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memorias de anticuario

Por una urgente catalogación y protección de la arquitectura del movimiento moderno

3/01/2021 - 

VALÈNCIA. A 2021 se le podrían pedir muchas cosas tal como se ha desarrollado este funesto año que acabamos de dejar, felizmente, atrás. Entiendo que se pueda pensar que centrar nuestros deseos y esperanzas en asuntos relacionados con el patrimonio cultural sea algo extravagante, si entre manos tenemos asuntos tan serios como los relacionados con la salud y, en definitiva, la vida. Pero el mundo más allá de la maldita enfermedad sigue su curso y tiene que seguirlo. Muti recordaba en su breve discurso en el concierto de año nuevo que la salud mental es fundamental y la cultura es un vehículo imprescindible. No podemos estar inmersos, paralizados, en medio de un enorme paréntesis, incierto, que cerrar cuando la pandemia acabe. No nos lo podemos permitir desde muchos puntos de vista puesto que el desarrollo personal y colectivo pasa también, necesariamente pienso, por la cultura.

No finalizó el año, desde el punto de vista del patrimonio cultural de la ciudad con una buena noticia. Al contrario, ya en el mes de diciembre creo que la ciudad dio un paso atrás en la conservación del patrimonio de la ciudad con un hecho que la acuciante actualidad no le ha dado la relevancia que merece. La degradación del patrimonio es algo que nos preocupa, pero cuando es la administración la que lo elimina, sin tiempo siquiera a plantear una posibilidad alternativa al derribo, es un retroceso, porque quien tiene que velar por su protección desconoce o tiene una idea equivocada de dónde está el límite. La finalidad del derribo de parte de los edificios de la antigua Escuela de Agrícolas, que es la ampliación del Hospital Clínico Universitario no se pone en cuestión sino todo lo contrario. Buscando información más precisa del desaparecido edificio, me di cuenta que se trata de la primera obra que consta en la excelente Guía de Arquitectura de Valencia, editada por el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, y que consulto muy a menudo, que ha desaparecido. En la próxima reedición habrá que eliminarla de sus páginas. 

Colegio Guadalaviar. FOTO: Estudio Mas Millet

El desarrollo urbanístico, se me ocurre, como uno de tantos ejemplos, la “creación” de la plaza de la Reina y su parking subterráneo con la eliminación de varias manzanas de edificios, parece que en ocasiones lleva implícita, en quien lo decide, cierta incapacidad para dilucidar qué patrimonio preexistente merece su conservación. Una preservación ya sea por sus valores arquitectónicos, urbanísticos o por ser representativo de un movimiento arquitectónico, artístico o histórico que se estudiará en un futuro o incluso que ya ha empezado a estudiarse, como es el caso del llamado Movimiento Moderno al que pertenecía la antigua Escuela de Agrícolas diseñada por Fernando Moreno Barberá. Hace años ya reflexionaba sobre esta circunstancia con ocasión del derribo del llamado popularmente “nuevo ayuntamiento”, situado en la avenida de Aragón, y que, con sus aciertos y errores, representaba con suficiente fuerza icónica el movimiento postmoderno que se desarrolló en la Valencia de los años ochenta, o recientemente con ocasión del libro sobre la plaza del Ayuntamiento en relación con la “tortada” de Goerlich eliminada en 1961. Hoy su estudio, o la referencia a estos en cualquier clase de arquitectura o urbanismo será forzosamente evocativo, y necesariamente deberá recurrirse al archivo fotográfico histórico. 

De este movimiento hay ejemplos en la ciudad de gran interés pero la casi totalidad sin ningún nivel de protección patrimonial y por tanto “derribables” cuando las necesidades del momento se impongan. Si la idea es proteger la Valencia que nos quede, milagrosamente, una vez decidido que es susceptible de ser eliminado, o no, corremos el riesgo de dejar como legado a penas unos vestigios de cada época en lugar de un discurso articulado y un patrimonio representativo importante. Posiblemente el Movimiento Moderno es el último movimiento histórico desde el punto de vista cronológico “reconocible” en nuestra ciudad. Quizás en pocos años el Postmodernismo ocupe este lugar pero habrá que dejar destilar la cuestión con la perspectiva temporal.

