó con la formación regionalista dentro del Gobierno valenciano encabezado por el líder del PP. En los siguientes meses, la crisis interna en UV, que incluso terminó con la expulsión de su carismático fundador, Vicente González Lizondo, que fallecería poco después, facilitó los deseos del PP de comenzar a incorporar a referentes de UV dentro de la disciplina del PP en la recta final de la legislatura. 

Así, en 1999, el partido valencianista se quedó a las puertas de la representación parlamentaria y comenzó una travesía en el desierto en la que las esperanzas de recuperar la influencia perdida se fue desvaneciendo ante las mayorías absolutas del PP, que incluso fichaba posteriormente a José María Chiquillo, expresidente del partido. Una decadencia que concluyó con el golpe definitivo en las elecciones autonómicas de 2011, cuando Francisco Camps y el entonces líder de UV, José Manuel Miralles, anunciaban  la confluencia de los proyectos que, tras los comicios, se saldó con el nombramiento de este último como alto cargo en el gobierno del PP. Unió Valenciana, pasaba a la irrelevancia.

La principal diferencia a la hora de operar por parte del PP en una estrategia de absorción es que UV era un partido de obediencia valenciana, mientras que Vox es un partido de corte absolutamente centralista. De hecho, aunque la relación entre Mazón y el vicepresidente primero del Consell, Vicente Barrera (Vox), ha empezado con buen pie, corre el peligro de tensarse si así lo decide Santiago Abascal. Sin ir más lejos, el líder nacional de Vox proclamó días atrás -flanqueado por Barrera y los otros cuatro vicepresidentes autonómicos de los que dispone- la exigencia de plantear al PP manifestaciones  "institucionales" contra la amnistía allá donde se gobierne en alianza. Una iniciativa que los populares han esquivado hasta el momento.

 

Ahora bien, Abascal también ha irrumpido en otros debates como la condonación de la deuda a raíz del acuerdo alcanzado entre PSOE y ERC para una quita que beneficie a Cataluña. Las autonomías gobernadas por el PP también quieren aprovecharse de esa rebaja, algo a lo que se opone Vox, lo que traslada la patata caliente a Alberto Núñez Feijóo.

Estos son sólo algunos ejemplos de estrategias trazadas desde Madrid que pueden salpicar a los gobiernos autonómicos y a la buena relación que en este caso mantienen PP y Vox en el Consell. Unos problemas -había otros, sí- que no se daban entre los populares y UV en aquel gobierno de mediados de los 90, donde los debates se producían en el ámbito valenciano.


En este sentido, la fuerte estructura vertical de Vox, con un líder todopoderoso, mediático y casi mesiánico -al estilo que sucedió con Podemos con Pablo Iglesias o incluso con Ciudadanos con Albert Rivera- establece una férrea disciplina interna y centralizada ante la que altos cargos del Consell apuntan a convertirse casi en meros peones, especialmente en un partido que, precisamente, no se caracteriza por su confianza en el sistema autonómico. Más aún cuando la mayoría de dirigentes escogidos poseen además un perfil generalmente técnico y, en muchos casos, con poca trayectoria política, algo que sí posee Abascal, quien además conoce sobradamente las entrañas del PP.

¿Esto significa que Mazón no pueda absorber a Vox en 2027? No necesariamente. Ahora bien, es probable que necesite un debilitamiento de la marca nacional de ese partido y de la propia figura de Abascal (escándalos, decisiones polémicas, caída en las elecciones autonómicas previas, malas previsiones en las encuestas...). No obstante, también es discutible el beneficio de la estrategia de fichar a dirigentes valencianos de Vox para su proyecto, más allá de algún caso concreto. Una situación similar a la que se vivió con Ciudadanos: Mazón sólo se lanzó a incorporar a dirigentes naranjas cuando dicho partido estaba desmantelándose puesto que, como ocurre con Vox, pocos eran los nombres propios que destacaban en una formación marcada por los hiperliderazgos (algo más claro incluso en Vox y Abascal).

En este punto, el único factor favorable que podría tener Mazón para la absorción es que el votante de Vox no parece estar tan comprometido en el seguimiento orgánico y las cuestiones netamente valencianas como el de UV, que sí tenía referentes más conocidos y visibles, por lo que pasarse al PPCV sí tenía un mayor coste y desgaste personal, aunque al mismo tiempo también ofrecía mayores frutos a la hora de que los populares abanderaran la representación del regionalismo valenciano.

En resumen, la absorción de Vox por parte del PP en la Comunitat Valenciana podría llegar en 2027 pero se antoja complicada si no hay un desgaste de la marca y un evidente debilitamiento de Abascal como líder del proyecto. De lo contrario, todo quedará supeditado únicamente a las habilidades políticas, que no conviene subestimar, del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón.

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