Una propuesta de ruta por la arquitectura moderna en Valencia

Antes de iniciar esta escueta ruta (es imposible hacer algo medianamente ambicioso en estas líneas), déjenme que les de un consejo desde la experiencia. Estamos ante una arquitectura desprovista de ornamentación y requiere una visión de conjunto aislándola de un entorno en ocasiones inhóspito que poco ayuda. No se trata de una arquitectura que en una primera vista se destaque, para los neófitos en ella, del resto de los edificios, por lo que hace falta que la observemos con ojos especialmente escrutadores en cuanto a los materiales empleados, el ritmo de sus distintos elementos, y más tarde algún elemento concreto que nos llame la atención. Después de ello empezaremos a ver las cualidades estéticas de estos edificios, su rotundidad o su ligereza y, finalmente, su modernidad tras más de medio siglo presente. Una modernidad imperecedera que se impone sobre otros edificios del entorno que fueron construidos varias décadas después y que al poco se vuelven adormecedores y paradójicamente anticuados. 

Fernando Moreno Barberá. Fachada y marquesina de acceso

Tres edificios son colegios y se llevan la palma, a mi entender, como magníficos ejemplos de arquitectura del Movimiento Moderno. Posiblemente el mejor edificio de este tipo y en este estilo sea el colegio Pureza de María que se encuentra a la entrada de Valencia por la Avenida del Cid, concretamente en el número de esta importante vía su autor es Mauro Lleó Serret. Elegancia clásica y limpieza lo caracterizan. El segundo sería el colegio Guadalaviar, de García-Ordoñez en la esquina de la avenida de Aragón con Blasco Ibáñez, con claras influencias de Van der Rohe y Richard Neutra. Una obra compleja en la disposición de los volúmenes, de gran ligereza y vanguardia. El tercero el la Colegio Alemán en la calle Jaime Roig, un diseño del los últimos años de la década de los 50, genuinamente germano, puesto que el proyecto fue redactado por la Dirección General de la Construcción Federal de Berlín con Eberhard Becker como director de un equipo de profesionales. Una austera modernidad de la que siempre presumirá, acompañada de una escultura de Andreu Alfaro en el exterior, quizás el artista que mejor se le puede relacionar con este movimiento. Su fachada de ritmo irregular nos recuerda a los cuadros de Mondrian en tonos blancos y grises y por ende a las ideas de la Bauhaus.

Ya que estamos cerca, es inevitable recorrer todo el complejo universitario de la Avenida Blasco Ibáñez que se debe a Fernando Moreno Barberá. Cuando lleguemos a la puerta de la facultad de historia conviene que caigamos en la cuenta de la fantástica marquesina que avanza audazmente hacia la acera sin invadirla pues el edificio está retranqueado. Todo un reto casi escultórico. Cruzamos la avenida Blasco Ibáñez para seguir con el gran proyecto, aquí con Borso di Carminati en lo que respecta a la Facultad de Psicología, y darnos cuenta de lo ambicioso del mismo. Decíamos en nuestro anterior artículo que la plaza del ayuntamiento constituyó uno de los grandes proyectos urbanísticos de la España de los años 30. Aquí podemos afirmar que el de la avenida Blasco Ibañez al que hay que sumar la ciudad universitaria de Cheste, que merece capítulo a parte por muchas razones, son dos de los grandes proyectos de la España de los sesenta. Ya en el centro de la ciudad el propio edificio sede del Colegio de Arquitectos del año 1962 del que siempre me llama la atención el elegante y moderno juego cromático de la fachada con el rojo vivo y la alineación del edificio que, como singularidad, no sigue realmente la de la calle Hernán Cortés donde está ubicado. Otro detalle es la escultura metálica de Amadeo Gabino instalada en el muro cortina del edificio. 

Edificio Moroder. Miguel Fisac

Vámonos a la plaza de Tetuán donde se encuentra el imperecedero y magistral edificio Moroder diseñado por Miguel Fisac en el año 196. De ideas más orgánicas y “escultóricas” que los anteriores, con ese señorial retranqueo (que nos permite observarlo mejor en su totalidad) tanto respecto de la acera como el bloque central respecto de los dos laterales. Desde niño me ha llamado la atención el especial cuidado del césped. Hay que decir que en 1998, por no estar protegido, se demolió el instituto Benlliure, la otra obra de este excelente arquitecto que proyectó en nuestra ciudad. Habría otros muchos ejemplos en nuestra ciudad pero la lista excede la extensión de este artículo (otro texto que se queda corto): los edificios de la Confederación Hidrográfica del Júcar en Blasco Ibañez con Aragón, el extraordinario y fundamental grupo residencial de Santa María Micaela de Santiago Artal, el edificio que alberga el Archivo del Reino de Valencia en la Alameda, o el para mí también magnífico conjunto de la Urbanización Tres Carabelas en el Perellonet de Vicente Valls y Joaquín García. La idea es, en definitiva, descubrir con una nueva mirada, este movimiento esencial en la historia de la ciudad, y provocar con el tiempo su apreciación y protección.

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